«El número de hogares en los que todos sus miembros están sin trabajo se aproxima ya al millón y medio. Por otra parte, la pérdida de poder adquisitivo ha sido determinante en el desplome del consumo. En marzo, la caída de ventas del comercio ha sido del 7,9%, en relación al mismo mes del año anterior. Los datos demuestran también que la flexibilización de la contratación ha sido insuficiente para tener efectos beneficiosos. Hasta ahora, sólo ha servido para aumentar la precariedad.»
La economía ha descarrilado y la danza de la lluvia de Rubalcaba no va a enderezarla. Esaña vive momentos de emergencia nacional y necesita respuestas nuevas, contundentes y tal vez impopulares que el agotado y desacreditado Gobierno de Zapatero ya no puede dar. El 22 de mayo se ha convertido así en un plebiscito acerca de si deben adelantarse las generales. España necesita un Gobierno que, además de no mentirle, no la hunda. Y con Zapatero y Rubalcaba al frente continúa desplomándose y sin ver el fondo. Por su torpeza, el FMI prevé que los síntomas de recuperación asomen allá por 2017. (EL MUNDO) EL PAIS.- La mayoría de las empresas saludarían un mercado de trabajo menos y mejor regulado. Pero constituye un error, generador de falsas esperanzas, hacer de su desregulación el elemento central de la recuperación del empleo y un fundamento de la modernización de la economía española. Tampoco van a ser la panacea las medidas encaminadas a aflorar la actividad económica sumergida que acaba de aprobar el Gobierno. Lo que se necesita es inversión que facilite la transición a sectores menos vulnerables y permita el nacimiento de más empresas de las que desaparecen. Para ello ha de haber crédito. Aprovechar la demanda exterior exige, entre otras cosas, una mínima capacidad de financiación de la que no dispone hoy la empresa media española. Sin ello no habrá crecimiento. Y sin crecimiento no se genera empleo y es difícil pagar las deudas. ABC.- Hoy hay 1.386.000 familias con todos sus miembros en paro. El desempleo juvenil supera el 50 por ciento en varias comunidades. Aumentan los parados de larga duración y, además, se reduce el número de ocupados. El paro asciende en todos los sectores, lo que impide la movilidad de los trabajadores de unas actividades a otras. Por si fuera poco, la situación se agrava con un crecimiento constante de la inflación, que se sitúa en abril en el 3,8 por ciento. Aumenta la morosidad de las familias y las empresas, que siguen sin recibir financiación de cajas y bancos, mientras el Tesoro coloca su deuda, sí, pero a intereses crecientes. Este es el retrato de un país instalado en una tendencia de empobrecimiento. LA VANGUARDIA.- Es preocupante que en el primer trimestre de este año la destrucción de empleo haya sido mayor en la industria (82.000 trabajadores menos) que en la construcción (78.500), los servicios (74.600) y la agricultura (21.300). También lo es que la destrucción de empleo fijo (139.100 trabajadores menos) empiece a tomar el relevo a la del trabajo temporal (54.300). Lo más grave del panorama que dibuja la EPA de este trimestre es que hay 54.300 familias más en las que ningún miembro trabaja, hasta un total de 1,4 millones de hogares en esta situación. Esto comporta un enorme riesgo de exclusión social. Aumentan, además, los desempleados de larga duración mientras se agotan paulatinamente los subsidios de desempleo. Editorial. El Mundo España necesita un gobierno que no la hunda ESPAÑA acelera su caída libre. La cifra oficial de 4.910.200 parados vuelve a sacarle los colores al Gobierno. Para hacerse una idea de hasta qué punto Zapatero ha perdido el control de la situación basta recordar que hace ya dos años que la vicepresidenta Salgado adivinaba «brotes verdes» en la economía nacional y el entonces ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, aseguraba que el número de parados no alcanzaría los cuatro millones. Ya rozamos los cinco. Cifra récord. Rubalcaba es ahora el que ha tratado de tranquilizar a un país que ya no se fía de su Gobierno, como acredita cada nueva encuesta del CIS. El paro «irá bajando y bajando» y se creará «empleo y empleo», dijo ayer el vicepresidente confiándose a la providencia con giros propios de quien relata un cuento. Sin embargo, los españoles no están felices ni comen perdices. La tasa de paro, del 21,29%, triplica a la de algunos países de nuestro entorno. Hay comparaciones demoledoras. En Alemania, que entró en crisis al mismo tiempo que España, el desempleo ha retrocedido y está en el 7,1%. En estas circunstancias, que el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, tratara de responsabilizar ayer al PP de la situación asegurando que la mayoría de despidos se producen al amparo de una normativa «que se aprobó siendo ministro el señor Rajoy» es de una estulticia que ofende a la inteligencia. Si tan mala era la legislación laboral, ¿por qué esperó el PSOE siete años para cambiarla? La dramática cifra