«Los conspiradores se han conformado con la cabeza de Carmen Chacón a cambio de no escenificar en el comité federal la muy shakespereana tragedia del apuñalamiento del César. Siguen sin fiarse de él pero le han dado una salida porque todos saben que el psicodrama en público hubiese destrozado lo que queda de la marca PSOE; si consideran peligroso el espectáculo de las primarias, por lo que tiene de desgaste fratricida, mucho más grave sería el golpe cruento con ejecución sumarísima del tribuno a la vista de la plebe.»
Han sido las horas más tensas del artido desde aquel ya lejano congreso en que Felipe dio el portazo haciéndose la víctima. Un paroxismo de reuniones, llamadas y contactos a la desesperada en un delirio de intrigas. Todavía un poco antes de su abatida comparecencia de prensa, Chacón estaba recabando apoyos de dirigentes de una corriente crítica. Sitiado en Moncloa por los conjurados, Zapatero ha fundido varias baterías de su teléfono móvil. Y Rubalcaba, despechado por el silencio hermético del presidente, ha apretado tuercas y movido hilos —los últimos, los de Bono— entre amagos de renuncia y protestas de traición. (ABC) EL MUNDO.- De una forma totalmente inesperada y sorprendente, Carme Chacón se plantó ayer en Ferraz para hacer público que en febrero pasado había decidido presentarse a las primarias del PSOE sin revelarlo y que en las últimas horas había cambiado de opinión y, por ello, no optará a ser candidata en las próximas elecciones. Nunca hubo trayecto político tan efímero. Lo esencial del discurso de Chacón fue la denuncia de «una escalada que pone en riesgo la unidad del partido, la autoridad del presidente y la estabilidad del Gobierno». Acusaciones muy graves que tenían un claro destinatario: Rubalcaba, cuyas maniobras -a juicio de la ministra y dirigente socialista- han puesto al borde del abismo a Zapatero y al Gobierno. LA VANGUARDIA.- Madrid, miércoles 25 de mayo del 2011. 9.30 de la mañana. Recién concluida la sesión parlamentaria de control, José Luis Rodríguez Zapatero se reúne en la sala de gobierno del Congreso de los Diputados –a muy pocos metros del hemiciclo– con el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba; el presidente de la Cámara, José Bono, y el jefe del grupo parlamentario socialista, José Antonio Alonso. Al cabo de unos minutos se suman a la reunión el ministro de Fomento, José Blanco, y el vicepresidente Manuel Chaves, tutor –en horas bajas– del socialismo andaluz y oficial de enlace con la melancolía sevillana de Felipe González. Nube de fotógrafos en el pasillo y gran expectación en el salón de los pasos perdidos. El partido del Gobierno ha entrado en barrena y la legislatura puede irse al garete en horas veinticuatro. Aires de descalabro. Zumbido de elecciones anticipadas. EXPANSIÓN.- El presidente ha tenido que tragar con la forzada claudicación de su acólita para evitar la revuelta de los barones y de la vieja guardia, que le han ganado el órdago. Con ello, salvo raras sorpresas, las primarias no serán necesarias porque el comité federal previsiblemente sólo tendrá mañana la opción de Rubalcaba para designar al candidato socialista a las elecciones generales. Con ello, el PSOE se ahorra el enfrentamiento entre sus diferentes agrupaciones y, probablemente, podrá apuntalar su inestable liderazgo, pero el presidente Zapatero se ha dejado muchos pelos en esta gatera y su autoridad queda muy cuestionada. Opinión. ABC El motín de los pretorianos Ignacio Camacho LA revuelta de los coroneles socialistas ha terminado, por ahora, con el secuestro del poder y la desautorización de Zapatero mediante el sacrificio expiatorio de su presunta favorita, victimada por el líder para salvar provisionalmente su propio pellejo. Los conspiradores se han conformado con la cabeza de Carmen Chacón a cambio de no escenificar en el comité federal la muy shakespereana tragedia del apuñalamiento del César. Siguen sin fiarse de él pero le han dado una salida porque todos saben que el psicodrama en público hubiese destrozado lo