Siria

El régimen de Al Assad masacra a la población de Guta

Los 400.000 habitantes de Guta -reducto opositor en la periferia de Damasco- viven en el infierno. Las dos semanas de intensos bombardeos por parte del gobierno de Bachar Al Assad han dejado ya más de 500 cadáveres, cifra que se espera que se multiplique al levantar los escombros. La cruenta guerra de Siria se recrudece en sus últimos coletazos, dejando escenas dantescas y genocidios sin nombre. Es preciso parar esta barbarie.

Los aviones de Damasco y de Moscú no han dejado de lanzar misiles y barriles bomba sobre la aterrorizada y famélica población de Guta Oriental, que lleva cercada por el Ejército Sirio desde 2013 y que recibe ayuda humanitaria con cuentagotas. En la ciudad quedan entre 2.000 y 6.000 milicianos de Jeish el Islam (principal facción islamista en Guta, avalada por Arabia Saudí). Pero el castigo lo están soportando 400.000 civiles inocentes. Miles y miles de familias sobreviven como pueden, refugiadas bajo tierra, sin apenas víveres, ante la muerte que cae del cielo. Nada se libra de las bombas: ni casas, ni escuelas, ni hospitales, ni mercados. Todo se ha convertido en un objetivo militar.

No se sabe si son los vivos los que envidian a los muertos. Las dos semanas de cruenta ofensiva aérea contra este reducto de 97 km cuadrados -una ciudad simbólica, al ser una de las primeras en sumarse a la ola de protestas contra Al Assad en la primavera árabe de 2011- han dejado más de 520 muertos -entre ellos 127 niños y 75 mujeres- y 2.500 heridos, según datos de Médicos Sin Fronteras. Pero todos saben que muchos, muchos más cuerpos, aguardan a ser desenterrados bajo las ruinas. El olor a muerte lo llena todo.

Como tantas otras veces en este cruento conflicto, el alto el fuego temporal acordado por el Consejo de Seguridad de la ONU -incluyendo a Rusia, representado al gobierno sirio- ha durado lo que un suspiro. Al igual que ocurrió en Aleppo (la segunda ciudad del país, en manos opositoras) en noviembre de 2016, la tregua es aprovechada por los ejércitos sirio y ruso con bombardeos masivos a los enemigos para forzar su retirada.

La macabra estrategia en Guta puede estar contando ahora con la colaboración del gobierno turco de Erdogan, que aunque siempre ha sido un acérrimo enemigo de Al Assad se acerca cada vez más a la Rusia de Putin. Mientras el presidente otómano ha pedido a la ONU que ponga fin a la «masacre» que se está perpetrando Guta, desde el pasado 20 de enero, Ankara y sus aliados del opositor Ejército Libre Sirio llevan adelante la operación ‘Rama de Olivo’ en Afrin, al norte de Siria, dirigida contra grupos yihadistas y las Unidades de Protección Popular (YPG), brazo armado del Partido kurdo-sirio de la Unión Democrática (PYD). La ofensiva ha causado la muerte de 130 civiles, según fuentes kurdas.

Cabe recordar que en los años anteriores Turquía fue un apoyo decisivo del Frente Al Nusra en Guta, o a los opositores a Al Assad en el asedio de Aleppo. Todo apunta a que una Turquía alineada con Moscú puede estar actuando de «poli bueno»: mientras las bombas sirias y rusas arrasan Guta, los turcos convencen a la resistencia de que se rinda y entregue el cinturón rural de Damasco.

Una vez más, la Rusia de Putin aplica en Siria una “política de hechos consumados” digna de su carácter como heredera de una potencia socialfascista, utilizando los «alto el fuego» para apoderarse de objetivos estratégicos -a costa del sufrimiento de cientos de miles de inocentes- y presentarse de nuevo en la mesa de negociaciones con una situación de poder.

Porque, si bien es preciso recordar siempre que la abyecta guerra de Siria fue iniciada, provocada e instigada por la superpotencia norteamericana para derribar a Bachar Al Assad en Damasco -un régimen que desde la Guerra Fría se había mostrado fieramente hostil a Washington, alineándose con la URSS- llegando a financiar, armar y hacer emerger casi de la nada a las distintas facciones de la oposición siria (desde los fanáticos islamistas del Estado Islámico, hasta los “moderados y proocidentales” del Ejército Libre Sirio); es obligatorio denunciar también el carácter genocida, criminal y asesino del régimen de Bachar Al Assad, así como la impronta inequívocamente imperialista, bárbara y homicida del Kremlin. Ambos no han dudado incluso en utilizar el horror innombrable de las armas químicas contra la población indefensa.

El objetivo norteamericano de derribar al régimen de Damasco y reordenar Oriente Medio hace tiempo que fracasó, sobre todo a partir del punto de inflexión que significó la entrada de Rusia en el conflicto. EEUU ha perdido esta guerra de forma irremediable. Su influencia en Oriente Medio se resiente, al tiempo que avanza la de la alianza Moscú-Damasco-Teherán. La derrota y el retroceso norteamericano es una buena noticia para los pueblos de Oriente Medio y del mundo.

Pero ha costado y sigue costando muy, muy cara. Desde que comenzara en 2011, unos 470.000 personas han perdido la vida en los siete años que dura la guerra de Siria. Unos 5,4 millones de refugiados han salido del país intentando huir de la muerte, solo para encontrarse con una comunidad internacional -especialmente la de la hipócrita Unión Europea- que les ha cerrado las puertas, que les ha dejado morir de frío y hambre en los campos helados, que les ha entregado al carcelero turco que les custodia con mano de hierro. Pero la mitad del país (unos 12 millones de un total de 22) malviven como desplazados internos, sobreviviendo cada día entre escombros, hambre, enfermedades… y bombas y balas, de un bando y de otro.

La intervención de potencias extranjeras en Siria -EEUU y Rusia- no ha hecho sino agudizar los catastróficos efectos de la guerra. Es indispensable una paz que ponga fin al conflicto en Siria, sin la intervención de grandes potencias, que no defienden la paz o la democracia sino oscuros intereses de dominio.

Es preciso parar esta masacre ignominiosa. Es perentorio detener esta abyecta matanza. Es urgente una conferencia de paz internacional -en la que tengan protagonismo otras fuerzas no interesadas en mantener el conflicto- que acabe con la guerra en Siria. Y para empezar, es imperativo interrumpir el holocausto de Guta.