Donald Trump, imputado por su intento de sabotear el resultado de las elecciones de 2020

El viacrucis judicial de Trump da un salto cualitativo

La imputación por conspiración por todo lo relacionado con las elecciones de 2020 y la toma golpista del Capitolio pone a Trump en la tesitura de ser condenado a 20 años de cárcel. Pero por extraño que parezca, esta nueva causa penal no impide a Trump presentarse a las elecciones o incluso ser reelegido presidente.

El expresidente Donald Trump ya sabe lo que es sentarse en un banquillo para que le lean los cargos. Ya ha tenido que comparecer arrestado ante un juzgado, por dos causas penales diferentes: la del pago con dinero negro para acallar a la actriz porno Stormy Daniels, y la del secuestro de centenares de cajas de documentos confidenciales y de alto secreto que se llevó sin permiso de la Casa Blanca.

Pero nada de lo anterior tiene el nivel de gravedad de la tercera causa penal que se abre contra Trump. El tribunal federal de Washington le imputa cuatro delitos -entre los que están los de conspiración- por sus intentos de revertir los resultados legítimos de las elecciones de noviembre de 2020, lo que culminó en el asalto tumultuario al Capitolio el 6 de enero de 2021 por una horda de trumpistas.

Cuando aún queda un año para las elecciones presidenciales de 2024, el viacrucis judicial contra el republicano da un salto cualitativo, y las posibilidades de que Trump sea el primer expresidente de EEUU que acabe con sus huesos en la cárcel se incrementan. Pero por extraño que parezca, nada de lo anterior impide que Donald Trump se presente en 2024… o que pueda volver a la Casa Blanca, incluso desde la prisión.

En apenas cuatro meses, Trump ha tenido que encajar tres imputaciones penales y varias más por delitos económicos. En abril era obligado -bajo arresto- a comparecer en un juzgado de Nueva York por el caso de Stormy Daniels. En junio tuvo que comparecer ante un juez de Miami para responder ante las acusaciones del FBI, que meses antes había registrado su mansión de Mar-a-Lago, encontrando cientos de cajas con documentos confidenciales y altos secretos, incluyendo información sensible de seguridad nacional o de naciones extranjeras. Trump retuvo esos documentos pese a las reiterados llamamientos de las autoridades federales para que los devolviera. Además, está acusado de delitos económicos relacionados con evasión de impuestos de su emporio financiero e inmobiliario.

Pero si ya de por sí lo anterior es muy grave puede enviar a Trump a la cárcel, queda eclipsado por la gran causa penal que pesa sobre el expresidente: todo lo relacionado con las postrimerías de su mandato, cuando intentó negar y resistirse al resultado de las elecciones presidenciales de 2020, negando sistemáticamente la victoria de su oponente, o maniobrando para que gobernadores de Estados clave falsearan el veredicto de las urnas. Desde la Casa Blanca, Trump llegó a presionar a a un alto cargo de Georgia para revertir los resultados electorales: “Solo quiero encontrar 11.780 votos”, le dijo en una conversación telefónica que ha escuchado todo EEUU.

Las maniobras de Trump no sólo trataron de obstaculizar y sabotear la transición y el traspaso de poderes, sino que -de acuerdo a la acusación- tiene responsabilidad directa en el llamamiento insurrecional que llevó a miles de sus seguidores a intentar tomar el Capitolio el 6 de enero de 2021, poniendo al país más poderoso del mundo -en palabras del comité especial del Congreso, formado por legisladores de los dos partidos, que investigó lo sucedido durante 18 meses- «al borde de un golpe de Estado»

Hasta 20 años de cárcel

Viñeta de Markus Grolik (Alemania)

Una jueza del tribunal federal de distrito de Washington, llamada Tanya Chutkan y conocida por la dureza de sus sentencias contra algunos asaltantes del Capitolio, ha imputado a Trump cuatro cargos. Por todos ellos puede pasar muchos, muchos años tras las rejas.