que queda de la marca PSOE; si consideran peligroso el espectáculo de las primarias, por lo que tiene de desgaste fratricida, mucho más grave sería el golpe cruento con ejecución sumarísima del tribuno a la vista de la plebe. Han sido las horas más tensas del partido desde aquel ya lejano congreso en que Felipe dio el portazo haciéndose la víctima. Un paroxismo de reuniones, llamadas y contactos a la desesperada en un delirio de intrigas. Todavía un poco antes de su abatida comparecencia de prensa, Chacón estaba recabando apoyos de dirigentes de una corriente crítica. Sitiado en Moncloa por los conjurados, Zapatero ha fundido varias baterías de su teléfono móvil. Y Rubalcaba, si te mueves te la clava, ha temido hasta el último momento que se la fuesen a clavar a él; despechado por el silencio hermético del presidente, ha apretado tuercas y movido hilos —los últimos, los de Bono— entre amagos de renuncia y protestas de traición. En ese crescendo límite de tirantez y presión se estaba jugando el futuro inmediato del PSOE, tambaleante tras el descalabro electoral: la herencia de un postzapaterismo genuino, líquido y juvenil, o el retorno al prezapaterismo de la vieja guardia. Ha ganado el socialismo con barba pero la solución de compromiso, forzada para mantener apuntalada la apariencia del liderazgo presidencial, deja muchos recelos, muchas heridas y, sobre todo, muchas cuentas pendientes. El comité federal ya se ha celebrado entre las bambalinas del poder. Lo del sábado será una puesta en escena de la proclamación rubalcabiana, quizá con algún desahogo retórico de los perdedores del pulso. Las nomenclaturas de los partidos le tienen pánico a los ejercicios de democracia interna, en los que casi siempre salen malparadas. Chacón, posible o potencial beneficiaria del descontento de la militancia —«¡¡cosas maravillosas!!»—, se equivocó el domingo al escaquearse de la foto de la derrota y el martes al pedir amparo al presidente cuando éste ya no tiene poder efectivo para protegerla. Pero en este golpe de mano no sólo ha perdido ella; Zapatero queda prisionero de los barones, sin auctoritas ni potestas, y tendrá que agotar, o quizá abreviar, su mandato como indisimulado rehén de un motín de pretorianos. ABC. 27-5-2011 Editorial. El Mundo Chacón rendida, Rubalcaba tocado, Zapatero hundido DE UNA FORMA totalmente inesperada y sorprendente, Carme Chacón se plantó ayer en Ferraz para hacer público que en febrero pasado había decidido presentarse a las primarias del PSOE sin revelarlo y que en las últimas horas había cambiado de opinión y, por ello, no optará a ser candidata en las próximas elecciones. Nunca hubo trayecto político tan efímero. Lo más extravagante de su comparecencia es que dedicó una buena parte de su intervención a explicar un programa que ya no podrá materializar. «Quería encabezar un proyecto socialdemócrata, quería movilizar las energías del país para combatir el paro, quería abrir espacios de participación…». Palabras que suenan muy bien y que podrían haber atraído a la militancia socialista, pero que ahora se las lleva el viento. Pero lo esencial del discurso de Chacón no fue esta apelación nostálgica a lo que pudo haber sido y no será, sino la denuncia de «una escalada que pone en riesgo la unidad del partido, la autoridad del presidente y la estabilidad del Gobierno». Acusaciones muy graves que tenían un claro destinatario: Rubalcaba, cuyas maniobras -a juicio de la ministra y dirigente socialista- han puesto al borde del abismo a Zapatero y al Gobierno. Carme Chacón daba así a entender que ella ha optado por sacrificarse para liberar al presidente del chantaje al que Rubalcaba y el núcleo duro del partido le estaban sometiendo al exigirle un congreso en lugar de primarias. Expresado de otra manera, vino a decir que no les importaba llevarse por delante al Gobierno con tal de hacerse con el control del partido. Está por ver si Rubalcaba, Blanco, López y la vieja guardia del PSOE se habrían atrevido a consumar su desafío, pero Chacón tiene razón en