El suelo se mueve en el socialismo

«Ernest Maragall y Antoni Castells, consejeros de Educación y Economí­a, respectivamente defendí­an el agotamiento de la coalición del PSC con ERC e IC. Incluso Maragall se refirió a la «fatiga» ciudadana por el tripartito que dirige Montilla. Esta doble confesión no sólo demuestra la debilidad que atraviesa el Ejecutivo autonómico, sino también la caducidad de la alianza del socialismo con el nacionalismo extremista para perpetuarse en el poder»

Este escenario de nerviosismo e inseguridad, estos síntomas de agotamiento interno tienen que ver con la inciiente desconfianza en los mandos socialistas sobre las posibilidades electorales de Rodríguez Zapatero para 2012. (ABC) PÚBLICO.- El giro del Gobierno español hará más profunda la recesión y aplazará la salida de la crisis, según la mayoría de expertos que participaron en las XII Jornadas de Economía Crítica. La crisis la están pagando las clases medias y los más pobres", afirmó Bibiana Medialdea, de la UCM, quien subrayó que no faltan recursos porque los rescates bancarios han demostrado "que hay dinero para lo que se quiere". EL PAÍS.- No es posible que no hayan pasado ni dos años del descubrimiento de una gigantesca estafa global protagonizada por banqueros y financieros y que ya parezca que la crisis fue consecuencia de la irresponsabilidad de las clases medias bajas (trabajadores se llamaban antes), empeñadas en hundir el sistema con sus desaforadas demandas. Cualquier ciudadano que oiga hoy a expertos, gobernantes, economistas y periodistas puede llegar a pensar que la crisis ha sido provocada por millones de trabajadores que salieron a las calles en todo el mundo occidental reclamando aumentos de salarios intolerables, pensiones descabelladas, privilegios imposibles Editorial. ABC El suelo se mueve en el socialismo LO que menos podía esperar la dirección socialista nacional es que el más pesimista de los diagnósticos acerca del gobierno tripartito catalán pudiera venir de dos pesos pesados del socialismos catalán: Ernest Maragall y Antoni Castells, consejeros de Educación y Economía, respectivamente. Ambos defendían el agotamiento de la coalición del PSC con Esquerra Republicana e Iniciativa por Cataluña. Incluso Maragall se refirió a la «fatiga» ciudadana por el tripartito que dirige Montilla. Esta doble confesión no sólo demuestra la debilidad que atraviesa el Ejecutivo autonómico, cada vez más rezagado de CiU en las encuestas, sino también la caducidad de la obra cumbre de Rodríguez Zapatero, el «pacto del Tinell», aquella alianza del socialismo con el nacionalismo extremista para perpetuarse en el poder. Por eso, las críticas de Maragall y Castells afectan al proyecto ideológico que ha vertebrado la política de coaliciones de Rodríguez Zapatero, que ya empezó a quebrarse en el País Vasco, con el apoyo del PP a Patxi López. El episodio va más allá de una crítica coyuntural. El PSOE sigue sin orden ni concierto en las comunidades de Madrid y Valencia. Su gobierno en Baleares pende de un hilo. En Andalucía se ha dividido entre seguidores de Chaves y Griñán. Un histórico del socialismo vasco, Jesús Eguiguren, alecciona en público a Zapatero. Los socialistas canarios buscan sustituto a la fracasada apuesta de López Aguilar. Y el presidente manchego, José María Barreda, sigue reclamando un cambio de gobierno. No hacen falta muchas más pruebas para constatar la inestabilidad del PSOE, que en poco menos de año y medio tendrá que enfrentarse a los comicios catalanes y a las elecciones autonómicas y locales de 2011. Este escenario de nerviosismo e inseguridad es lo que ha intentado neutralizar la dirección socialista con los llamamientos a la unidad interna en las sucesivas reuniones del Comité Federal y de los grupos parlamentarios; y, sobre todo, con la renovada estrategia de señalar al PP como culpable de que no haya un gran acuerdo contra la crisis. Sin embargo, estos síntomas de agotamiento interno ya no tienen tanto que ver con la necesidad de un chivo expiatorio externo, sino con la incipiente desconfianza en los mandos socialistas sobre las posibilidades electorales de Rodríguez Zapatero para 2012. Que algunos líderes del PSC se hayan sumado públicamente a esta exhibición de dudas -aunque sea con una lectura sólo catalana-, supone para el PSOE una pésima noticia en su mejor