El pacto que estrechó la Unión Europea

«Angela, te voy a ayudar», le dijo el presidente francés. Los dos lí­deres europeos tení­an un arriesgado plan: el pacto de Deauville, sellado esa misma noche, establecí­a que los inversionistas con bonos en paí­ses insolventes de la zona euro tendrí­an que asumir pérdidas sobre ellos a partir de 2013. Con el pacto, también se arriesgaban a enfurecer al Banco Central Europeo (BCE). Su presidente, Jean-Claude Trichet, de 68 años, habí­a pasado los últimos meses tratando de restaurar la confianza de los inversionistas en la zona euro. Era el banco central el que prácticamente estaba manteniendo a flote a Irlanda y sus alicaí­dos bancos. Esa tarea se volverí­a aún más onerosa bajo el pacto de Merkel y Sarkozy, que amenazaba con socavar la propia unión monetaria.

El acto de Deauville golpeó a Luxemburgo como una bomba. No era solo que Francia y Alemania habían decidido que los acreedores privados podrían perder su dinero, sino también que el acuerdo se había pactado a sus espaldas. Los mercados se revolucionaron. Los inversionistas huyeron de los bonos irlandeses y otras economías europeas débiles. Alienada de los mercados de deuda, Irlanda se enfrentaba a la quiebra. El 9 de noviembre, Olli Rehn, el comisario de Asuntos Económicos de la UE, transmitió una severa advertencia de Trichet a los banqueros irlandeses. "El grado de exposición del BCE a los bancos irlandeses es insostenible", les dijo Rehn a un grupo de funcionarios en Dublín. En palabras de banquero, la amenaza estaba clara. (THE WALL STREET JOURNAL) DIARIO DEL PUEBLO.- China, el mayor país en vías de desarrollo del mundo, con una población de 1.300 millones de habitantes personas, ha alcanzado un desarrollo económico y social notable después de más de 30 años de reforma y de apertura. Su producto interno bruto, PIB, ha crecido a un promedio anual de 9,9 por ciento, colocándose a la cabeza del mundo por su volumen económico; la continua expansión al exterior lo ha situado en el segundo lugar mundial en cuanto al volumen comercial total, además de conseguir el primer lugar entre los países en desarrollo en lo relativo a la captación de inversión extranjera, y el quinto lugar entre los países inversores a nivel global. EEUU. The Wall Street Journal El pacto que estrechó la Unión Europea Charles Forelle, David Gauthier-Villars, Brian Blackstone y David Enrich El 18 de octubre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy dieron un paseo al atardecer en la playa de este elegante resort. Cinco meses antes, Europa se había comprometido a desembolsar US$100.000 millones apara rescatar a Grecia. Ahora, la crisis de deuda del continente se estaba trasladando a Irlanda y a la canciller alemana le preocupaba que Berlín terminara pagando la cuenta de este y futuros rescates. "Angela, te voy a ayudar", le dijo el presidente francés. Los dos líderes europeos tenían un arriesgado plan: el pacto de Deauville, sellado esa misma noche, establecía que los inversionistas con bonos en países insolventes de la zona euro tendrían que asumir pérdidas sobre ellos a partir de 2013. Eso inculcaría disciplina en los países derrochadores, pero también implicaba que un país de Europa Occidental podría declararse en moratoria. Eso no ha ocurrido en medio siglo y la mera sugerencia sacudiría los mercados, advirtieron los propios asesores de Sarkozy. Con el pacto, también se arriesgaban a enfurecer al Banco Central Europeo (BCE). Su presidente, Jean-Claude Trichet, de 68 años, había pasado los últimos meses tratando de restaurar la confianza de los inversionistas en la zona euro. Era el banco central el que prácticamente estaba manteniendo a flote a Irlanda y sus alicaídos bancos. Esa tarea se volvería aún más onerosa bajo el pacto de Merkel y Sarkozy, que amenazaba con socavar la propia unión monetaria. Este recuento de The Wall Street Journal —basado en decenas de entrevistas con funcionarios europeos— ilustra cómo el pacto de Deauville desencadenó una serie de eventos que finalmente llevó a que los líderes de los 16 países que integran la eurozona se vieran atrapados en una unión aún más estrecha. A medida que los mercados se hundían como consecuencia del pacto, el BCE endureció su posición frente a Irlanda. Amenazó con cerrar el grifo de préstamos de emergencia para Dublín e incrementó la presión sobre el presidente del banco central irlandés para que convenciera al país a aceptar un rescate. El acuerdo ha tenido el efecto imprevisto de obligar a Europa a adoptar medidas a favor de una mayor cooperación económica y política. En las últimas semanas, los gobiernos europeos han creado un fondo de rescate permanente para lidiar con los países azotados por la crisis. También han considerado recaudar dinero colectivamente mediante bonos europeos, lo que crearía un mercado de bonos similar a