que la propuesta de celebrar un congreso en lugar de primarias estaba encaminada a doblegar a Zapatero y a hacerle perder la secretaría general. Rubalcaba nunca ha querido la celebración de primarias y la propia antevíspera del Comité Federal en el que Zapatero anunció que no volvería a presentarse estuvo a punto de convencerle de que renunciara a ellas. Pero el presidente se resistió a la presión y optó por ser consecuente con sus convicciones. Ello no obsta para que ahora Rubalcaba se haya salido con la suya, ya que ha logrado eliminar de la carrera a su única adversaria y, por tanto, tiene garantizada la nominación a través de un proceso que será doblemente grotesco si Zapatero se empeña en llamarle primarias para salvar la cara. La jugada de Rubalcaba y los suyos ha sido maquiavélica porque han sabido calibrar en todo momento hasta dónde estaba dispuesto a resistir Zapatero. El presidente plantó cara inicialmente a los conjurados, pero al final no ha sido capaz de mantener el pulso ni 48 horas y ha sacrificado la oportunidad de dejar el futuro del PSOE en manos de sus militantes a cambio de poder acabar la legislatura si los mercados se lo permiten. Nadie ha salido ganando de esta crisis porque, si bien es cierto que Zapatero y Chacón no han resistido el órdago de sus adversarios, tampoco Rubalcaba y Blanco salen bien parados de una operación que ha puesto de relieve que colocan sus ambiciones personales por encima de los derechos de los militantes e incluso de la estabilidad del Gobierno. El balance final de la batalla es que Carme Chacón se ha rendido en las primeras escaramuzas, Rubalcaba sale muy tocado por jugar demasiado fuerte y Zapatero ha quedado hundido en el océano de la irrelevancia porque todos sabemos que sus presuntos subordinados le han echado un pulso, lo han ganado y son los que mandan tanto en Ferraz como en La Moncloa. EL MUNDO. 26-5-2011 Opinión. La Vanguardia Así cayó la candidata Enric Juliana Madrid, miércoles 25 de mayo del 2011. 9.30 de la mañana. Recién concluida la sesión parlamentaria de control, José Luis Rodríguez Zapatero se reúne en la sala de gobierno del Congreso de los Diputados –a muy pocos metros del hemiciclo– con el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba; el presidente de la Cámara, José Bono, y el jefe del grupo parlamentario socialista, José Antonio Alonso. Al cabo de unos minutos se suman a la reunión el ministro de Fomento, José Blanco, y el vicepresidente Manuel Chaves, tutor –en horas bajas– del socialismo andaluz y oficial de enlace con la melancolía sevillana de Felipe González. Nube de fotógrafos en el pasillo y gran expectación en el salón de los pasos perdidos. El partido del Gobierno ha entrado en barrena y la legislatura puede irse al garete en horas veinticuatro. Aires de descalabro. Zumbido de elecciones anticipadas. La reunión es tensa y como casi siempre en la política española discurre por los derroteros del mus, ese juego de naipes que los vizcaínos llevaron a la corte de Felipe II. Zapatero pide explicaciones sobre el órdago vasco. "¿Qué está pasando?". Aunque ya se sabe en jaque, quiere comprobar cuánta fuerza hay detrás del envite de Patxi López pidiendo –el martes por la tarde– la convocatoria de un congreso del partido para renovar la secretaría general y el liderazgo electoral. Algunas federaciones ya se han pronunciado a favor –Extremadura y Valencia, primeramente–, pero el presidente sabe que otras baronías se reservan para el comité federal del sábado. Los presentes –Alonso, amigo de juventud de Zapatero, se mantiene en un discreto segundo plano– le explican que el nervio principal del partido quiere evitar el espectáculo de unas elecciones primarias con Rubalcaba y Chacón zurrándose en los telediarios. La imagen pública de los socialistas ya está suficientemente maltrecha. "Hay que parar las primarias", le dicen. "No hay marcha atrás", responde Zapatero. Desde hace meses, el presidente trabaja para preservar lo que pueda de su legado. No quiere ser cancelado como un paréntesis