Según un estudio reciente, «Dos crisis, dos respuestas», durante la última década, la pérdida de competitividad de España respecto a la zona euro se ha acentuado. Los expertos afirman que España tiene un problema de «altos costes laborales relativos». Y, sin embargo, el salario real para el trabajador sigue siendo uno de los más bajos de Europa. Siempre hay un «experto» para cada crimen. A veces hay cien para ocultar la verdad. Que España es un país dependiente y castrado para la competitividad.
Los salarios reales en Esaña han estado prácticamente congelados durante los últimos 15 años, incluidos los tiempos de “vacas gordas”. Y tampoco ha mejorado la competitividad española. Según un informe elaborado por Adecco y la escuela de negocios IESE sobre la evolución del salario en 14 países europeos entre 2003 y 2008, el salario medio en España es casi la mitad que el de Reino Unido, Holanda y Alemania y un 20% inferior a la media de la UE. Alemania es un caso paradigmático, un ejemplo opuesto a España. Sigue siendo el principal exportador de mercancías del mundo (seguido por China y Estados Unidos). Mantiene una competitividad exportadora con salarios que doblan a los de España. ¿Cuál es la clave? La productividad basada en la investigación científica, en el desarrollo tecnológico y en la innovación productiva, con un tejido industrial propio y potente. Sin embargo, la realidad de lo que sucede a España es que es un país que tiene prohibido competir, disfrazado con un modelo de desarrollo basado en la construcción y los servicios ligados al turismo, sectores de poco valor añadido. Un país cuyas exportaciones van en su mayoría a los principales potencias europeas y de productos dependientes de las empresas europeas instaladas en España. Un país castrado económicamente (política y militarmente, también), subsidiario de los grandes centros de poder mundial. España, la “octava potencia mundial”, es la ‘primera potencia’ castrada, por su envergadura geográfica y social. La calidad de su capital humano es comparable a cualquier país importante de la Unión Europea. Y los salarios son muy inferiores. Pero la inversión en productividad tecnológica y en sectores avanzados de alto valor añadido está ‘prohibida’. Ahora se nos compara con países de Europa del este, que casi con las mismas condiciones de capital humano, tienen salarios más bajos. Estamos en la categoría de países dependientes, sin tejido productivo propio y fuerte, sometidos a la permanente deslocalización de empresas extranjeras.