El primer cargo es por conspiración “con deshonestidad, fraude y engaño para obstruir el proceso nacional de recopilación, escrutinio y certificación de los resultados de las elecciones presidenciales”, por la que le pueden caer 5 años. El segundo, también por onspirar para impedir que el Congreso certificara los resultados de las urnas, por la que se enfrenta a pena máxima de 20 años. Un tercer cargo por conspirar contra el derecho al voto, de máximo 10 años de prisión. Y por último, un cargo de intento de obstruir la certificación de las papeletas por el que también le pueden caer 20 años.

Además de Trump, han sido igualmente imputados seis de sus colaboradores por su complicidad con los cargos. No se han hecho públicos sus nombres, pero nadie duda que entre ellos está Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York y exabogado personal de Trump, también implicado en la investigación sobre el intento de pucherazo en Georgia.

Y sin embargo, Trump sigue en su carrera a la Casa Blanca

Las acusaciones a las que se enfrenta Trump son extremadamente graves, y sus consecuencias penales también. Pero por extraño que parezca, una condena en firme por cualquiera de estos cargos, o de todos juntos… no impediría a Trump presentarse a las elecciones o incluso ser reelegido presidente.

Resulta chocante, pero la Constitución estadounidense no contempla la inhabilitación para aspirar a la Casa Blanca a un procesado por un delito federal. Tampoco prohibe que desempeñe el cargo si resulta elegido.

Políticamente, las tres acusaciones penales a las que se enfrenta, que aún podrían ser más, tampoco le afectan en su pugna dentro del Partido Republicano para volver a ser el candidato del Grand Old Party para las presidenciales. De hecho, tras cada revés judicial, la intención de voto a Trump entre los votantes republicanos se ha visto reforzada, poniendo al expresidente muy por delante de su principal rival, Ron deSantis, un gobernador de Florida tan reaccionario, ultraconservador e ideológicamente «trumpista» como el original, pero sin sus excesos ni exhabruptos verbales.

Por extraño que parezca, una condena en firme por cualquiera de estos cargos… no impediría a Trump presentarse a las elecciones o incluso ser reelegido presidente.

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Las auténticas razones -de clase- del cerco penal contra Trump

Pocos pueden dudar de que el largo rosario de delitos penales que se imputan a Donald Trump tienen una base totalmente probada y verosímil.

Sin embargo, a lo que estamos asistiendo no es simplemente a un caso «judicial», donde la «democracia estadounidense está ajustando cuentas con un personaje tramposo y corrupto». Sino a la aguda división en el seno de la propia clase dominante norteamericana, una pugna cada vez más violenta que se traslada no sólo a los choques de republicanos contra demócratas, sino a todos los aparatos del Estado norteamericano.

Se trata de una pugna entre dos fracciones de clase, no en torno a una agenda «ideológica», sino en torno a cómo gestionar un cada vez más acelerado declive: el ocaso imperial de la superpotencia. Una lucha interna dentro de la clase dominante norteamericana por imponer una u otra línea de gestión de la superpotencia que ha dado un salto cualitativo, pasando de darse entre sus representantes políticos -republicanos vs. demócratas- a librarse en las mismas entrañas de sus más fundamentales aparatos de poder, como son los servicios de inteligencia, el FBI o el Departamento de Justicia.

A lo que estamos asistiendo no es simplemente a un caso «judicial», contra un presidente tramposo y corrupto, sino a la aguda división en el seno de la propia clase dominante norteamericana

La línea que ahora mismo ostenta el control de la Casa Blanca, está poniendo cada vez más carne en el asador para tratar de impedir que Trump -y la línea que representa- vuelva a dirigir a EEUU, metiéndolo entre rejas o inhabilitándolo políticamente.

Es desde esta aguda lucha de fracciones en el seno de la clase dominante norteamericana, y no desde los delitos que se le imputan a Trump, por ciertos y graves que sean, desde donde debemos entender que viacrucis judicial que se cierne contra el expresidente no deja de subir de nivel.