“Si nada te sorprende, date por muerto” solía decir Luis Eduardo Aute, y tal vez esa curiosidad por todas y cada una de las formas de expresión artísticas le llevó a explorar tantas de ellas: la poesía, la música, la fotografía, la dirección cinematográfica, el guion, el artículo periodístico… y, sobre todo, la pintura.
La verdad es que Eduardo nunca pensó que sería más famoso por sus canciones que por ninguna otra faceta, ocurrió casi por casualidad, cuando en los años 70 coincidió con Massiel, admiradora de sus poemas, y le pidió que escribiera una canción para ella. Así nació “Rosas en el mar”.
Desde ese momento, las mejores voces femeninas de nuestro país han encarnado sus composiciones: Ana Belén, Rosa León, Mari Trini, Cristina Rosenvinge…
Ya metido en la harina de fabricante de canciones, que “Son, para mucha gente, su único contacto literario”, procuraba “que tengan la dignidad de un texto de Neruda o Kavafis”.
Mucho menos pensó en ser cantautor, por eso, cuando, habiendo escrito ya varias piezas para diversos cantantes, el compositor Juan Carlos Calderón le sugirió por primera vez que grabara él mismo sus composiciones en lugar de escribirlas para otros, sencillamente se negó.
Poco hubiera imaginado que tiempo después algunas de sus composiciones iban a convertirse en auténticos himnos de la transición, como “A por el mar”, “Las cuatro y diez” y, sobre todo, “Al alba”.
Nunca pensó que aquella historia de amor en vísperas de un fusilamiento se iba a convertir en una de las canciones mas repetidas y populares de la historia de nuestro país, y en un emblemático alegato contra la pena de muerte.
-Hay veces que una canción conecta con el sentimiento colectivo -decía-, pero yo desconozco las coordenadas a partir de las cuales la gente la empieza a hacer suya.
Eduardo no quería ser incluido entre los autores de “canción protesta”.
-Yo vengo de una familia burguesa -decía-, prefiero retratar con ironía las miserias de mi clase.
Su tema favorito fue siempre el amor y el erotismo, reflejado en las diversas facetas artísticas que desarrolló.
Los comienzos
Eduardo había nacido en Manila, un 13 de septiembre de 1943. Su padre, catalán de ascendencia andaluza, ocupaba un alto puesto en la Compañía de Tabacos de Filipinas, propiedad de la familia Gil de Biedma. Su madre pertenecía a la alta sociedad filipina, y tenía raíces valencianas y santanderinas. Desarrolló sus primeros 8 años de vida en 4 lenguas: el inglés, la de la enseñanza, y el castellano, catalán y tagalo, las del entorno familiar.
Aunque no volvió a vivir en su país natal después de mudarse la familia a España, nunca rompió sus vínculos personales y artísticos con él. En 2016 recibió el Premio José Rizal de las letras filipinas.
Tras una corta estancia en Barcelona, su familia se instaló en Madrid, su ciudad durante el resto de su vida.
A los 17 años hizo su primera exposición, y su primera incursión en la música como batería del grupo “Los Sonor”, que después se convertiría en “Los Bravos”. Un año más tarde escribe su primer guion cinematográfico, y, poco después, su primer libro de poemas.
Su curiosidad cosmopolita le llevó a París, y a trabajar como ayudante de dirección de Mankiewicz en Cleopatra y después en películas de de Jean-Luc Godard, Louis Malle y Maurice Ronet.
“Cine, cine, cine, más cine, por favor”, debió pensar, y desde entonces el séptimo arte formó también parte de su universo, bien poniendo música a diversas películas de Jaime Chávarri, José Luis Berlanga o Fernando Fernán Gómez, bien como autor de diversos cortometrajes,
Con 23 años publicó una revista de ciencia ficción, “Nueva Dimensión” y escribió el guion de la película Cibeles de José Samano, premiado en el festival de San Sebastián como mejor corto experimental.
Cuba
Viajero constante, la pintura le llevaba de la mano a París, Brasil, Florida.. Pero, de tantos destinos, guardó sobre todos ellos una relación especial con Cuba, donde “Al Alba” es también un himno.
Eduardo es un referente imprescindible en la isla, sus pinturas han colgado de las salas de exposiciones de la Habana en diversas ocasiones, sus canciones se han hermanado con las de la Nueva Trova Cubana, Pablo Milanés, Amaury Pérez y, sobre todo, su gran amigo Silvio Rodríguez.
En 2008 recibió de parte del gobierno cubano la Distinción de la Cultura, que muy pocos artistas no cubanos pueden presumir de tener. La Isla le organizó una semana entera de homenaje a base de conciertos, exposiciones, audiovisuales y recitales de poemas.
“Vivo un sueño que quisiera compartir entre ambos países”
En el Ateneo Madrid 21 y un amigo
Eduardo fue uno de los primeros socios del Ateneo Cultural Madrid 21, al que continuó apoyando hasta el aciago infarto de 2016 que le apartó de la vida pública y de toda actividad.. Como siempre, se apuntaba a las cosas en las que creía, sin preguntarse si triunfarían o no.
En 2001 vino como invitado a este su ateneo, para presentar su primer largometraje, una obra de animación, “Un perro llamado dolor”, para la cual hizo 4000 dibujos y que es un homenaje a sus pintores favoritos: Goya, Dalí, Picasso, Duchamp y Frida Khalo.
“Un perro llamado dolor” se dio a conocer en el Festival de San Sebastián y fue parte también de otros festivales, como Valladolid y Málaga.
Fue también promotor de la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones y del movimiento social, cultural y político Recortes Cero. Fue también firmante de numerosos manifiestos, contra el Plan Ibarretxe, contra los recortes, contra las bases norteamericanas en nuestro país… Nunca se preguntaba por el éxito de una iniciativa, si la veía justa, adelante, se contaba con él.
Legado
Eduardo nos deja una gigantesca herencia cultural, de la que forman parte:
-19 Lps, como “Espuma”, “Rito”, “Babel”, “Forgesound” (colaboración con Forges), “Albanta”, y decenas de recopilatorios y grabaciones de conciertos
-6 Libros de poemas, entre ellos “La matemática del espejo”, “La liturgia del desorden”, “AnimaL1” además de “Cuerpo del delito”, que recoge las letras de sus 400 canciones
-19 Películas, la mayor parte cortometrajes
-40 Exposiciones de pintura en salas de numerosas ciudades españolas, pero también de Florida, Los Ángeles, Manila y La Habana.
Pedimos prestadas a su amigo, el cantautor cubano Silvio Rodríguez, las palabras finales de “Noche sin fin y mar”, la canción que le dedicó, ya que la donó para quien quiera usarla como homenaje. Sirvan como dedicatoria al artista y al amigo.
“Quien estuviera allí
viéndote reposar,
saber tu sueño y cantarlo,
noche sin fin, sin fin y mar.”