granero de votos. ABC. 14-2-2010 Opinión. Público Los economistas críticos, contra el giro de Zapatero Pere Rusiñol El giro del Gobierno español, que se propone retrasar la edad de jubilación y recortar 50.000 millones de gasto público en cuatro años para calmar a los mercados, hará más profunda la recesión y aplazará la salida de la crisis, según la mayoría de expertos que participaron en las XII Jornadas de Economía Crítica, que se clausuraron ayer en Zaragoza. No son las voces que normalmente están presentes en los medios de comunicación y el debate público, pero esta corriente crítica sí había previsto el crash económico que sacude el mundo. Entonces, nadie escuchó. Ayer, aprobaron un manifiesto en el que, tras lamentar la política "errática" del Ejecutivo, proponen una batería de medidas anticrisis muy distintas a las puestas en marcha en la UE: el aumento de la inversión pública, una reforma fiscal progresiva, la reestructuración del sector financiero (recuperación de la banca pública incluida) y el fortalecimiento del sistema público de pensiones. Entre los 130 expertos que se citaron en Zaragoza y que suscriben el manifiesto hay ocho catedráticos: Carlos Berzosa y Ángel Martínez González Tablas, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Mikel Gómez Uranga, de la Universidad del País Vasco (UPV); Jordi Roca, Alfons Barceló y Benjamí Bastida, de la Universidad de Barcelona (UB); Miren Etxezarreta, emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y Julio Sánchez Chóliz, de la Universidad de Zaragoza. "Cuando el capital financiero internacional ataca, lo hace siempre con dureza. El problema es que ahora Zapatero duda y vira a la derecha", lamentaba el rector de la UCM, Carlos Berzosa, para quien la prioridad debe ser "regular los mercados financieros". El consenso es que el ajuste anunciado dificultará la salida de la crisis."Así será imposible recuperar el nivel de empleo antes de seis o siete años", apuntó Eladio Gutiérrez, economista de CCOO, para quien "la crisis va a ser mucho más larga y dura de lo que se dice". "Desde luego no se puede hacer peor en las últimas semanas", agregó Ángel González Martínez Tablas, catedrático de la UCM. "Hasta ayer se decía que había que ser cuidadoso con la retirada de la inyección pública y de repente se anuncia un recorte brutal". Y añadió: "Lo más tremendo es ver a Campa [secretario de Estado de Economía] dando garantías en Londres de que se harán tantos recortes como exijan los mercados". "No hemos aprendido nada de la crisis", se quejaba Tablas. El lamento resonó por todas las aulas donde se celebraron las jornadas. Los economistas críticos llevaban tiempo anunciando la crisis remando contracorriente en un mar de optimismo. Y resulta que cuando la crisis estalla, únicamente se escucha a las mismas voces económicas que no la habían ni intuido. "Teníamos razón, pero está diluviando y todos corremos el riesgo de ahogarnos", resumió Albert Recio, profesor de la UAB. Su colega Óscar Carpintero, de la Universidad de Valladolid, recordó que la hegemonía de Ronald Reagan y Margaret Thatcher se cimentó precisamente en otra gran crisis del capitalismo."Nadie se da por enterado y en las facultades se siguen enseñando sobre todo modelos econométricos que nada tienen que ver con la realidad", concluyó Benjamí Bastida, catedrático de la UB. Las ponencias presentadas en Zaragoza han aportado un torrente de datos que rara vez son centrales en el debate: el peso de las rentas del trabajo en el PIB está en mínimos históricos, los costes laborales unitarios en España han descendido siete puntos desde 2000, el gasto social (un 21% del PIB) es de los más bajos de la UE y se sitúa a casi diez puntos de Francia "Lo que debería estar haciendo Zapatero es ofrecer un plan extenso de medidas duras y ambiciosas por una economía sostenible que pusiera firme al sistema", sintetizó Alfons Barceló, catedrático de la UB. El "cambio de modelo" del que habla el Gobierno no sería más, según reza el manifiesto aprobado ayer, que un mero "discurso, más ceremonial que operativo". "La crisis la están pagando las clases medias y los más pobres", afirmó Bibiana Medialdea, de la UCM, quien subrayó que no faltan recursos porque los rescates bancarios han demostrado "que hay dinero para lo que se quiere". "Lo obvio debe ser enfatizado porque ha sido ignorado durante largo tiempo", escribió el economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen, fallecido en 1994. Cuando Óscar Carpintero lo recordó en las jornadas, el asentimiento fue general: nunca pareció tan actual. PÚBLICO. 