“En su esencia natural, el movimiento de mujeres trabajadoras se halla vinculado al movimiento obrero en su conjunto, como un todo inseparable. Las trabajadoras, como parte del proletariado, como parte de una clase que vende su fuerza de trabajo, se sumaron a la lucha obrera cada vez que debieron defenderse frente a la violación de sus derechos, participaron juntos y en igualdad de condiciones con los trabajadores en todos los levantamientos obreros, en todas las revueltas que se realizaban en las fábricas” (Alexandra Kollontai, 1919)
El 8 de marzo se celebra en casi todos los países el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Una reivindicación vinculada directamente al auge del sindicalismo y el movimiento obrero, en particular al nacimiento de las organizaciones socialistas y comunistas. Pese a los fervientes intentos de encuadrar el movimiento de emancipación de la mujer por parte de la burguesía a través de un igualitarismo que no cuestiona los pilares de la explotación capitalista, el origen de clase de la actual lucha feminista no se puede entender ni separar de la lucha general de la clase obrera por su liberación.
Las luchas obreras
El 8 de marzo de 1857 en Nueva York, miles de trabajadoras de la industria textil salen a la calle con el lema “Pan y Rosas” denunciando las condiciones de trabajo, especialmente los salarios, que eran menos del 50% de los de los hombres, exigiendo la reducción de las jornadas laborales de entre 12 y 16 horas y el fin del trabajo infantil. La represión policial dejó 120 mujeres asesinadas. En unos pocos meses se fundaría el primer sindicato femenino de EEUU, hasta entonces prohibido.
La cada vez mayor presencia de la mujer obrera en la industria, principalmente textil, toma reflejo en el aumento de la mujer en las organizaciones sindicales, pero también encabezando el movimiento socialista y comunista.
Otro 8 de marzo, en 1908, en la fábrica Cotton de Nueva York, las obreras en huelga se encierran en las instalaciones y tras el lanzamiento de bombas incendiarias murieron 129 trabajadoras. El partido socialista de EEUU celebrará el primer Día Nacional de la mujer en febrero del 1909 en su recuerdo. En noviembre del mismo año se producirá el “levantamiento de las 20.000”, un huelga de 11 semanas de 15.000 mujeres que marcharon sobre las ciudades de Chicago y Nueva York exigiendo una reducción de la jornada laboral, mejora en los salarios y derecho al voto.
Será el 26 y 27 de agosto de 1910, durante la 2ª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague (Dinamarca) con la asistencia de más de 100 mujeres procedentes de 17 países, se exigió el derecho al voto de las mujeres. Coincidiendo con la conferencia previa, las socialistas norteamericanas Lena Morrow Lewis y May Wodd Simons, propusieron convertir el “Día de la Mujer”, que se celebraba en EEUU, en “El Día Internacional de la Mujer”. Presidida por Clara Zetkin, la lucha de la mujer no puede ser por la igualdad burguesa: “el temor de la democracia burguesa es corto de vista. Aunque las mujeres consiguieran la igualdad política, nada cambia en las relaciones de fuerza. La mujer proletaria se pone de parte del proletariado y la burguesa de parte de la burguesía. No nos hemos de dejar engañar por las tendencias socialistas en el seno del movimiento femenino burgués: se manifestarán mientras las mujeres burguesas se sientan oprimidas, pero no más allá”.
Pese a las continuas luchas los cambios no llegaban. El 25 de marzo de 1911, de nuevo un incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York, un edificio de 10 plantas, donde ellas cosían blusas. Murieron 146 mujeres y 23 hombres. La mayoría inmigrantes entre los 14 y lo 23 años. Las puertas y ventanas estaban selladas. Esta tragedia desembocó en una enorme movilización, empezando por el desfile funerario silencioso, al que asistieron más de 100.000 personas, multiplicó la influencia de organizaciones como el sindicato Women’s Trade Union League y el International Ladies’ Garment Workers Union y obligó a revisar la legislación laboral norteamericana introduciendo grandes cambios.
Durante la Primera Guerra Mundial la celebración se centra en exigir la paz y denunciar la carnicería imperialista, destacando especialmente el ejemplo de Rosa Luxemburgo, encarcelada en 1916 por oponerse públicamente a la guerra y por difundir propaganda contra la misma.
La Revolución de Octubre:
“El poder del proletariado, abre ampliamente las puertas ante la mujer y le da la posibilidad absoluta de emanciparse” (Inessa Armand)
En San Petersburgo, se inicia el 23 de febrero en el calendario juliano (en el calendario gregoriano es el 8 de marzo) una movilización de 120.000 mujeres rusas –obreras del textil del distrito de Vyborg– se declaran en huelga por el pan, contra la guerra, por el regreso de los soldados del frente y contra el Zar, que había ordenado disparar sobre las mujeres. Una semana después, el Gobierno Provisional les otorgó el derecho al voto y el Zar salió de San Petersburgo, pero la movilización ya no se detuvo hasta la revolución de octubre.
Es en el primer Gobierno Soviético, donde por primera vez en la historia habrá una mujer, Alexandra Kollontai, designada Comisaria del Pueblo de Asistencia Pública. Se declaró el 8 de marzo como día festivo, la mujer conquistó el derecho al voto, la igualdad plena en el seno del matrimonio, así como el divorcio y el aborto gratuito. Se impulsaron los servicios sociales, comedores, guarderías, para tratar de liberar a la mujer de la pesada carga del hogar. Y muchas mujeres jugaron un papel activo y decisivo en el Ejército Rojo y en su lucha contra el imperialismo y la contrarrevolución, tanto actuando como soldados como actuando como oficiales y comisarias.
Tradicionalmente oprimida por el sistema patriarcal, producto de la sociedad de clases y las relaciones de propiedad, la mujer encontrará en la lucha por acabar con la esclavitud capitalista la vía hacia su liberación junto con el hombre.
La experiencia de lucha del movimiento feminista demuestra que no es una guerra de sexos, una pelea por la igualdad de derechos en la explotación capitalista a secas. Sino una batalla por liberar al conjunto del proletariado. Debemos coger los puntos nodulares de la lucha para unir al conjunto de las clases trabajadoras. En su momento el derecho a voto, o alcanzar puestos públicos, como hoy la lucha contra la violencia machista. Unir a mujeres y hombres en la raíz del sistema de propiedad y de relaciones del capitalismo, que oprime al hombre y doblemente a la mujer.
Que no nos dividan
En los últimos años la fuerza de lucha del movimiento feminista ha roto fronteras. Contra la violencia, por la igualdad de género, frente a la brecha salarial, etc. Un frente de lucha que consiguió unir a mujeres y hombres en una masiva reivindicación democrática, de Santiago de Chile a Bombay, de Madrid a Estambul.
La unidad de los colectivos es imprescindible para hacer avanzar las conquistas comunes. Para avanzar en el único horizonte que puede permitir la conquista de la libertad para todas las trabajadoras y trabajadores unidos. La democracia obrera libre de explotación y opresión.
¡Viva el 8 de Marzo! ¡Viva la Mujer Trabajadora!