Primero, el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones soltó la declaración bomba. Luego dijo que había tenido un mal día, que se le había malinterpretado. Y por último, en una entrevista con La Vanguardia volvió sobre las andadas. Las declaraciones de Jose Luis Escrivá sobre el esfuerzo que deberán hacer los baby boomers -los nacidos entre 1958 y 1977- introducen más que un globo sonda en el ya ruidoso debate sobre las pensiones. El ministro no deja de insistir en que los trabajadores deberán «alargar su vida laboral o cobrar menos pensión»
El jueves pasado, a pocas horas de que Gobierno, sindicatos y patronal firmaran la primera parte de la reforma de las pensiones, Jose Luis Escrivá acudió a una entrevista en TVE. En ella aseguró: “Los baby boomers podrán elegir entre un ajuste pequeño en su pensión o podrán trabajar algo más”. Horas después, en un comunicado conjunto, las patronales CEOE y Cepyme se desmarcaron de esta declaración: “Dicha pretensión no forma parte del acuerdo alcanzado ni se comparte”. CCOO y UGT fueron aún más críticas con estas palabras, una «salida de tono», muy poco oportuna, tratándose del día de la firma del acuerdo.
Tras el revuelo levantado y al día siguiente, mientras comparecía para presentar los datos del paro, Escrivá trató de matizar sus declaraciones. «No fué mi mejor día», «se me ha malinterpretado», dijo, y aseguró que el mecanismo de equidad intergeneracional que sustituirá al derogado factor de sostenibilidad “está aún por decidir”.
Pero este domingo, en una entrevista con La Vanguardia, Escrivá volvió a insistir en la misma idea. «El número de nuevos pensionistas crecerá cuando lleguen a la edad de jubilación los nacidos entre 1959-60 y 1975. Estos son los baby boomers», dijo. Esto supone un problema «tener una generación muy numerosa con una generación mucho más pequeña detrás de ella». «No deberíamos consentir que sean sus hijos sobre los que recaiga todo el esfuerzo, sino que deben contribuir a este incremento temporal del gasto»
En la entrevista insiste en que hay que hacer los números, y que hay que aprender de cómo la reforma de las pensiones de 2011 -la del gobierno de Zapatero, que elevaba la edad de jubilación a los 67 años- es la táctica a seguir. «De lo que se trata es de que las reformas vayan desplegándose progresivamente, de forma que son mucho más digeribles. Y, a la vez, das tiempo a los ciudadanos a adaptarse a los cambios».
Dos trampas y una razón de clase
De las palabras de Escrivá podemos extraer dos trampas. Una es el carácter «en diferido» de la reforma de las pensiones que acaba de aprobar el gobierno con sindicatos y patronal. Un acuerdo en dos etapas , donde se ha acordado la primera, dejando la segunda -donde deberán aprobarse las medidas más duras y antipopulares- para más adelante. Si el trágala se hace de forma gradual y dilatada en el tiempo, el riesgo de rebelión es menor.
Y la segunda trampa es el falso dilema de defender que los boomers van a tener que hacer un esfuerzo -jubilarse más tarde o renunciar a parte de su pensión- «para no perjudicar a sus hijos, las generaciones más jóvenes». Se intenta así justificar un ataque a las pensiones en nombre de los jóvenes, enfrentando entre sí los intereses de dos generaciones de trabajadores.
Es mentira. Escrivá nos mete un embolado. La contradicción no está entre la «sostenibilidad» o la «insostenibilidad» del sistema público de pensiones. Sino entre los intereses de las clases trabajadoras y el de unas oligarquías financieras que buscan degradar y empobrecer las pensiones públicas para que en España pueda florecer el gran negocio de los fondos privados de pensiones. Los bancos y el capital extranjero, especialmente los grandes fondos de inversión norteamericanos, quieren gestionar los 140.000 millones al año que manejan las pensiones en España.
El propio Escrivá admite en la entrevista a La Vanguardia que «nuestro gasto en pensiones es más bajo que en otros países europeos. Dedicamos un 12% del PIB, como la media europea, incluidos los nórdicos y los de Europa del Este. Italia dedica prácticamente 16 puntos, Francia y Austria, en torno a 14. Y con el nivel de cotizaciones sociales, tenemos ingresos suficientes para pagar las pensiones, lo que ocurre es que parte de esa recaudación se destina a otras cosas».
Como afirman muchos economistas -como por ejemplo Miren Etxezarreta a De Verdad– las poderosas «razones estructurales» que empujan a la reforma de las pensiones, la subida de la edad de jubilación o la penalización a las prejubilaciones de aquellos que ya tienen cerca de 40 años cotizados, es «la presión de los capitales privados financieros para hacerse con el dinero de las pensiones. Todo gira en torno de eso. Con la excusa de que ahora no tenemos dinero para las pensiones vamos a seguir bajando las pensiones públicas para que la gente que ahorra, aunque sea un poquito, haga planes de pensiones privados».
Esta es la razón «de clase» que impulsa las reformas de Escrivá, especialmente su patrocinio de los planes privados de empresa. «Es una propuesta gravísima porque es directamente estimular la privatización de las pensiones», denuncia Etxezarreta.