A primera hora de la mañana de ayer, el vicepresidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunciaba que su gobierno había decidido expulsar de Venezuela, en un plazo de 24 horas, a un agregado aéreo de la Embajada de Estados Unidos, David Del Mónaco, por contactar a militares venezolanos para desestabilizar. Poco después, el ministro de Exteriores, Elías Jaua, confirmaba la expulsión de un segundo asesor militar de la embajada, a quien identificó como David Costal, por idénticos motivos.
Las expulsiones fueron decretadas después de que oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) informaran de haber sido contactados personalmente o por vía telefónica por ambos estadounidenses para, primero, investigar la situación de la fuerzas armadas y, en segundo lugar, proponerles proyectos desestabilizadores. Maduro explicó también que los servicios de la inteligencia militar están “tras las pistas de otros elementos que configuran todo este cuadro venenoso para buscar perturbaciones contra la vida social y la paz de nuestra patria y de nuestro pueblo”. Que el imperialismo yanqui y los reaccionarios y vendepatrias locales van a tratar de aprovechar la desaparición de Chávez para desestabilizar la revolución venezolana mediante todo tipo de maniobras e injerencias, ya que no pueden derrotarla en las urnas, está fuera de toda duda. Ya lo hicieron en vida de Chávez –con el golpe militar de 2002 y el sabotaje petrolero de 2003-2004– y no van a desistir de intentarlo nuevamente sin él.
«Las raíces de la revolución están firmemente asentadas en el corazón del pueblo venezolano»
Obama ya ha dicho que con la muerte de Chávez “se abre un nuevo capítulo en la historia de Venezuela”. Idéntico mensaje que en nuestro país han seguido a pies juntillas los grandes medios de comunicación, afirmando que “la muerte de Hugo Chávez pone un punto y aparte en la Venezuela contemporánea”. Todos respiran aliviados confiando en que la muerte de Chávez suponga el fin de la pesadilla que para el hegemonismo norteamericano y sus aliados supone la revolución bolivariana. Pero se equivocan. La desaparición de Chávez no va abrir ningún nuevo capítulo, ni va a significar ningún punto y aparte, porque las raíces de la revolución están firmemente asentadas en el corazón de la inmensa mayoría del pueblo venezolano. Y no van a permitir que las maniobras e injerencias desestabilizadoras del imperio echen atrás los avances políticos y sociales construidos en una dura lucha de 15 años. No lo hicieron cuando Chávez estaba prisionero de los militares golpistas bendecidos por Washington. Y no lo harán ahora. Y en ese camino de avanzar en la independencia, el socialismo y la libertad, los venezolanos encontrarán el apoyo resuelto y la más estrecha solidaridad de todos los pueblos del mundo. Y en primer lugar de los pueblos que formamos la gran familia de las naciones iberoamericanas.