Literatura

El último lector

El argentino Ricardo Piglia es sin duda uno de los ensayistas literarios más dotado y penetrante de nuestra lengua, amén de un escritor de lectura imprescindible. En el conjunto de ensayos que componen «El último lector» (Anagrama, 2005), Piglia nos ofrece unas maravillosas lecciones de lo que es «leer» e interpreta con genuina intensidad algunas escenas «clásicas» de lectura. Y, de alguna manera, lleva a feliz cumplimiento su aserto de que «la crí­tica literaria es la forma moderna de la autobiografí­a».

La novela moderna es el ámbito donde la lectura está a unto de extinguirse y al mismo tiempo se erige como clave de bóveda, como el último lugar de negociación entre el ámbito literario y el de cada lector privado, encargado, como se sabe, de completar el sentido de la obra. Sólo vemos una vez a don Quijote leer libros de caballería y es cuando ojea el falso "Quijote" de Avellaneda, donde se cuentan las aventuras que él nunca ha vivido: precisamente en el momento en que la novela pone en escena su capacidad de absorber el mundo para ficcionarlo todo. Tenemos las fotos en que Borges intenta descifrar las letras de un libro que sostiene casi pegado a su cara; la de Joyce, un ojo tapado con un parche, leyendo con una lupa de gran aumento. Y hay una instantánea en la que el Che Guevara, trepado a una rama en plena selva boliviana, se concentra en la lectura. Tenemos a Kafka, sobre todo las cartas a Milena, en las que la lectura aparece como la forma de poner distancia con el mundo (incluso con la propia Milena). Y, por supuesto, a Anna Karenina, a Madame Bovary; a esos lectores tan locos, geniales e inadecuados como Hamlet y Alonso Quijano que son Bouvard y Pécuchet. ¿Qué significan estas escenas de lectura, escenas secundarias y casi irrelevantes para las tramas novelescas, pero en las que asoma su maquinaria escondida, su sistema secreto? Como en "Formas breves" o en "Crítica y ficción" (también publicadas por Anagrama), Piglia vuelve a mostrarnos que es uno de los grandes maestros en la construcción de itinerarios insólitos para "leer" la literatura contemporánea: leerla no sólo en el sentido literal sino como estela de un recorrido en el que Walter Benjamin (a punto de morir en la frontera entre Francia y España, acosado por los nazis) y Ernesto Guevara (perseguido por el ejército boliviano) se reflejan en su forma de aferrarse a su último tesoro: una maleta con sus últimos libros y escritos. O en la que el investigador privado -figura esencial del género policial, de la "literatura negra", desde el Dupin de Poe al Marlowe de Chandler- se define como un lector muy experto y entrenado, capaz de descifrar lo que pasa inadvertido a la mirada convencional. Y, en primera fila, la mirada de Borges, el lector ciego, para quien sólo es real lo que se hace presente en la lectura. "El último lector" es, como todos los libros de Piglia, un viaje apasionante, una invitación al laboratorio privado de uno de los escritores contemporáneos que lee con mayor lucidez. Pero a la vez se le agrega la intensidad de una sesgada e irresistible autobiografía, como el propio autor sugiere: "Mi propia vida de lector está presente y por eso este libro es, acaso, el más personal y el más íntimo de todos los que he escrito".