En una dura pugna, por menos de un punto de ventaja sobre su oponente, el candidato de la izquierda, el expresidente Luis Inácio Lula da Silva, ha ganado la segunda vuelta de las elecciones en Brasil. Una victoria cargada de épica, sobre todo si tenemos en cuenta que sólo hace tres años, el histórico líder del PT era liberado de la cárcel de Curitiba, donde le habían enterrado la escandalosamente prevaricadora trama de la Lava Jato.
Tras «El Imperio Contraataca» -tras siete años de que un impeachment fraudulento y golpista, urdido desde los sectores más reaccionarios y vendepatrias de la clase dominante brasileña y desde los centros de poder hegemonistas, sacara al Partido de los Trabajadores de la presidencia de Brasil, poniendo primero al corrupto, neoliberal y proyanqui gobierno de Michel Temer y luego al corrupto, ultraderechista y trumpista ejecutivo de Jair Bolsonaro- una avalancha de 60 millones votos, fruto de la indoblegable y persistente lucha del pueblo brasileño, ha hecho posible el «Retorno de Lula» a la presidencia de Brasil.
Se trata de una vibrante e histórica victoria, un épico triunfo de la izquierda, de los movimientos sociales y de todo el pueblo brasileño. Y hacemos nuestro el inmenso júbilo que hoy viven no sólo 60 millones de cariocas, sino muchos millones más en toda América Latina y el mundo.
El retorno de Lula sobre los hombros de millones de votantes es la culminación de siete años de lucha en los que las clases populares, la izquierda y los movimientos sociales de Brasil no han dejado de movilizarse: contra el impeachment y contra los políticos corruptos y entreguistas que usurparon la presidencia; contra los recortes sociales en sueldos, pensiones, sanidad o educación; contra el racismo, la brutalidad policial, y la violencia de los sicarios de la extrema derecha; contra los ataques a los derechos de las mujeres o del colectivo LGTBI; contra la destrucción de la Amazonia y la constante violación de los derechos de las comunidades indígenas y quilombolas; o contra la negacionista, negligente y genocida gestión de la pandemia por parte de Bolsonaro, responsable -al boicotear las medidas necesarias para proteger la salud pública- de más de 688.000 muertes.
En todos estos siete años, la izquierda y los movimientos sociales no han dejado de luchar ni un sólo día, forjando la organización, la conciencia y la unidad necesarias para cambiar la correlación de fuerzas entre el pueblo y sus enemigos.
Una vez libre, el expresidente Lula -una figura de indiscutible prestigio y tirón electoral, un histórico líder obrero forjado en la lucha sindical contra la dictadura militar- ha encabezado y pilotado con éxito el proceso de conformación del frente amplio de unidad contra la tenebrosa amenaza de cuatro años más de Bolsonaro. Y lo ha conseguido, uniendo en la misma candidatura al Partido de los Trabajadores, a la izquierda anticapitalista del PSOL, a los comunistas del PCdoB, a cientos de representantes de sindicatos y movimientos sociales como el Movimiento Sin Tierra, e incluso a importantes sectores de la burguesía nacional opuestos al desastre bolsonarista, representados por el socialdemócrata Geraldo Alckmin, segundo en las listas de Lula.
La inmensa tarea que ahora le espera al gobierno de Lula tiene por delante inmensos recursos, pero no menos enormes retos, dificultades y amenazas. La principal es un Bolsonaro que -a fecha de esta edición- no ha reconocido el resultado, y que todavía contará con dos meses al frente del gobierno. Un ultraderechista que ha afirmado en múltiples ocasiones que no está dispuesto a dejar los mandos del país, que cuenta con 58 millones de votantes, con muchos seguidores entre las fuerzas armadas, y que incita permanentemente al odio y a la polarización tóxica. Y que, incluso en el caso de que finalmente acceda a un traspaso “tranquilo” de poderes, de seguro va a ejercer una oposición feroz, dominando gran parte de las cámaras legislativas.
Pero si hay alguien capaz de coser las heridas de un país dividido, escapar de la polarización y avanzar en la recuperación de la justicia y la tolerancia social, ése es Lula da Silva y el gobierno de Frente Amplio que va a presidir.
La indoblegable lucha, la perseverante movilización, la persistente organización del pueblo en torno a una línea justa de unidad. Toda ese inmenso caudal de energía está detrás del «Retorno de Lula», que ahora tiene ante sí la emocionante tarea de retomar la senda de progreso, libertad, prosperidad, redistribución de la riqueza y conquista de la soberanía frente al imperialismo que hizo brillar su anterior etapa de gobierno.
En la esperanza de que tanto él como su pueblo lograrán hacerlo, desde estas páginas saludamos y celebramos con inmensa alegría el Retorno de Lula.