14-2-2010 Opinión. El País Un poco de honestidad Soledad Gallego-Díaz El enojo es la emoción que se experimenta cuando uno se siente objeto de una conducta injusta. Enojo, enfado, es la emoción que deberían estar experimentado hoy día muchos ciudadanos en el mundo no sólo ante la crisis económica a la que deben hacer frente si no, y quizá sobre todo, por la falta de honestidad, de integridad, por la intención de engañarles, que demuestran, una y mil veces, los responsables de esa crisis. Es imprescindible no dejarse llevar por la ira, razonar y participar en el esfuerzo para salir adelante, pero es también vital y urgente reclamar rectitud en los actos y en las palabras, un mínimo de honestidad en expertos, gobernantes, economistas, periodistas y demás portavoces de la sociedad, que de manera creciente participamos, consciente o inconscientemente, en la ocultación y tergiversación de la realidad. No es posible que no hayan pasado ni dos años del descubrimiento de una gigantesca estafa global protagonizada por banqueros y financieros y que ya parezca que la crisis fue consecuencia de la irresponsabilidad de las clases medias bajas (trabajadores se llamaban antes), empeñadas en hundir el sistema con sus desaforadas demandas. Cualquier ciudadano que oiga hoy a expertos, gobernantes, economistas y periodistas puede llegar a pensar que la crisis ha sido provocada por millones de trabajadores que salieron a las calles en todo el mundo occidental reclamando aumentos de salarios intolerables, pensiones descabelladas, privilegios imposibles de asimilar por un sistema que hubiera funcionado bien si no hubiera sido por esa locura que contagió a las clases medias bajas a finales del siglo XX y comienzos del XXI. Un mínimo de honestidad (y de eficacia a la hora de afrontar la crisis) exige tener presente que fue la gigantesca especulación generada por un sistema financiero no controlado la que provocó el estado de cosas actual a nivel mundial. En el caso español, además, hay que añadir una burbuja inmobiliaria, consentida y alentada por banqueros, economistas y políticos, del PP y del PSOE, no porque fueran unos corruptos o vendidos (aunque algunos sí lo fueran), sino porque la bonanza provocada por esa burbuja causaba una sensación general de bienestar. Un mínimo de honestidad exige tener presente que buena parte de los problemas de las empresas españolas están provocados no por los sueldos, sino por el hecho de que el sistema bancario ha reducido extraordinariamente sus líneas de crédito. El hecho de tener razón no le va a servir de mucho a esas clases medias, aplastadas por el paro y el empobrecimiento. Nunca ha bastado con estar libre de culpa. La realidad es que existe un déficit complicado de financiar, que es imprescindible que el Gobierno español recupere credibilidad y que esa credibilidad se obtiene en los mercados internacionales con medidas de austeridad, es decir, con reducción del gasto público, quizá combinadas con aumento de ciertos impuestos al consumo (los que más afectan a esa clase media baja). La cuestión es hasta qué punto se puede exigir el esfuerzo de ese sector de población y qué modalidades proponen las distintas opciones políticas. Está claro que las clases populares han apoyado el sistema (y que sus representantes, la socialdemocracia, ha apoyado ese sistema) porque a lo largo de muchas décadas ha permitido el ascenso social de buena parte de esa ciudadanía (aunque, como afirma el economista Mario Trinidad, no tanta como sus panegiristas aseguran). La mayoría de los votantes de la izquierda actual no están interesados en una alternativa al sistema económico vigente, sino que quiere simplemente mantener su hueco. Pero esa lealtad al sistema exige garantizar que es posible el ascenso social, que funcionan la educación y la sanidad, las pensiones y los derechos políticos. Si el recorte sustancial de todo eso entra a formar parte del esfuerzo exigido, no estará claro para qué sirve el sistema ni, desde luego, la socialdemocracia. Y por mucho que todos colaboremos en el engaño, al final el enojo tendrá consecuencias. EL PAÍS. 14-2-2010