Una alternativa permanentemente presente desde 2015

El siempre oculto (y siempre presente) gobierno de progreso

A lo largo de los tres últimos años, la alternativa de un "gobierno de progreso" -fruto de algún tipo de acuerdo entre PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos- ha brotado una y otra vez.

Concentración ante el Congreso de la Coordinadora Estatal de Recortes Cero Grupo Verde para demandar un Gobierno de Progreso.

El 20 de diciembre de 2015, el Partido Popular perdió la llave de la mayoría absoluta, y se abrió la posibilidad de conformar una alternativa política al gobierno de los recortes y la corrupción. Hasta el punto en que hubieron de repetirse las elecciones el 26J de 2016. En esa segunda ocasión, la mayoría social votó de nuevo por un cambio de gobierno y de políticas. Esa mayoría social progresista fue la que hizo posible el triunfo de la moción de censura que desalojó a Rajoy en junio.

A lo largo de los tres últimos años, la alternativa de un «gobierno de progreso» -fruto de algún tipo de acuerdo entre PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos- ha brotado una y otra vez. 

Una alternativa que podría haber permitido y que aún permite -sobre la base de tomar como base de la negociación los múltiples puntos programáticos en común que estas tres fuerzas tienen en políticas de regeneración democrática o de reversión de recortes sociales- impulsar un gobierno donde se den por una parte mejores condiciones para hacer avanzar las exigencias populares, y por otro lado obstaculizar el proyecto de saqueo, recortes y empobrecimiento que pesa sobre nuestro país.

Una alternativa para desmantelar las políticas más dañinas de la época de Rajoy. Pero que -al no depender ni un ápice de ningún apoyo independentista ni de ningún eventual «peaje»- crea mejores condiciones para defender la unidad desde posiciones de progreso. 

Esta alternativa ha sido tan apoyada como bombardeada. Ha estado tan presente como grandes han sido los esfuerzos por ocultarla o impedirla. En torno a ella se produjo la rebelión de los barones socialistas que llevaron a cabo la defenestración de Sánchez en aquella noche de los cristales rotos en la ejecutiva del PSOE de octubre de 2016. En torno a ella se ha forjado buena parte de las diferencias políticas que han llevado a Errejón a tomar un camino diferente del de Iglesias. Esa alternativa enmarca ahora esta nueva oleada de inestabilidad, donde chocan el avance del “programa de los recortes” y una mayoría social que rechaza seguir ese camino.

La línea de Pedro Sánchez en el PSOE ha intentado dar pasos hacia el gobierno de progreso. Elaborando unos presupuestos progresistas con Unidos Podemos, e intentando atraer a Ciudadanos a aprobarlos o a no bloquearlos. No lo ha conseguido. 

La dirección de Ciudadanos, encabezada por Albert Rivera, está cometiendo un grave error político al ponerse del lado de la estrategia de Casado. Pero se equivocan quienes los ponen en el mismo saco que el PP. No digamos ya los que hablan de «las tres mellizas» para pintar un frente común -sin diferencias ni fisuras- entre C´s, PP y Vox. Por su programa y por sus votantes, Ciudadanos es unible a muchas propuestas de progreso y regeneración democrática. Echándolos en manos de la derecha más reaccionaria, la izquierda se pega un tiro en el pie, al tiempo que galvaniza el frente de Casado y Aznar.

Sin embargo, la oportunidad del gobierno de progreso volverá a brotar. Después de las generales (si es que al final las hay), o después de las autonómicas y municipales. Porque se corresponde con las aspiraciones de una mayoría social que -con distintas sensibilidades- apuesta por políticas sociales, por revertir los recortes, por la regeneración democrática y por la unidad.