La agitada situación internacional viene determinada por la fase de agudo declive imperial de EEUU, que no hace sino acelerarse. Su condición de única superpotencia no le permite ejercer una hegemonía exclusiva que ya no se corresponde con la realidad del mundo actual, la correlación de fuerzas surgida tras el fin de la Guerra Fría, ni con el nuevo equilibrio de contrapoderes internacionales.
La clase dominante norteamericana está dividida respecto a cómo hacer frente al acelerado declive imperial. Por un lado los sectores más dinámicos y competitivos que buscan mantener una hegemonía indiscutible pero consensuada, y, por otro lado, quienes buscan imponer por la fuerza militar el ejercicio de su hegemonía. La elección de Donald Trump como presidente, como representante de este segundo sector, ha abierto un periodo de «reordenamiento global» y agudización de los factores de inestabilidad y tensiones en todo el planeta.
Las acciones militares de las últimas semanas; el bombardeo en Siria, el lanzamiento en Afganistán de la “madre de todas las bombas”, el despliegue militar frente a la península de Corea y el recrudecimiento del conflicto con Corea del Sur…, junto a las advertencias a Irán y la posibilidad de denunciar el tratado nuclear firmado por Obama, así como el recrudecimiento de la ofensiva en Iberoamérica, Ecuador, Venezuela…, ponen de manifiesto que la administración Trump ha tomado la iniciativa para intentar revertir o paralizar el declive norteamericano imponiendo al resto de países, tanto a los aliados como a los rivales, una relación donde los intereses vitales norteamericanos no se negocien, ”América primero”, y la fuerza militar ocupe un papel central en la imposición de su hegemonía.
Hemos entrado en un periodo inquietante y peligroso, aumenta el peligro de choques de imprevisibles consecuencias para la paz y la estabilidad mundial.
Estas convulsiones en el tablero mundial van a repercutir con especial intensidad en Europa. Con una UE condenada a una mayor subordinación a los planes norteamericanos -todos los países han respaldado el bombardeo en Siria-, sometida a una calculada escalada terrorista, y en un escenario político aún por definir.
Aunque los resultados de la primera vuelta de las elecciones francesas parecen anunciar el triunfo en la segunda vuelta de Macron, el candidato “europeista y liberal” por el que apostarían los principales sectores de la burguesía monopolista francesa, frente a la candidata de la ultraderecha, Marine Le Pen; la correlación de fuerzas en Francia aún no está definida. Las dos principales familias políticas francesas, socialistas y gaullistas, se han quedado fuera de la lucha por la presidencia por primera vez desde 1958, el hundimiento histórico del socialismo francés, el ascenso (19,5%) de la Francia Insumisa de Mélenchon… dejan en el aire la composición del futuro parlamento francés.
En este marco internacional, el proyecto del hegemonismo norteamericano sobre nuestro país pasa por reforzar la intervención directa y las relaciones bilaterales como país aliado, subordinado y dependiente, en todos los terrenos, económico, político y militar. Como ha puesto de manifiesto la reciente declaración de la embajada norteamericana, a propósito del problema con el independentismo catalán, apostando por una España “fuerte y unida”. Lo que traducido significa que, a cambio, EEUU espera de nuestro país más sometimiento y subordinación.
En el terreno económico, facilitar los intereses económicos de las multinacionales y los fondos de inversión norteamericanos en nuestro país para multiplicar sus beneficios, el saqueo sobre la población y el control sobre las riquezas nacionales.
En primer lugar, por mantener y profundizar las reformas estructurales (reforma laboral y de las pensiones) que garantizan los superbeneficios de sus multinacionales y abren el negocio de la gestión de los 100.000 millones de euros que mueven anualmente las pensiones públicas. De hecho la presidenta del FMI, Christine Lagarde, ha exigido “una nueva reforma laboral” en España, y “más fusiones bancarias”.
Por otro lado el control de las riquezas nacionales. No sólo sobre sectores oligárquicos vinculados a la construcción (y afectados por la corrupción) que deben ser sacrificados en beneficio de otros sectores oligárquicos y del capital extranjero, como FCC ha pasado a ser propiedad del capital norteamericano -a través de Carlos Slim-, ahora se pone en el punto de mira a OHL; sino también sobre sectores cualitativos como la banca, donde quedan por dilucidar dos joyas de la corona, el Popular y Bankia; o sobre el sector energético, cada vez más controlado por el capital extranjero, donde el capital financiero norteamericano (JP. Morgan, Goldman Sachs y otros fondos como Cerberus o Centerbridge) están multiplicando sus compras -más de 4.500 millones de euros en los últimos seis meses por la compra del 20% de Gas Natural y la red de Naturgas-, además de operaciones crecientes en el sector de las renovables.
En el militar, EEUU busca garantizar un nuevo salto en el encuadramiento de nuestro país en sus planes militares de guerra. Como ha puesto de manifiesto la utilización de la base de Rota en el reciente bombardeo de Siria y el apoyo del gobierno de Rajoy justificando las acciones militares -por el ”uso proporcional de la fuerza”- de Trump.
Y sobre todo por el cumplimiento de las exigencias de Washington para avanzar en duplicar nuestra aportación económica a la OTAN, el reforzamiento del papel de las bases norteamericanas, y el encuadramiento en los planes militares con mayor presencia de los militares españoles en los escenarios bélicos.
Y en lo político, tal como se decía en el “Informe del embajador Salomon”, acelerar un cambio de modelo político que, fortaleciendo el dominio hegemonista y oligárquico, permita hacer frente con garantías a los retos que nuestro país tienen que cumplir en el marco de las nuevas necesidades norteamericanas; impidiendo que la mayoría social progresista pueda cristalizar en una alternativa de gobierno.