Desde que murió Mohamed Buazini, el joven que se quemó a lo bonzo por su desesperada situación, el año pasado, hasta hoy, muchas cosas han cambiado en el norte de África. No obstante podría no ser suficiente para multitud de ciudadanos.
Si echamos un vistazo a la transición tunecina vemos cambios increíbles que, ni los más optimistas opositores al antiguo régimen, podrían haber predicho. Millones de personas se unieron y lograron en semanas expulsar al tirano, que gobernó durante 24 años. Presos políticos son puestos en libertad y organizaciones de todo tipo han sido legalizadas en oleada. Protestas, exigiendo la depuración profunda del Estado, han recorrido Túnez. Ejemplo de ello fue la huelga de magistrados del pasado verano. Se han aireado las estrechas relaciones que mantuvo el régimen dictatorial con el Estado francés y con empresas europeas y estadounidenses de carácter militar. Han nacido decenas de medios de comunicación no controlados por el poder político. Se han convocado elecciones y se han ejecutado con trasparencia. Ahora un partido islámico moderado, el Partido Nahda, gobierna el país, amparado en un parlamento con importante presencia social-demócrata y liberal. Y el nuevo Ministro de Justicia ha otorgado la libertad condicional a 9.000 presos y ha conmutado 122 condenas a muerte por cadenas perpetuas.Esto son hechos irrefutables, reconocidos por la totalidad de la ciudadanía; avances conquistados por la Primavera Árabe. No obstante, en las entrañas de Túnez, se está desarrollando un mayor descontento; se percibe que no se han conseguido los objetivos reales de la rebelión del año pasado.Un movimiento huelguístico se está acrecentando en las regiones más pobres del país.El primer problema, en cuanto a las condiciones de vida, es el paro. En un país de 10 millones de personas se ha pasado, desde hace un año, de 600.000 desempleados a 850.000. Es decir del 13 al 20% de paro en un año. 120 empresas extranjeras han abandonado el país durante 2011.El gabinete entrante ha prometido 100.000 nuevos puestos de trabajo; pero esto parece muy insuficiente a los ojos de la mayoría.
«Poco a poco, las huelgas y protestas obreras se organizan y extienden» Los trabajadores del grupo químico tunecino han bloqueado la empresa durante más de un mes exigiendo transparencia en las contrataciones. En la factoría de cable Yazaki se está luchando para que haya contratación fija para los que llevan más de dos años en la empresa. Y en la fábrica Kromberg & Shubert bastó la amenaza de huelga para que se readmitieran decenas de obreros despedidos. Esto es solo un botón de muestra de un movimiento mucho más amplio.La tragedia de los hombres antorcha ha crecido en un 500%. En un año 107 personas se han prendido fuego. Uno de los últimos fue un parado de 42 años, padre de tres hijos. Estaba demandando, mediante una sentada pacífica, un puesto de trabajo. Junto a otras personas protestaba desde hacía semanas. Tres ministros del elegido Gobierno visitaron la región, pero no quisieron recibir a este grupo de desempleados. Frente a esto se quemo vivo. Esto ocurria en Gafsa, una región que a pesar de ser la principal zona minera con extración de fosfatos, con su consecuente capacidad de generar riqueza y empleo, es de las más pobres del país.«El sentimiento por la independencia nacional se profundiza en Túnez» La indignación que sintió el mundo al ver la estrecha cercanía entre la Ministra de Exteriores francesa y la antigua dictadura tunecina se repite en el país africano.Los acercamientos que hay entre sectores del Partido Nahda y el think thank Washington Institute agudiza la desconfianza entre las facciones islámicas. Pero también preocupa a una mayoría social, del 70%, que ve en la independencia de Turquía, el mejor ejemplo de cómo se debe construir una democracia moderna en esta región, sin injerencias de EEUU o Europa.El pasado 30 de noviembre, Rached Ghannouchi, fundador del Partido Nahda, se reunió con el mencionado think thank para tranquilizar al lobby AIPAC (fundador del Washington Institute), y a Israel, acerca de la línea a llevar por el presidente entrante.Posteriormente Moncef Marzouki, presidente tunecino, reconoció al CNS sirio y realizó una conferencia a puerta cerrada con su principal dirigente, Bulhan Galiun. Esto fue denunciado, por miles de manifestantes, como apoyo a la conspiración extranjera contra Siria y Libia.Tambien ha habido reuniones con el senador pro-israelí Joseph Lieberman. De esta forma se refuerzan los lazos con EEUU e Israel aceleradamente, creando «una nueva era en las relaciones bilaterales»Son dos contradicciones a las que se enfrenta el pueblo tunecino. La contradicción de que no se están mejorando las condiciones de vida, por una parte. Y por otra, la de pasar de ser una dictadura vinculada a Paris a una democracia tutelada por Washington.