Infusión letal

Envenenado el político ruso Navalny

Hace unos días, Alexéi Navalny -principal opositor político al régimen de Vladimir Putin en Rusia- fue ingresado en un hospital con signos de haber sido envenenado. No es el primer caso ni es un método novedoso. En Rusia, ser oponente político a la élite dominante te convierte en candidato a ser detenido, envenenado y/o asesinado. A la lista de espías rusos “no deseados” que Moscú ha eliminado, se añade otra más larga de políticos y periodistas que en los años posteriores a la desaparición de la URSS han sufrido tales ataques.

Eduardo Madroñal

Navalny ingirió una sustancia incorporada al té que bebió en el aeropuerto de Tomsk -ciudad en el distrito federal de Siberia a unos 2.900 kilómetros al este de Moscú-, y que los médicos del hospital de Omsk -ciudad siberiana donde aterrizó de emergencia situada a una hora y media de Tomsk en avión- solo diagnosticaron como “un desorden metabólico y una caída aguda de los niveles de azúcar en sangre”, que le llevó a entrar en estado de coma.

En Berlín, el hospital de la Charité, donde Navalny está ingresado, ya ha determinado la existencia de la intoxicación por sustancia perteneciente al grupo de los inhibidores de la colinesterasa (una enzima que participa en el proceso neurotransmisor), y es tratado con un antídoto, la atropina. Sin que peligre su vida ahora, pero grave y con posibilidades de serias secuelas neurológicas.

En el momento de la intoxicación volvía de Siberia, donde había estado apoyando a los candidatos de su coalición para la jornada electoral unificada del próximo 13 de septiembre, porque coinciden comicios locales, provinciales y regionales. Alexéi Navalny critica el régimen de Putin por ser expresión de la corrupción de la élite dominante en Rusia.

Por su oposición política, Navlany ha sido acusado, por el gobierno ruso, de “malversación” y de «agente extranjero». Detenido en varias ocasiones con distintas excusas, ha sufrido varios atentados. En 2017 en Moscú le atacaron con un antiséptico lanzado a los ojos que casi le deja ciego. En julio de 2019, mientras estaba en la cárcel sufrió un envenenamiento con un producto químico…

La actividad política de Navalny se ha centrado sobre todo en la lucha contra la corrupción con proyectos para analizar los contratos de adjudicación de la administración y denunciar las operaciones sospechosas. En 2012 creó el Fondo de Lucha contra la Corrupción (FLC). Desde entonces el FLC ha sufrido registros sistemáticos no solo en sus oficinas centrales de Moscú sino también en las filiales regionales en Rusia, y se le han requisado los ordenadores y congelado las cuentas de sus colaboradores y familiares.

Las denuncias de Navalny se han dirigido contra las prácticas corruptas de altos cargos del gobierno y del Estado ruso que van desde el ex jefe del Gobierno y ex presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, pasando por el jefe de la Guardia Nacional de Rusia, Víctor Zólotov, hasta la directora del canal RT, Margarita Simonián.

Aunque Navalny dedica la mayor parte del programa electoral a la corrupción, ha planteado otras medidas políticas como pueden ser aumentar el salario mínimo, elevar las pensiones por encima del nivel de subsistencia, impulsar la educación gratuita, mejorar el servicio de salud, desgravar a trabajadores autónomos y pequeños emprendedores, y gravar con altos impuestos a las grandes empresas.

En asuntos de política exterior, se pueden concentrar en estas recientes declaraciones suyas: “Los cientos de millones que está desperdiciando Rusia en la guerra en Siria y Ucrania, es mejor gastarlos en mejorar la vida en los hogares rusos”, porque “en el mundo de hoy es más rentable ser amistosos con otras naciones y comerciar que combatir”.

Pero no ha sido Navalny el único opositor en sufrir atentados y envenenamientos. Anna Politkóvskaya -periodista rusa que realizó reportajes sobre la Segunda Guerra Chechena y los delitos cometidos por el bando ruso- sobrevivió a un primer envenenamiento -con una sustancia disuelta en un té- en 2004, pero fue encontrada muerta a balazos en su piso de Moscú en 2006.

Tanto Vladímir Golovliov -diputado del extinto partido Rusia Liberal- en 2002, como Serguei Yushenkov -también diputado de Rusia Liberal- en 2003, murieron por disparos en Moscú. Natalia Estemírova -periodista que denunció los abusos rusos en Chechenia- fue secuestrada en 2009 y apareció muerta con disparos en la cabeza.

En 2015 y 2016, el opositor ruso Vladimir Kara-Murza, de 38 años, vicepresidente de Open Russia sufrió sendos fallos renales agudos por substancias tóxicas desconocidas. En 2018, Piotr Verzilov fue tratado por envenenamiento por sustancia desconocida. Trabajaba en una película sobre periodistas rusos asesinados por investigar a mercenarios rusos en la República Centroafricana.

La Rusia de Putin es una potencia nuclear imperialista venida a menos pero su proyección exterior, especialmente en los países que formaron parte de la antigua URSS y en Oriente Próximo, se mantiene sobre la base de un régimen interno que ha heredado los métodos socialfascistas de sus servicios secretos, la temida KGB, y muchas de sus siniestras actividades criminales se prolongan en el actual régimen de un Putin que, como excoronel del KGB, conoce de primera mano.