Como dice Fernando Savater en el prólogo de Panfleto Antipedagógico: » no es un tratado que resuelve todos los problemas, sino un grito de alerta polémico que nos zarandea para que advirtamos que existen», y que habla «desde el sentido común y la práctica docente cotidiana. Todos sus planteamientos pueden ser discutidos, pero ninguno puede ser pasado por alto». En su nuevo libro Ricardo Moreno abre camino a las soluciones.
(Viene de la rimera parte editada ayer día 25) Pero volviendo a la perdida de autoridad, ¿no se impone una autoridad, la del ministerio o el estado, por generar mano de obra barata? Puede ser cierto eso. Es la interminable discusión entre quienes discrepamos de la famosa reforma educativa. ¿Fue hecha de buena fe, o realmente tenía el propósito de crear bolsas de mano de obra barata? Teniendo en cuenta que España es la octava potencia económica del mundo es de suponer que no se va a dejar el sistema educativo embarcado en un buque que “hace aguas”. No parece que haya inocencia o irresponsabilidad, sino voluntad por persistir en ese camino. Si hubo o no buena intención en los inicios puede ser objeto de polémica, pero que ahora ya no hay buena fe, me parece algo fuera de discusión. Los hechos están ahí, y la ceguera de quienes siguen empeñados en negarlos no es inocente. Al Partido Socialista le preocupa más su orgullo como partido que su propio país, y hasta que no pongan su país por encima de su orgullo y reconozcan el monumental dislate, el problema seguirá sin solución. Usted critica duramente la figura de los pedagogos, ¿por qué? Porque la pedagogía no es una ciencia, sino una jerga sin sentido, una charlatanería. Ya sabemos que si el lenguaje crea la realidad (y eso lo saben muy bien los políticos), el leguaje vacío vacía la realidad. Y así han vaciado la educación. Esto está muy bien razonado por Mercedes Ruiz Paz en su libro La Secta Pedagógica. Es como si quisieran dar una justificación teórica, y gente que la difunda – al desastre… Así es, la vaciedad en contenidos se sustituye por “destrezas” (como si se pudiera tener la destreza de escribir bien sin conocer los contenidos de una ciencia llamada gramática), se discute si es más importante formar que dar contenidos (como si pudiera haber forma sin contenidos o contenidos sin forma) o si es más importante la memoria que la inteligencia (cuando el conocimiento es una moneda con dos caras que son, precisamente, la memoria y la inteligencia). Todas estas discusiones bizantinas sirven, en parte para justificar el desastre, en parte para taparlo. Cuando dice que si los maestros no hicieran más de lo que se supone que deberían hacer, ¿no cree que deberían articularse mecanismos para que los profesionales de la educación tuvieran capacidad de decisión sobre los contenidos y la orientación? Este fue uno de los errores mayores de la reforma, prescindir de los buenos profesionales que había en la enseñanza. Pensemos en escritores como Luis Landero, Jesús Alonso Montero o José Luis Méndez Ferrín (todos ellos profesores de instituto) o críticos literarios como Miguel Gracia Posada (también catedrático de instituto), helenistas como Rodríguez Adrados o Luis Gil, latinistas como García Calvo, filólogos como Gregorio Salvador (todos ellos catedráticos de universidad que antes lo fueron de instituto). Buenos matemáticos en institutos y universidades que mucho podrían aportar los hay por docenas. Pero don Álvaro Marchesi, sin saber nada de escuelas ni institutos, desoyendo las voces más autorizadas y con el atrevimiento propio de los ignorantes, se ha cargado literalmente la enseñanza pública en España. Cuando habla de que es un problema la educación obligatoria hasta los 16, porque obliga a estudiar al que no quiere, ¿a qué se refiere? Creo que la educación obligatoria hasta los dieciséis es algo bueno, con lo que discrepo es que sea unificada. Mucho se habla de la diversidad y la multiculturalidad, pero en realidad se está unificando por el procedimiento de igualar por abajo. Y esto es, sencillamente, un acto de barbarie contra los más inteligentes y trabajadores que, además, en nada beneficia a los menos inteligentes y trabajadores. Pero hay un problema también aquí de orientación. En vez de fomentar la excelencia y ayudar para que “los peores” sean como o mejores que el mejor de la clase, no igualarlos a todos en lo peor… El atacar la excelencia como algo clasista y elitista es propio de los mediocres y envidiosos, incapaces ellos de de alcanzar la excelencia ¿Qué mejor que impedir a los demás alcanzarla para disimular la propia incapacidad? Ahora sobre todo en época de crisis la educación debería ser un elemento clave para la transformación del modelo productivo español que nos ha llevado hasta esta situación – un país con un fuerte tejido productivo y desarrollo científico y teórico necesita miles de ingenieros, arquitectos, teóricos en los diferentes campos científicos, y técnicos cualificados… La educación es clave para el desarrollo de un país, y más en tiempo de crisis, pero dudo que por mucha crisis que haya nuestras autoridades educativas sean capaces de reconocer su error. Al contrario, las cosas irán a peor y ellas dirán que la culpa es de la crisis. Y si no, al tiempo.