los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Desde que se estableció la Unión Europea en 1957, los economistas han advertido que la unión monetaria, sin una autoridad paralela que regule los impuestos y gastos, estaba destinada al fracaso porque no había forma de imponer la disciplina fiscal que requería una moneda saludable. Ahora, los líderes del continente contemplan una idea a la que se siempre se habían resistido: unos Estados Unidos de Europa. "La crisis ha mostrado que el proceso de construcción de una nación europea es necesario", dijo el ministro de Economía italiano, Giulio Tremonti. "Llevará tiempo, pero no es imposible dar marcha atrás al reloj". Los cambios distan de ser el salto drástico en medidas fiscales más severas que Trichet urgió hace meses. Además, estos gobiernos podrían volver a caer en la complacencia si los mercados se calman. Su resistencia será puesta a prueba ahora en medio de las crecientes preocupaciones sobre la solvencia de Portugal y España. Tras rescatar a Grecia en mayo, los líderes europeos intentaron acabar con la crisis de deuda creando un fondo de rescate de US$1 billón (millón de millones) para garantizar a los mercados que Europa podía cuidar de sí misma. Durante un tiempo, funcionó, pero en octubre, empezó a formarse una gran nube sobre Irlanda. Dos crisis diferentes Si la crisis de Grecia se originó en sus finanzas públicas, la de Irlanda se gestó en sus bancos. Habían alimentado una burbuja inmobiliaria sin igual en Europa Occidental. Desde que estalló en 2007, los inversionistas dejaron de confiar en los bancos irlandeses. En una arriesgada apuesta que acabaría saliendo cara, Dublín garantizó en 2008 que los ahorradores e inversionistas no incurrirían en pérdidas si los bancos se hundían. A medida que se acumulaban los problemas de los bancos, el gobierno se vio obligado a inyectar miles de millones de euros para mantenerlos a flote. A mediados de año la situación era tan crítica, que el BCE tuvo que intervenir. Para agosto había prestado 60.000 millones a los bancos irlandeses, más de un tercio que la producción económica anual del país. En agosto y septiembre, ahorradores e inversionistas espantados retiraron su dinero, con lo que los bancos se volvieron aún más desesperados por encontrar efectivo. El destino de Irlanda estaba al borde del abismo. Brian Lenihan, el ministro de Finanzas de Irlanda, buscaba maneras de ajustar el presupuesto de Irlanda mientras la crisis empeoraba. El 24 de septiembre, los préstamos del BCE a los bancos irlandeses llegaron a US$83.000 millones. Fue una época de "gimnasia financiera", según un banquero irlandés. Para mediados de octubre, el BCE y los gobiernos europeos sabían que tenían al candidato para el segundo rescate. Eso colocó a Merkel en una situación delicada. La canciller enfrentaba una presión creciente en su país para limitar lo que los alemanes tendrían que desembolsar para salvar a sus vecinos. La funcionaria quería que las multas para los países con déficits excesivos fueran automáticas, en vez de depender de una votación de otros gobiernos europeos, una práctica que, según ella, dejaba escapar a los responsables sin castigo. Pero, para imponer cambios contundentes en la UE, Merkel sabía que necesitaba el apoyo de Francia. El 18 de octubre, los ministros de Finanzas se reunieron en Luxemburgo para tratar de resolver el impasse. Sólo dos, los representantes de Francia y Alemania, sabían que el pacto realmente significativo se estaba negociando a muchos kilómetros, en Deauville. En ese encuentro, ambos líderes sabían que el proyecto europeo corría peligro si no lograban superar sus viejas diferencias. Merkel propuso un acuerdo: Alemania no exigiría las sanciones automáticas, pero a cambio, quería que Francia la apoyara en una idea: en el futuro, si un país de la zona euro necesitaba un rescate, sus bonistas deberían aceptar una reducción de lo que se les debía. El pacto de Deauville golpeó a Luxemburgo como una bomba. No era solo que Francia y Alemania habían decidido que los acreedores privados podrían perder su dinero, sino también que el acuerdo se había pactado a sus espaldas. "Van a destruir el euro", gritó Trichet, en francés a la delegación de Francia, según fuentes presentes. Los mercados se revolucionaron. Los inversionistas huyeron de los bonos irlandeses y otras economías europeas débiles. Alienada de los mercados de deuda, Irlanda se enfrentaba a la quiebra. El 9 de noviembre, Olli Rehn, el comisario de Asuntos Económicos de la UE, transmitió una severa advertencia de Trichet a los banqueros irlandeses. "El grado de exposición del BCE a los bancos irlandeses es insostenible", les dijo Rehn a un grupo de funcionarios en Dublín. En palabras de banquero, la amenaza estaba clara: Trichet estaba dispuesto a cerrar el grifo de ayuda para Irlanda. Pero el 18 de noviembre, durante