La irrupción súbita de VOX en el panorama político español en los últimos meses ha provocado la aparición de muchos y diversos análisis destinados a intentar explicar cómo España, que hasta ahora se había visto libre de la lacra de una fuerza de ultraderecha, de pronto tiene que vérselas con un partido emergente, capaz de quitar o poner gobiernos y al que algunas encuestas ya dan hasta 40 o 50 diputados en el Congreso si hubiera unas elecciones generales.
La tesis más aceptada es que el discurso radical de VOX logra conectar en este momento con un conjunto de demandas que se habían quedado fuera del parlamento, lo que le permite atraer sobre todo a viejos votantes desencantados del PP, que exigen más “mano dura”: mano dura con la inmigración, mano dura en Cataluña, una defensa más activa de los símbolos y tradiciones españolas (los toros, la caza…), recuperar para el Estado competencias (como la educación), que las comunidades autónomas utilizan para disgregar el país, poner coto a las políticas de igualdad de género, etc. etc.
Lo que no queda claro en esta “explicación” es por qué todo esto antes daba votos testimoniales… y ahora, en cambio, consigue votos decisivos.
Y es que la verdadera razón no es tanto un cambio interno en los votantes como una estrategia de inducción exterior. Una inducción que responde a una estrategia que va más allá de las fronteras españolas y que tiene que ver directamente con el viento ultraconservador que se despliega en los cinco continentes desde la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Es ese viento, que sopla cada vez con más fuerza, tanto en América como en Europa, el que ha irrumpido en España, como una borrasca que hiela los huesos.
El estratega de la victoria de Trump (Steven Bannon) está ahora mismo en Europa organizando una internacional reaccionaria que tiene como objetivo inmediato asaltar el parlamento de Estrasburgo en las elecciones europeas de mayo. Ya cuenta con el Frente Nacional en Francia, con la Liga de Salvini en Italia, con Alternativa por Alemania, con partidos de ultraderecha en Austria, Holanda, Suecia, Finlandia… amén de los partidos gobernantes en Polonia, Chequia, Hungría y Eslovaquia.
Aunque en España el PP de Casado cada vez está más cerca de sumarse a este grupo, sin embargo en el PP hay corrientes muy poderosas que se oponen a que le partido rompa sus lazos con los Populares europeos, como Merkel.
Contar con una fuerza utilizable en España, que es el cuarto país europeo en tamaño, era una necesidad urgente para desarrollar la estrategia de asalto.
De ahí que, de pronto, VOX, con dinero, apoyo mediático, cuadros importados… y una estrategia bien diseñada… ha dado el salto oportuno en el momento idóneo. Cuando hacía falta. Y con un discurso que sintoniza con sus aliados, que no han tardado ni un segundo en darle la bienvenida, empezando por Salvini y Le Pen… ¿Más claro?