de paro y el alza de precios sobrevenida se está traduciendo, por un lado, en un empobrecimiento progresivo de la población. El número de hogares en los que todos sus miembros están sin trabajo se aproxima ya al millón y medio. Por otra parte, la pérdida de poder adquisitivo ha sido determinante en el desplome del consumo. En marzo, la caída de ventas del comercio ha sido del 7,9%, en relación al mismo mes del año anterior. Los datos demuestran también que la flexibilización de la contratación ha sido insuficiente para tener efectos beneficiosos. Hasta ahora, sólo ha servido para aumentar la precariedad. En el último trimestre se han destruido 350.000 empleos a tiempo completo y han aumentado en 92.000 los empleos por horas, lógicamente con una remuneración menor. A este panorama desolador hay que añadir el incremento de los tipos de interés y unos precios al alza: el IPC ha vuelto a subir en abril hasta situarse en el 3,8%. La coincidencia del estancamiento de la economía con precios altos abona el círculo vicioso característico de la estanflación: el consumo se hunde porque los precios son altos y porque faltan ingresos por la ausencia de trabajo, y no se crea empleo porque no arranca el consumo. No es ninguna sorpresa, por todo ello, que el sondeo del CIS publicado ayer revele que sólo un 7,7% de los ciudadanos defiende la gestión del Ejecutivo. Tampoco lo es que acredite que aumenta el pesimismo sobre la marcha del país. O que indique que la ventaja en intención de voto del PP sobre el PSOE aumenta, hasta situarla en 10,4 puntos. O que, por primera vez, los españoles concedan a Rajoy una valoración más alta que a Zapatero. La economía ha descarrilado y la danza de la lluvia de Rubalcaba no va a enderezarla. España vive momentos de emergencia nacional y necesita respuestas nuevas, contundentes y tal vez impopulares que el agotado y desacreditado Gobierno de Zapatero ya no puede dar. El 22 de mayo se ha convertido así en un plebiscito acerca de si deben adelantarse las generales. España necesita un Gobierno que, además de no mentirle, no la hunda. Y con Zapatero y Rubalcaba al frente continúa desplomándose y sin ver el fondo. Por su torpeza, el FMI prevé que los síntomas de recuperación asomen allá por 2017. Sin embargo, de la misma forma que cuando nuestro país cae lo hace rápidamente, también ha demostrado que puede recuperarse deprisa con unas políticas adecuadas. De ahí que sea tan importante un adelanto electoral que permita ganar seis meses. Ese tiempo puede ser clave para detener la agonía y acortar la recuperación. EL MUNDO. 30-4-2011 Editorial. El País Un paro alarmante Que lo peor de la crisis económica, de su particularización en España, no había pasado lo acaba de recordar la encuesta de población activa (EPA) correspondiente al primer trimestre del año. 4.910.200 personas no tienen empleo, lo que supone un 21,29% de la población activa. El número de parados aumenta en 213.500 y la ocupación cae en 256.500 personas. Dos elementos añaden severidad a esas cifras alarmantes. Una parte muy significativa de los jóvenes españoles siguen desempleados y más de dos millones de personas sufren el paro de larga duración. A la erosión de la calidad del capital humano que eso significa, se añade el no menos inquietante deterioro de la confianza de los ciudadanos; no solo de los que no tienen empleo. Hacen bien en asumir que no hay condiciones de mejora inmediata. Las perspectivas no son favorables. Es probable que el paro deje de crecer, pero también es improbable que inicie una rápida e intensa caída. Su mantenimiento en niveles elevados, junto a un número creciente de familias en las que nadie trabaja (más de 1,3 millones) o la expiración del subsidio de desempleo son elementos que seguirán influyendo en las decisiones de gasto y en las expectativas empresariales. Es conveniente recordar que la creación neta de empleo en la economía española requiere tasas de crecimiento del PIB en torno al 2%. Con la información disponible se sabe que esos ritmos están todavía lejos. El mercado de trabajo es un fiel reflejo, en primer lugar, de la debilidad de la actividad económica. El colapso de la construcción y su impacto en sectores con la demanda derivada de aquel, dominante durante más de una década, es responsable del mayor contingente de parados. Ese excepcional desempleo es también tributario de la muy pronunciada y prolongada contracción en el crédito al sector privado, en especial a las pequeñas y medianas empresas, principales responsables de la creación de empleo. Considerar que la causa única o fundamental del enorme desempleo español (que duplica la media europea) es una organización del mercado de trabajo mucho más rígida que la de nuestros socios es una presunción que no dispone de respaldo empírico suficiente. La flexibilidad del despido o la de la fijación de salarios, por citar dos aspectos básicos de esas normas, no son mucho mayores en las economías europeas