la reunión mensual en la sede del BCE, los bancos centrales de Europa le plantearon un ultimátum a su par irlandés, Patrick Honohan. El BCE no dejaría que Irlanda recurriera a su programa de emergencia si no aceptaba el rescate. Ese fin de semana, Irlanda pidió formalmente el dinero. El 28 de noviembre, los ministros de Finanzas aprobaron un paquete de rescate de 67.500 millones de euros para Irlanda. Con todo, los acuerdos dejaron un cabo suelto: Portugal. Lisboa es vista por muchos como la siguiente en la fila para un rescate, debido a su abultado déficit fiscal y un crecimiento económico crónicamente débil. Este año, el debate sobre el futuro de Europa continuará. El deseo de la soberanía nacional se enfrentará a la necesidad de mayor coordinación. Si la unión fracasa, argumentan algunos líderes europeos, el euro podría sufrir las consecuencias. "El euro es nuestro destino común y Europa es nuestro destino común", le dijo Merkel al parlamento alemán este mes. THE WALL STREET JOURNAL. 3-1-2010 China. Diario de Pueblo En pos de un futuro más luminoso Li Keqiang (Viceprimer ministro de China) Estoy a punto iniciar una gira por Europa al frente de una delegación china, en medio de la atmósfera embriagadora que propicia el inicio de una nueva década. Comenzaré mi viaje por España, un país al que admiro por su larga historia y moderno desarrollo, un país que siento cerca del corazón, aunque quede lejos de China. Aprovecharé esta oportunidad de traer al pueblo español la amistad del pueblo chino y el deseo sincero de China de aumentar la cooperación con España. China, el mayor país en vías de desarrollo del mundo, con una población de 1.300 millones de habitantes personas, ha alcanzado un desarrollo económico y social notable después de más de 30 años de reforma y de apertura. Su producto interno bruto, PIB, ha crecido a un promedio anual de 9,9 por ciento, colocándose a la cabeza del mundo por su volumen económico; la continua expansión al exterior lo ha situado en el segundo lugar mundial en cuanto al volumen comercial total, además de conseguir el primer lugar entre los países en desarrollo en lo relativo a la captación de inversión extranjera, y el quinto lugar entre los países inversores a nivel global. China ha experimentado asimismo una notable mejora en el nivel de vida de su población, al transitar de la mera subsistencia a una vida modestamente acomodada en términos generales, lo que ha traído aparejado una multiplicación por ocho del ingreso per cápita. Además, se ha conformado básicamente el sistema de garantía del nivel mínimo de vida, con cobertura en las ciudades y el campo, permitiendo a más de 200 millones de hombres y mujeres salir de la pobreza, a lo cual se suma el enriquecimiento continuo de la vida espiritual y cultural del pueblo. Aunque se siente orgulloso de estos logros, el pueblo chino también es consciente de los problemas que pueden suscitarse en su desarrollo futuro. Cualquier éxito de China, país que tiene la más compleja realidad del mundo, empequeñece frente a su descomunal población, de 1.300 millones de ciudadanos. En la actualidad, más de 700 millones de chinos todavía viven en las zonas rurales y el PIB per cápita de China se sitúa aproximadamente en el 100º lugar del mundo. En contraste con la pujanza económica de las ciudades costeras del país, algunas regiones centrales y occidentales siguen padeciendo de un gran atraso en infraestructura, salud, cultura y educación, y en ella residen personas que aún no tienen acceso al agua potable y viven en chozas, en tanto que cerca de 150 millones de personas aún sobreviven por debajo del umbral de pobreza de un dólar por día. En la China de hoy coexisten lo avanzado y lo rezagado, las antiguas y actuales contradicciones, lo que significa múltiples desafíos y riesgos en su avance. Al hacer un recuento del desarrollo chino de los pasados 30 años, podemos concluir que resulta imprescindible seguir una senda de desarrollo acorde a la propia realidad nacional, a la vez que abrimos las puertas a los intercambios y la cooperación con el resto del mundo, con miras a nutrirnos de los más espléndidos frutos del progreso de las civilizaciones humanas. En el mundo actual, ningún país llegará a conseguir su desarrollo con las puertas cerradas, y China no es excepción en ese sentido. Su desarrollo no puede desvincularse del mundo, a la vez que éste necesita a China para desarrollarse. Recientemente, China formuló su modelo de desarrollo económico y social para el próximo quinquenio, a través del cual deja definidas las líneas para la aceleración de la transformación del modelo de crecimiento económico, en tanto que pone de manifiesto su voluntad de unirse al resto de la comunidad internacional para hacer frente a los desafíos y compartir las oportunidades. El desarrollo de China en el quinquenio recién iniciado