El regreso del criminal déficit comercial

«Aunque las estadí­sticas del comercio publicadas la semana pasada indican que los consumidores estadounidenses están absorbiendo grandes cantidades de importaciones a medida que se recupera el gasto, la débil demanda en el resto del mundo está estrechando las exportaciones estadounidenses. Mientras tanto, China está absorbiendo la demanda dondequiera que se mire con su oferta de productos artificialmente baratos. Alemania, la otra potencia mundial exportadora, está recortando su presupuesto y basándose en la demanda externa para impulsar su recuperación económica. Esto no es sostenible.»

El desbordado déficit comercial estadounidense significa que la creciente demanda de los consumidores está fluyendo a roveedores del extranjero en lugar de alimentar el crecimiento en el país. La economía estadounidense es demasiado débil para soportar esta carga. Los datos comerciales recientes han llevado a los economistas a recortar las estimaciones de crecimiento para este año. Para que la recuperación mundial siga, la demanda interna debe reavivarse en todo el mundo. Otros países líderes deben hacer más para estimular su propia demanda. Y China no puede seguir acaparando el mercado de exportación mundial. Las cifras son alarmantes (THE NEW YORK TIMES) DIARIO DEL PUEBLO.- Cuando las amenazas y oportunidades principales al desarrollo económico global se manifiestan a un nivel transnacional, no es factible que una sola nación disponga a su antojo del resto del mundo, imponiendo de modo desproporcionado sus intereses. Como consecuencia de la crisis financiera global, están emergiendo nuevos patrones de interacción económica multidireccional y multidimensional, dando lugar a nuevas constelaciones de poder e influencia en las relaciones internacionales. Washington debe adaptarse a este nuevo orden, y en lugar de concentrarse en promover sólo sus intereses nacionales, debe procurar que los mismos no queden marginados en discusiones internacionales, en las cuales EEUU se ve aislado por la desconfianza que le demuestran las potencias emergentes. EEUU. The New York Times El regreso del criminal déficit comercial La economía mundial está cayendo en hábitos muy peligrosos. Estados Unidos intenta salir de la recesión, pero aún se encuentra en riesgo de otra recaída. Sin embargo, aunque las estadísticas del comercio publicadas la semana pasada indican que los consumidores estadounidenses están absorbiendo grandes cantidades de importaciones a medida que se recupera el gasto, la débil demanda en el resto del mundo está estrechando las exportaciones estadounidenses. Mientras tanto, China está absorbiendo la demanda dondequiera que se mire con su oferta de productos artificialmente baratos. Alemania, la otra potencia mundial exportadora, está recortando su presupuesto y basándose en la demanda externa para impulsar su recuperación económica. Esto no es sostenible. El desbordado déficit comercial estadounidense significa que la creciente demanda de los consumidores está fluyendo a proveedores del extranjero en lugar de alimentar el crecimiento en el país. La economía estadounidense es demasiado débil para soportar esta carga. Los datos comerciales recientes han llevado a los economistas a recortar las estimaciones de crecimiento para este año. Para que la recuperación mundial siga, la demanda interna debe reavivarse en todo el mundo. Otros países líderes deben hacer más para estimular su propia demanda. Y China no puede seguir acaparando el mercado de exportación mundial. Las cifras son alarmantes. El déficit comercial de Estados Unidos se disparó a 49,9 mil millones dólares en junio, el mayor desde octubre de 2008. En julio, un mes más tarde, China registró un superávit comercial de 28,700 millones, el mayor desde enero de 2009. En los primeros cinco meses del año, el superávit comercial de Alemania, debido en gran parte a la demanda de máquinas-herramienta por la recuperación de las economías de Asia, aumentó un 30% en comparación con 2009, a cerca de 75 mil millones. Como era de esperar, los datos de ambos lados de los océanos se engranan: el déficit bilateral de Estados Unidos con China aumentó un 17% en junio, a 26.200 millones – el mayor en 40 meses. Y crecieron un 5% con Alemania, a 3 mil millones de dólares. El modelo pone de relieve grandes problemas en la combinación de políticas económicas en todo el mundo. A medida que Alemania y otros países ricos de Europa empezaron a recortar sus presupuestos y la economía mundial se desaceleró, Estados Unidos –asediado como está– se ha quedado como única fuente de crecimiento de la demanda. Mientras tanto, la renuencia de Pekín para poner fin a una estrategia económica basada en las exportaciones baratas está cimentando su posición como gran monopolizador de la demanda en el mundo. Hay una mala manera de abordar este problema. Los rumores sobre sanciones a China han regresado al Capitolio, pero cualquier intento de penalizar de golpe los aranceles a los productos chinos podría dar lugar a represalias destructivas de ojo por ojo. La unidad de los republicanos del Congreso para poner fin a una administración Obama (y sigue siendo demasiado débil) sensible a las políticas de estímulo podría ayudar a reducir el déficit comercial – pero sólo inclinando nuevamente a la economía a la recesión. Hay una manera correcta de abordar esta creciente amenaza. Los líderes chinos finalmente tienen que reequilibrar su economía y basarse más en la demanda interna y menos en las exportaciones. El banco central anunció en junio que permitiría a la moneda china iniciar lentamente su revaluación frente al dólar – pero ha aumentado menos de un 0,5%. China debe cumplir lo prometido. Las economías ricas, con un gran superávit comercial y la capacidad de mantener el déficit presupuestario –sobre todo Alemania– necesitan gastar más, no menos, en casa y en el extranjero. Después de que el riesgo de recesión haya disminuido, Estados Unidos debe trabajar para corregir su histórico déficit comercial con el mundo mediante la desaceleración del gasto nacional y el aumento del ahorro. Pero no habrá recuperación –aquí o en el resto del mundo– a menos que todos los agentes económicos importantes hagan más para impulsar la demanda en este momento. THE NEW YORK TIMES. 