Un juez del Supremo de Brasil ha anulado todas las condenas contra Lula da Silva, que podrá ser candidato a las elecciones en 2022. Colapsa así la enorme trama político-judicial construida para impedir que el carismático líder del Partido de los Trabajadores y su enorme tirón electoral pudiera competir en unos comicios. Un gigantesco triunfo del pueblo y la izquierda carioca.
Tras haber pasado dos años en la cárcel, tras haber sido estigmatizado con la sombra de la corrupción, todo el montaje judicial urdido para impedir a toda costa que Lula da Silva (máxima figura de la izquierda carioca, presidente de 2003 a 2011 y artífice del mayor periodo de crecimiento social, económico e internacional de Brasil) y su enorme prestigio, pudieran poner en peligro los planes de la oligarquía brasileña y los centros de poder hegemonistas, se viene abajo como un castillo de naipes.
Durante años y años, los sectores más reaccionarios de la clase dominante brasileña, mediante toda una batería de ataques mediáticos y montajes judiciales y policiales, han tratado de llenar de fango la figura del expresidente con el escándalo Lava Jato. Un caso flagrante de lawfare dirigido por un juez, Sergio Moro, que fue ministro del ultraderechista Bolsonaro y que ha sido descubierto -con una montaña de transcripciones telefónicas- prevaricando con los fiscales para meter a Lula en la cárcel.
Ahora el juez del Supremo ha decidido que el tribunal del Estado de Curitiba que juzgó y condenó a Lula no era competente, anulando los cuatro procesos por los que envió durante 19 meses a expresidente a prisión y restableciéndole todos sus derechos políticos. El líder izquierdista, de 75 años, no descarta presentarse a las presidenciales previstas en 2022.