más avanzadas que en España. Sin ir muy lejos, el País Vasco, por ejemplo, dispone de una regulación laboral no muy distinta a la del conjunto de España, pero su tasa de paro es la mitad de la media. La explicación de las diferencias hay que localizarlas en lo que las empresas producen, cómo lo hacen y cómo compiten en los mercados. Y, no menos importante, en la calidad de la propia gestión empresarial y la de la formación profesional de los que trabajan. La mayoría de las empresas saludarían un mercado de trabajo menos y mejor regulado. Pero constituye un error, generador de falsas esperanzas, hacer de su desregulación el elemento central de la recuperación del empleo y un fundamento de la modernización de la economía española. Tampoco van a ser la panacea las medidas encaminadas a aflorar la actividad económica sumergida que acaba de aprobar el Gobierno. Lo que se necesita es inversión que facilite la transición a sectores menos vulnerables y permita el nacimiento de más empresas de las que desaparecen. Para ello ha de haber crédito. Aprovechar la demanda exterior exige, entre otras cosas, una mínima capacidad de financiación de la que no dispone hoy la empresa media española. Sin ello no habrá crecimiento. Y sin crecimiento no se genera empleo y es difícil pagar las deudas. EL PAÍS. 30-4-2011 Editorial. ABC Colapso total EL Gobierno socialista sufrió ayer un «viernes negro» con la publicación de encuestas que revelan el desplome absoluto del empleo y el fracaso de la «operación Rubalcaba». Esto último es la conclusión más relevante de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizada cuando el presidente del Gobierno ya había anunciado que no repetirá candidatura en 2012. Los encuestados no premian al PSOE con un voto de confianza, e incluso rebajan la valoración de Pérez Rubalcaba, que suspende por vez primera. Parece evidente que, cerrado el paraguas protector que suponía el protagonismo de Zapatero, el ministro del Interior se ha convertido en el rostro de la crisis económica y de la responsabilidad política del Gobierno. Era una consecuencia previsible de la decisión de Zapatero de no repetir como candidato, porque dejó expuesto a Rubalcaba, llamado a rescatar al Gobierno y al PSOE de la caída en las encuestas, a las críticas de la opinión pública y de la labor de oposición del PP. El desgaste provocado por el «caso Faisán» no es ajeno tampoco al decaimiento político de Rubalcaba. Los demás datos de la encuesta del CIS se mantienen en niveles similares a los de enero, con la salvedad de que Rajoy es, también por vez primera, mejor valorado que Zapatero. La distancia de los populares aumenta respecto a los socialistas en tres décimas, lo que confirma que las tendencias de los votantes son inmunes a los movimientos internos del socialismo. El problema para el Gobierno y el PSOE es, en estos momentos, muy grave, porque tras la remodelación del pasado año y la renuncia de Zapatero no les queda más margen, salvo el de convocar un congreso para cambiar al secretario general, lo que obviamente debería suponer la celebración anticipada de elecciones generales. Y la razón de este consolidado rechazo de la opinión pública al Gobierno y al PSOE se explica de manera muy sencilla con la última Encuesta de Población Activa, publicada ayer por el Instituto Nacional de Estadística. Con más de 4.900.000 parados y una tasa del 21,29 por ciento de desempleo, solo hay un diagnóstico posible: el empleo en España está colapsado. Resulta lamentable que el ministro de Trabajo —denominación sarcástica a día de hoy— manipule la realidad culpando a una ley del PP —por tanto, de Rajoy— de la mayoría de los despidos. Además de incompetencia, este Gobierno tiene una alta reincidencia en la cobardía, porque nunca asume su responsabilidad por la gestión de una crisis de la que otros países, a los que Zapatero quería adelantar en renta «per cápita», están saliendo mucho mejor que España. Después de haber propiciado que se viviera por encima de las posibilidades reales de este país, de haber engordado el mercado inmobiliario, gracias al cual Zapatero se ufana de haber llegado a una tasa del 8 por ciento de paro, y de haber comprometido desmesuradamente el gasto público, las responsabilidades por la gravedad y la duración de la crisis española son exclusivas del Gobierno del PSOE. Hoy hay 1.386.000 familias con todos sus miembros en paro. El desempleo juvenil supera el 50 por ciento en varias comunidades, todo un desastre para el futuro de esta generación. Aumentan los parados de larga duración y, además, se reduce el número de ocupados. Al margen de estacionalidades, el paro asciende en todos los sectores, lo que impide la movilidad de los trabajadores de unas actividades a otras. Como réplica agónica, el Gobierno ha puesto en marcha una regularización de empleo sumergido, mediante una amnistía a los empresarios defraudadores, para intentar mitigar la evolución del paro. Pero, al