y un error en la historia de España. Sueña todavía con brotes verdes, ha hecho lo posible para forzar la legalización de Bildu y acariciar el final de ETA y quiere que su amiga Carme Chacón –a la que ha preservado en el Ministerio de Defensa– tenga su oportunidad. Uno de los presentes le dice al presidente que Chacón debería cesar si las primarias prosperasen. "El Gobierno de España no puede permitirse el espectáculo de la ministra de Defensa desafiando al vicepresidente en los telediarios". "Todo esto es un invento tuyo y a ti te corresponde desactivarlo", dice otra de las voces. Zapatero acaba de tomar conciencia de la gravedad del momento. Aunque consiga imponer sus tesis en el comité federal, el PSOE puede quedar partido en dos. La reunión concluye con el compromiso implícito de Zapatero de ordenar a la ministra de Defensa que recule. Chacón, entretanto, sigue jugando fuerte. El mismo miércoles su equipo de asesores, que desde hace unas semanas cuenta con Luis Arroyo, ex director de gabinete de la secretaría de Estado de Comunicación, está preparando la página web de la candidata. Piensan activarla horas ante de la reunión del comité federal. Órdago a lo grande. Jueves, 14 horas, sede del PSOE en la calle Ferraz. En la mejor intervención pública de su vida, Carme Chacón anuncia la retirada. Frases cortas y muy bien estudiadas. Gestualidad impecable. Tiempo bien medido. Cálculo y espontaneidad al borde de las lágrimas. Un melodrama perfecto que perfora los telediarios y se difunde a la velocidad del rayo por la red electrónica. Un spot de oro. Hincada la rodilla, Chacón, heroína stendhaliana, dice: "Algún día volveré". LA VANGUARDIA. 27-5-2011 Editorial. Expansión Chacón se inmola por Zapatero Al final, la cuerda en la que se tensaban los intereses de los dos aspirantes a suceder a Zapatero, los ministros Rubalcaba y Chacón, se ha roto por el lado más débil. De manera inesperada y visiblemente emocionada, Carme Chacón anunciaba su renuncia a concurrir a las primarias de su partido. La ministra, que reconoció su intención inicial de concurrir a las primarias e incluso, bajo la repetitiva fórmula del “yo quería”, esbozó lo que hubiera sido su proyecto de renovación para el partido, justifica su abrupta decisión de tirar la toalla porque estaba en riesgo la unidad del PSOE, la autoridad de Zapatero y la estabilidad del Gobierno. Después de que José Blanco dijera días atrás que la convocatoria de las primarias, inicialmente prevista para mañana, no significa necesariamente que fueran a producirse ya, se podía intuir que los barones del partido no estaban por la labor de emprender una operación que, por mucha democracia interna que transmitiera, podría suponer la costosa factura de ofrecer una imagen de división. De haber prosperado un congreso extraordinario, como ante la gravedad de la situación del partido pedían algunos barones encabezados por Patxi López para recomponer el liderazgo y reconstruir el programa político, hubiera significado la caída de la actual dirección del PSOE y, consiguientemente, la del propio Zapatero, que ha visto así frustrado su confeso deseo de dejar un partido más democrático con un sucesor elegido a través de primarias. El presidente ha tenido que tragar con la forzada claudicación de su acólita para evitar la revuelta de los barones y de la vieja guardia, que le han ganado el órdago. Con ello, salvo raras sorpresas, las primarias no serán necesarias porque el comité federal previsiblemente sólo tendrá mañana la opción de Rubalcaba para designar al candidato socialista a las elecciones generales. Con ello, el PSOE se ahorra el enfrentamiento entre sus diferentes agrupaciones –algo lógico y no necesariamente negativo, porque en eso precisamente consisten las primarias– y, probablemente, podrá apuntalar su inestable liderazgo, pero el presidente Zapatero se ha dejado muchos pelos en esta gatera y su autoridad queda muy cuestionada, lo que en nada contribuye a la necesaria confianza que debe infundir el Gobierno. EXPANSIÓN. 27-5-2011