Si el rostro es el espejo del alma, no hay más que echar un vistazo durante estos días al álbum de prensa del ministro de Economía, Luis de Guindos, para comprender que la situación económica es de una gravedad extrema. El origen del pecado es Bankia.
Los 19.000 millones que precisa su saneamiento conmocionan tanto a la opinión pública como a los mercados internacionales. Como advertimos en esta tribuna la semana pasada, los analistas se preguntan cuánto costará el rescate financiero y si podremos afrontarlo. La respuesta es no. Con esta prima de riesgo no podemos pagarlo. Por eso andan los políticos y los mercados tan soliviantados. Veamos los datos.
Bankia representa aproximadamente el 15 por ciento del sector. Si aplicamos su saneamiento al resto, la cifra necesaria superaría los 100.000 millones, más del 10 por ciento del PIB español. Afortunadamente, esta regla de tres no funciona así, porque en Bankia se provisionó la cartera industrial a valor de mercado; los créditos fiscales, como si la entidad se fuera a mantener en pérdidas durante los próximos 18 años, y se sometió a un test de estrés la cartera no inmobiliaria. En definitiva, la valoración de activos realizada por Goldman Sachs se hizo con criterios heteredoxos, en ocasiones contrarios a las normas europeas.