margen de que es un agravio para los empleadores legales, entraña un mensaje inaceptable de relativización de la realidad del paro. Por si fuera poco, la situación se agrava con un crecimiento constante de la inflación, que se sitúa en abril en el 3,8 por ciento. Aumenta la morosidad de las familias y las empresas, que siguen sin recibir financiación de cajas y bancos, mientras el Tesoro coloca su deuda, sí, pero a intereses crecientes. Este es el retrato de un país instalado en una tendencia de empobrecimiento, que quiebra la línea constante de riqueza que se había mantenido en los últimos treinta años. Las reformas aprobadas o pendientes no sirven como excusa para no disolver el Parlamento y celebrar elecciones generales. España está parada, en lo económico y en lo político, y sufre un desgaste social que se demuestra en la disposición de nuestros jóvenes a emigrar y en el desánimo de cientos de miles de parados ante la evidencia de que no haya trabajo para ellos. Ya no es un problema solo de gestión. Lo que representa el Gobierno del PSOE para España es la expropiación del futuro y de las ilusiones. Las argucias políticas y los pactos de menudeo con los nacionalistas solo rentan al Gobierno para conservar el poder, no para gobernar una nación en crisis. Las reformas incompletas aprobadas por el Gobierno no funcionan, porque no hay confianza y porque mientras no haya crecimiento económico no habrá empleo, y sin empleo no hay opción alguna de remontar la crisis. ABC. 30-4-2011 Editorial. La Vanguardia Dramático récord de desempleo LOS datos del desempleo del primer trimestre hechos públicos por la Encuesta de Población Activa (EPA), desgraciadamente, no han sorprendido a nadie. Han certificado una vez más el rotundo fracaso de la economía española, reflejado en una nueva tasa histórica de desempleo: el 21,29% de la población en disposición de trabajar. De enero a marzo se han destruido 256.500 empleos, la población activa se ha reducido en 42.900 personas y se regsitran por tanto 213.500 nuevos parados, hasta los 4.910.200, Todo un dramático récord. Nunca antes se habían registrado tantos parados en España. El lado positivo del mercado laboral español es que tampoco nunca había habido tantos trabajadores en activo como en la actualidad: un total de 18.151.700 personas. Es la herencia de la gran expansión registrada en los últimos veinte años. Pero, aun así, una tasa de desempleo superior al 20% es claramente inasumible por la economía española. El gran aumento del paro –tres millones de personas– se ha producido en los últimos tres años, por la terrible coincidencia del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que ha frenado en seco el principal motor de la economía española –la construcción–, con la crisis financiera global, que ha cerrado los grifos del crédito. Ambos factores, que se iniciaron en el verano del 2007, se mantienen plenamente en vigor en la actualidad y agravan día tras día la situación del empleo, junto con un marco laboral totalmente obsoleto que –incluso en los años de mayor bonanza– impidió reducir el paro por debajo de los dos millones de ciudadanos españoles, mientras las empresas se vieron obligadas a recurrir a la inmigración para disponer de personal. Hoy la tasa de desempleo entre los trabajadores extranjeros es del 32%, uno de cada tres. Es preocupante que en el primer trimestre de este año la destrucción de empleo haya sido mayor en la industria (82.000 trabajadores menos) que en la construcción (78.500), los servicios (74.600) y la agricultura (21.300). También lo es que la destrucción de empleo fijo (139.100 trabajadores menos) empiece a tomar el relevo a la del trabajo temporal (54.300). Lo más grave del panorama que dibuja la EPA de este trimestre es que hay 54.300 familias más en las que ningún miembro trabaja, hasta un total de 1,4 millones de hogares en esta situación. Esto comporta un enorme riesgo de exclusión social. Aumentan, además, los desempleados de larga duración mientras se agotan paulatinamente los subsidios de desempleo. Igualmente dramático es que en el mercado laboral español se configuran ya dos generaciones perdidas para el empleo: la de los jóvenes, con una tasa de paro que supera el 40%, y la de los mayores de cincuenta años. Renunciar a la nueva fuerza productiva mejor preparada que nunca y a la experiencia es algo que el país puede pagar muy caro en el futuro. No se vislumbra solución cercana para ese negro panorama laboral, salvo el alivio transitorio de la temporada turística. Mientras no se frene la sangría del desempleo, el país será cada vez más pobre, la morosidad aumentará y la banca seguirá con problemas y con el crédito limitado. La pregunta es: ¿realmente España hace todo lo posible para salir de la actual situación y pone en ello todas sus energías políticas, económicas y sociales? La respuesta es obvia. El país anda todavía perdido en demasiados debates estériles. LA VANGUARDIA. 30-4-2011