Dos décadas excepcionales, las que van desde 1945 a 1965, que sacudirían por completo los cimientos del orden mundial imperialista y cambiaron la faz del mundo para siempre. En esas dos décadas se concentran un sinfín de victoriosas luchas antiimperialistas, por la independencia nacional y por el socialismo de los pueblos oprimidos del planeta como no se había conocido nunca antes.
Nada más finalizar la Segunda Guerra Mundial, los pueblos revolucionarios de Asia, África, Iberoamérica y el Caribe pasaron a colocarse en primera fila de la lucha antimperialista y anticolonialista, lanzando de manera incesante luchas revolucionarias y conquistando una serie de grandes victorias que cambiaron por completo la fisonomía del mundo de la postguerra.
El triunfo de la revolución china en 1949; la conquista de la independencia de India en 1947; el triunfo de la guerra coreana de resistencia a la agresión norteamericana de l953; la celebración de la conferencia Afro-asiático de Bandung en 1955, antecedente inmediato de la creación del Movimiento de Países No Alineados; el triunfo del pueblo egipcio en la guerra del canal de Suez en 1956; la serie de victorias de los movimientos nacionales y democráticos de América Latina desde la guerra revolucionaria de Cuba que culminó en 1959 hasta la lucha por la democracia en Chile; el triunfo de la guerra de liberación nacional de Argelia en 1962; las heroicas luchas que sacudieron al mundo, llevadas a cabo en los años 60 por los pueblos de muchos países de Asia y África para conquistar o salvaguardar su independencia.
Las victorias de todas estas luchas y muchas otras se convirtieron en la más poderosa fuerza motriz de los cambios revolucionarios del mundo en la postguerra. El sistema colonial, que durante más de dos siglos había tiranizado de una forma terrible al 80% de la humanidad, quedó desintegrado. El imperialismo norteamericano, el primero en nacer como superpotencia, sufrió reveses de significado histórico que lo colocaron a la defensiva estratégica. Y la otra superpotencia, el socialimperialismo soviético, pronto siguió el mismo camino de reveses que le conducirían finalmente al descalabro definitivo.
De este modo se creó una situación sin paralelo en la historia de la humanidad: el tercer mundo se convertía en la fuerza principal en la lucha mundial contra el imperialismo, el colonialismo y el hegemonismo, un cambio histórico de importancia fundamental en la correlación de las fuerzas de clases en el mundo. Desde que existe la opresión nacional, ha habido luchas de resistencia de las naciones oprimidas. Pero, durante un periodo muy largo estas luchas se realizaron en forma aislada y dispersa. La Revolución de Octubre empezó a cambiar esto, pero no fue hasta la Segunda Guerra Mundial cuando se aceleró velozmente este proceso revolucionario de la historia.
Los pueblos del Tercer Mundo estaban condenados a sufrir la más profunda opresión y la más violenta explotación por el imperialismo, que no puede desarrollarse ni subsistir sin saquear las naciones y países oprimidos. La lucha liberadora de los pueblos de las colonias y semicolonias conmovió en esas décadas la base de la cual depende la subsistencia del imperialismo.
Fidel Castro, como Mao, Ghandi, Nasser, Lumumba, Ho-Chi-Minh y tantos otros, se colocó en la cresta de esta ola revolucionaria para dirigir a su pueblo hacia la victoria sobre el imperialismo. Esta es la profunda y verdadera dimensión histórica de la figura de Fidel. En un continente especialmente sojuzgado, expoliado y oprimido por el hegemonismo yanqui, el pueblo cubano demostró que sí se podía vencerlo estando a sólo unos kilómetros de distancia y defender las conquistas revolucionarios de las agresiones, injerencias y bloqueos durante 50 años.
Confirmando así la afirmación de la Teoría de los Tres Mundos de que “el tercer mundo es la fuerza principal en la lucha contra el imperialismo y el hegemonismo. Las diferencias en cuanto a la situación política de los países del tercer mundo no pueden, por muchas que sean, alterar la contradicción fundamental que enfrenta al imperialismo y al hegemonismo con los países y pueblos del tercer mundo, ni esta corriente irresistible de la historia: los países quieren la independencia, las naciones quieren la emancipación y los pueblos quieren la revolución”. Con todos sus errores y contradicciones, Fidel Castro pertenecerá por siempre a esta corriente irresistible.