16-8-2010 China. Diario del Pueblo EEUU debe renunciar a suma cero en un nuevo orden mundial Iain Mills El 2010 ha sido un año difícil para las relaciones entre China y EEUU, pero aunque todavía persisten tensiones bilaterales, hoy abundan más las razones para el optimismo que algunos meses atrás. La revaluación del yuan ha sido uno de los temas más polémicos entre las partes. El mismo dispone del potencial de constreñir la cooperación bilateral futura si no se le presta la debida atención. Afortunadamente, los elementos de marcado talante extremista no son mayoría en Washington. Prima allí la opinión más moderada de que las dificultades económicas de EEUU se derivan de factores estructurales internos, no de la política económica china. Sin embargo, el febril cabildeo del Capitolio parece inclinarse más a otorgar o anotarse puntos políticos que a priorizar el desarrollo nacional. La inestabilidad en las relaciones con China no tiene ninguna ventaja identificable para EEUU, por lo que queda claro que incrementar la cooperación es la línea de conducta más deseable. Desde 2007, el yuan se ha apreciado entre un 20 a un 30 por ciento contra otras monedas importantes, lo cual refleja un enfoque más realista del mercado y un proceso constante de desregulación del Banco Popular de China (BPCh), el banco central del país. Está claro que la libre flotación del yuan responde a los intereses a largo plazo de China. Tal tendencia aumentaría el poder adquisitivo de China en el exterior y generaría un potencial masivo para sus industrias de servicios financieros. Sin embargo, también resulta innegable que una nueva revaluación repentina haría un daño significativo a la recuperación económica de China y, por extensión, a la recuperación global. Un enfoque más racional, como el que publicó recientemente el BPCh, es propiciar el incremento según lo permitan las condiciones. Por su parte, China debe admitir que, para quitarse de encima las acusaciones de no estar jugando limpio en la arena internacional, debe dar pasos sanos en el sendero de la reforma, además de continuar cumpliendo con sus obligaciones internacionales. La significación más amplia del tema del yuan, sin embargo, se relaciona con el papel de EEUU en los asuntos globales, y hasta qué punto el “consenso de Washington” resulta insostenible como modelo de relaciones internacionales. Cuando las amenazas y oportunidades principales al desarrollo económico global se manifiestan a un nivel transnacional, no es factible que una sola nación disponga a su antojo del resto del mundo, imponiendo de modo desproporcionado sus intereses. Como consecuencia de la crisis financiera global, están emergiendo nuevos patrones de interacción económica multidireccional y multidimensional, dando lugar a nuevas constelaciones de poder e influencia en las relaciones internacionales. Washington debe adaptarse a este nuevo orden, y en lugar de concentrarse en sólo promover sus intereses nacionales, debe procurar que los mismos no queden marginados en discusiones internacionales, en las cuales EEUU se ve aislado por la desconfianza que le demuestran las potencias emergentes. En este contexto, el tema del yuan representa una posición de principios para China. Tal y como están las cosas hoy, China es un contribuyente principal al crecimiento global. Los esfuerzos globales se deben concentrar en promover, no obstaculizar, el crecimiento de China. Por otra parte, si bien la economía de EEUU sigue siendo la mayor del mundo, dicha condición sólo se podrá sostener mediante lazos de cooperación de ganancia compartida con socios emergentes. Desafortunadamente, no está claro si la política exterior de EEUU será capaz de adaptarse a esta nueva realidad, y el tema del yuan encarna con nitidez la naturaleza a menudo auto-derrotista de su comportamiento. China ha reconocido desde hace mucho que tiene sentido económico llegar a un yuan de libre flotación, pero mantiene a la vez que sólo hará estas reformas cuando las condiciones lo permitan. Es muy poco probable que el Gobierno chino cambie esta política, pues hacerlo causaría un daño significativo a la economía. Así, al presionar a China, EEUU no consigue más que enemistarse con ella y crear dificultades a las relaciones a través del Pacífico. Para algunas secciones de la clase política estadounidense, que siguen inmersas en la trasnochada diplomacia de suma cero que marcó la Guerra Fría, tal enfoque puede tener alguna validez. Sin embargo, es menester esperar que el grueso del público estadounidense sea más abierto y comprenda que el tema del yuan es apenas una señal de que sólo mostrando mayor respeto por los intereses de otros actores podrá EEUU prosperar bajo el nuevo orden internacional. DIARIO DEL PUEBLO. 16-6-2010