En la cabecera de la manifestación de Barcelona contra los recortes se juntaron representantes de los «iaioflautas», la sección de pensionistas del 15-M, con miembros de los sindicatos policiales. Esta imagen, impensable hace tan solo unas semanas, es una rotunda expresión de los nuevos tiempos. La asfixiante presión de Washington y Berlín por imponer el mayor grado posible de intervención y saqueo sobre España, obligando a ejecutar una salvaje oleada de recortes de la que no se salva nadie, está quebrando todas las barreras. También la que separaba antagónicamente a la izquierda y la derecha. Cada vez más sectores del espectro conservador se están sumando a las movilizaciones contra los recortes. Y esta es una buena noticia. Porque amplia y fortalece la unidad popular. Frente a quienes quieren reducir la unidad a un «frente de izquierdas», la realidad nos ha colocado ante la oportunidad de unir al 90% de la población. No debemos desaprovecharla.
La semana comenzó con la noticia de que el 15-M se sumaba, por primera vez sin formar un bloque separado, a las manifestaciones convocadas por CCOO y UGT.
El detonante surgió de una Asamblea Extraordinaria en Madrid, convocada por el Grupo de Economía y la Asamblea Interbarrios. Donde, bajo el argumento de que “cada vez somos más conscientes de que es necesaria la unidad entre toda la gente que nos oponemos a los recortes”, porque “ya no vale rebelarse en pequeño”, el 15-M madrileño decidía respaldar la convocatoria de los sindicatos.» ¿Es que a los pensionistas o dependientes de derechas no les van a aplicar los recortes? ¿Entonces por qué no unirlos en un frente amplio?»
La unidad se había fraguado en la calle. En las manifestaciones de apoyo a los mineros, o en las concentraciones contra los recortes a los funcionarios, donde sindicalistas y 15-M se rebelaron codo con codo.
Es una magnífica noticia que los dos movimientos populares con mayor capacidad de movilización confluyan, frente a los maliciosos intentos por dividirlos y enfrentarlos.
Pero la unidad que hemos visto estos días en las calles es incluso mucho más amplia.
En la manifestación del 19-J en Valencia, un importante bloque estaba presidido por mucha gente que enarbolaban rojigualdas y banderas oficiales de la comunidad con la franja azul. Son enseñas repudiadas –por diferentes motivos- por la izquierda y que sólo la base social de la derecha exhibe sin complejos. Su presencia más o menos masiva en partes de la manifestación era un signo de que muchos votantes del PP habían acudido a título individual.
Puede parecer una anécdota, pero jamás había sucedido. Hemos visto también en las movilizaciones numerosas banderas de los sindicatos de policías. Las dos principales organizaciones de militares han apoyado las movilizaciones. Las cuatro asociaciones de jueces y fiscales –algunas de ellas con un tradicional sesgo de derechas, y que engloban a magistrados del Tribunal Supremo, es decir a altos cuadros del Estado- también se han manifestado públicamente contra los recortes y han apoyado las protestas.
El principal sindicato de funcionarios (CSI-F, Central Independiente y de Funcionarios), tradicionalmente enfrentada a CCOO y UGT, y considerada por muchos como una base social de la derecha, no solo se ha sumado a las movilizaciones del 19-J, sino que ha retirado la convocatoria unilateral de huelga alegando que era necesario “hacerla coincidir con una movilización general de todos los trabajadores”.
Son muchos los ejemplos. Podemos añadir algunos más. Pero todos apuntan a una misma dirección. El 90% de la sociedad, desde la izquierda hasta la derecha, ha irrumpido en las movilizaciones contra los recortes.
Es una excelente noticia. Y debemos empeñarnos en que esa nueva unidad que está empezando a germinar crezca y ser fortalezca. Porque para poder derrotar al saqueo y la intervención del FMI y de Berlín –ejecutado antes por los gobiernos de Zapatero y ahora por los de Rajoy- necesitamos la unidad del 90% de la población.