supondrá una inserción internacional aún más profunda. En primer lugar, China se adherirá a la estrategia que procura aumentar del consumo doméstico. En pleno proceso de aceleración de la industrialización y urbanización, China asiste cada año a la emigración de más de 10 millones de campesinos hacia las ciudades, tendencia que se mantendrá durante muchos años y servirá para incentivar ingentes demandas de inversión y consumo, de modo que China pase a ser uno de los mayores mercados emergentes del mundo. En segundo lugar, China está acelerando la reestructuración sectorial, con esfuerzos dirigidos a la elevación del nivel de la industria manufacturera, la gestación y el desarrollo de los sectores emergentes de valor estratégico y el desenvolvimiento con mayor celeridad del sector de servicios. En consecuencia, la persistencia en la apertura al exterior y la protección de la propiedad intelectual se sumarán a la continua introducción de tecnologías y experiencias de administración avanzadas de otros países y al incremento de la aportación del capital humano al crecimiento económico, las cuales se constituirán en medidas de gran relevancia para promover el desarrollo. En tercer lugar, China es un enérgico impulsor del desarrollo de la economía verde. Los conceptos y tecnologías originados en los países desarrollados, tales como la economía circular, energía limpia, tecnología baja en carbono y desarrollo sostenible, encuentran cada vez mayor aceptación entre las empresas y ciudadanos chinos, y han sido aplicados en los más diversos aspectos de la producción y la vida. Para materializar el plan mencionado, China seguirá profundizando la reforma e insistiendo en su dirección orientada al mercado, en aras de la constitución de un sistema institucionalizado favorable a la transformación económica. La puerta de China siempre permanecerá abierta al mundo, en tanto que su desarrollo brindará enormes oportunidades de colaboración para todos los países europeos, incluida España, así como al resto del mundo. Situados en los extremos del continente euroasiático, nuestros países están unidos, sin embargo, por el afecto que se profesan mutuamente sus pueblos y la complementariedad económica, a los cuales se suma la larga y magnífica tradición del intercambio amistoso. A raíz del establecimiento de relaciones diplomáticas, los lazos sino-españoles han cosechado resultados alentadores, arraigando profundamnente en el corazón de los pueblos. España goza de un alto nivel de desarrollo socioeconómico y mantiene el liderazgo mundial en materia de informática, turismo, servicios financieros, energía renovable y agricultura moderna, cuyas experiencias y prácticas en muchos casos le valdrán a China como referencia en su propio desarrollo. Mientras tanto, China, con su numerosa población e inmenso mercado, también ofrecerá colosales oportunidades de negocios a España. Y de ahí la cooperación sino-española tendrá tanto una mayor amplitud como profundidad en el futuro. Si bien es cierto que dividir cualquier cosa entre 1.300 millones de personas resulta poco menos que frustrante, no es menor la satisfacción que supone multiplicar algo por igual cifra. Si cada uno de los 1.300 millones de chinos consume una botella de aceite de oliva y disfruta de unas copas de vino, probablemente no alcanzarían toda la producción anual de España en ambos rubros. Si cada año, tan solo un por ciento de los chinos hicieran un viaje turístico a este país ibérico, todos sus hoteles estarían llenos hasta el tope todos los días. Asimismo, los chinos formarán parte de los clientes de mayor peso para los sectores españoles de transporte, telecomunicaciones, banca y seguros. China apoya las medidas adoptadas por España para el reajuste económico y financiero, con la firme convicción de que esta conseguirá la recuperación económica total. La parte china está dispuesta a explorar junto con su contraparte española cuantas modalidades de cooperación sean positivas y efectivas. China, como país inversor responsable a largo plazo en el mercado financiero europeo, y particularmente en el español, tiene confianza en el mercado financiero de España, donde China ha comprado bonos de Hacienda, adquisición que proseguirá en el futuro. China y España siempre han sido amigos y socios. Durante la Exposición Mundial de Shanghai, el año pasado, acudieron al Pabellón de España, uno de los más visitados, más de siete millones de personas, de las cuales la mayoría era de nacionalidad china. Cada día hay más chinos que tienen el vehemente deseo de conocer más sobre España. También esperamos que, en la segunda década del nuevo siglo, un creciente número de españoles dirijan su mirada amistosa a China y se sumen a los intercambios bilaterales, de modo que juntos podamos acoger un futuro más luminoso para la humanidad. DIARIO DEL PUEBLO. 4-1-2011