El pasado 4 de abril, un comunicado del cuartel general de la Sexta Flota norteamericana, con sede en Nápoles, informaba de que cuatro destructores lanzamisiles destacados en la base de Rota, en Cádiz, serían sustituidos por otros más modernos. Añadiendo que, aprovechando la circunstancia, se trasladaría también un escuadrón adicional de helicópteros navales.
No fue el Ministerio de Defensa, ni ninguna autoridad española, sino el ejército norteamericano, quien decidió como y cuando se hacía público.
Una información de El País adelantaba que, además, esta ampliación se realizaría sin la necesaria modificación del convenio que rige el contingente militar que pueden albergar las bases españolas.
El tratado con Washington especifica de forma pormenorizada las unidades autorizadas en cada base. Se ha reformado cada vez que EEUU ha exigido un refuerzo de su presencia militar. Así sucedió en 2002 y en 2012. Ahora, pretendía saltarse el “engorroso” requisito de la modificación del convenio, que además debía debatirse y aprobarse en el Parlamento.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha declarado que la petición norteamericana todavía no ha sido aprobada por el gobierno español, y que “nunca se modificará nada que pueda suponer un aumento de tropas sin la autorización del Parlamento”.
Pero la información publicada vuelve a poner en primer plano la factura, demasiado cara, de estar encadenados a los planes militares de la superpotencia.
Los destructores que forman parte de la ampliación exigida por Washington integran el “escudo antimisiles”, uno de los programas más agresivos de la era Bush. Pero, si esto no fuera suficiente, han participado con frecuencia en maniobras en el mar Negro, directamente dirigidas contra Rusia, y desde dos de ellos se lanzaron misiles Tomahawk contra Siria.
Es inaceptable que se permita a EEUU seguir utilizando suelo español para sus agresiones contra otros países y pueblos.
Pero es que además, permanentemente saltan noticias que nos informan de un incremento de la participación española en el despliegue militar norteamericano que había sido convenientemente ocultada.
Lo sucedido ahora respecto a la ampliación de la presencia militar norteamericana en Rota no es nuevo. Sucedió lo mismo cuando nos enteramos hace pocas semanas de que una fragata española acompañaba al grupo de combate encabezado por el portaviones norteamericano Abraham Lincoln, en un trayecto que visitaba los puntos más calientes del planeta.
El buque español abandonó la misión cuando Trump la convirtió en parte de una escalada militar en el Golfo Pérsico contra Irán, que amenazaba con incendiar una de las zonas más potencialmente explosivas.
Cada nueva cesión a EEUU, cada paso más en la participación en la estructura militar norteamericana, solo puede entrañar peligros y riesgos, para nuestra seguridad y para la paz mundial.