Ciencia

El malestar de la ciencia

«Un paí­s sin investigación es un paí­s sin desarrollo». Las palabras de Margarita Salas sintetizan el «malestar en la ciencia» que ha ocasionado el recorte presupuestario que para 2010 ha conseguido aprobar el gobierno de Zapatero. La ciencia se adapta, según sugieren las palabras de la ministra Garmendia, a la realidad del tejido productivo nacional raquí­tico en lugar de lanzarse a generar el que el paí­s necesita para salir de la crisis.

Corazón ajeno Un tejido roductivo que cuenta con once mil empresas cuyo músculo cardíaco sea la Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), de las cincuenta mil que harían falta, siempre según cálculos oficiales, para cambiar el modelo económico. Si durante años investigadores y tecnólogs se han abierto paso a contracorriente de la orientación de las inversiones financieras (hacia el boom inmobiliario), ahora parece que el recorte científico va a la par con los ritmos de recuperación que la banca y sus grandes monopolios, incluidos las grandes constructoras “zombies”, marcan para el conjunto de la sociedad. No es que todos los pasos dados para que España deje de ser un mero país “subsidiaria” de la organización internacional de la ciencia que marcan los países punteros, a los cuales servimos una mano de obra altamente cualificada, unos puentes hacia el mercado hispanoamericano privilegiados y un mercado prácticamente libre de competencia nacional, se vienen abajo por el recorte en los presupuestos para la ciencia pública. Es que son los presupuestos los que reflejan la falta de posición por ocupar ese papel, reflejan la falta de voluntad por cambiar urgentemente el modelo económico de acuerdo a los intereses nacionales y, por qué no, populares. Y el debate científico está hoy, en boca de las principales autoridades científicas del país (en el sentido académico y no político), encadenado a esta realidad. ¡Que investiguen ellos! Ya no queda ningún sector científico que no asocie la apuesta por la investigación al cambio de modelo económico en España. Evaluada según sus descubrimientos publicados en artículos científicos de alto nivel, la ciencia española ocupa el noveno lugar en el mundo. El Plan Nacional de I+D+i es considerado, en este terreno, la joya de la corona. La Ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, recordaba que aunque no se va a cumplir el objetivo de atraer a 55.000 científicos que se marcó al acceder al cargo, somos el cuarto país europeo en atracción de talento, aunque no recordó ni qué talento ni a cambio de qué. Mientras los países con un motor industrial aumentan lógicamentesuspresupuestos de I+D para no ser los que carguen con las pérdidas en la carrera para salir de la crisis, aquí el papel del estado como motor de la creación de riqueza y empleo al servicio del país está subyugado. En boca de la ministra Garmendia “quizás estos otros países no tienen que atender la dimensión social que tenemos que atender en España o no tienen la misma dinámica de protección social que tiene este Gobierno. La apuesta por la I+D no se puede entender aislada del resto de las aproximaciones económicas de un país”. La ciencia, según Garmendia, se sacrifica para cubrir los presupuestos sociales. ¿Para qué investigar nosotros si ya lo hacen los países que lideran la recuperación y de los cuales dependemos? Viene a decir. ¡Que investiguen ellos! Como afirmaba Unamuno. Motores del cambio Se trata de desentrañar en qué áreas deberíamos concentrar el fruto del ahorro y el trabajo nacional, para hacernos con la vanguardia del conocimiento y la de la aplicación del conocimiento a la producción. Se afirma que hay nuevos sectores que se ve que crecen con fuerza, como el de la biotecnología. El sector de la biotecnología, por ejemplo, en el último año ha creado 18.000 empleos. Recientemente, hemos podido constatar que el primer medicamento contra el cáncer desarrollado en España se aprobaba para su uso en varios países, hemos podido ver la invención por parte de científicos españoles de un ordenador que interpreta el lenguaje de los sordos. Hemos podido leer en la prensa que, con el beneplácito de las condiciones climatológicas, la producción de energía eólica ha cubierto el 50% del consumo nacional. Una área, la de las energías renovables, en la que muchos científicos están logrando paso a paso mayor eficiencia en la obtención de energía gracias a que cuenta con la inversión de las principales multinacionales energéticas como Iberdrola (en definitiva con inversión bancaria), y a pesar de ellos nos tenemos que seguir preguntando si es todo ello tecnología española o estamos poniendo el envase a productos de un elevado valor añadido made in Alemania o EEUU. En el sector biomédico, donde las figuras españolas tienen un prestigio mundial, es uno de los sectores que mayor recorte se ha dado, hasta un 25% en el Fondo de Investigaciones Sanitarias. ¿Es que no estamos llamados a ocupar un papel más que productor de mano de obra y suelo de subsidiarias de las farmacéuticas? Ciencias básicas Y también las ciencias básicas se corresponden a esta realidad. En las ciencias básicas, las que no tienen la rentabilidad a corto plazo de la aplicación tecnológica, sino que sirven al avance del conocimiento a largo plazo, ¿en qué áreas puede y debe España fortalecer su inversión? Siempre se ha dicho que la investigación básica en países dependientes como el nuestro ha sido la que ha servido de base para que científicos en otros rincones más privilegiados den los grandes saltos y se apropien las grandes medallas. Si hay que remontarse 100 años para buscar un premio Nobel a un español que residiera e investigara en España, Ramón y Cajal, hay que remontarnos sólo 50 para encontrar uno dado a un español ciudadano de otro país, en este caso Severo Ochoa ciudadano norteamericano, como paradigma de la fuga de cerebros de la que adolece España y que no es más que la expresión de la falta de proyecto autónomo de creación de riqueza y empleo, que precise de una estructura energética y de investigación y desarrollo que sirva a dicho proyecto y no sea la correa de transmisión de los proyectos de países más elevados en la cadena de relaciones de dependencia política y financiera. Si al físico Ignacio Cirac se le concediera el premio Nobel en un futuro, cosa que para España sería un orgullo, en los hechos sería premiado un ciudadano alemán.¿Créditos o subvenciones? El presupuesto 2010 expresa una cuantía total de 1.497 millones de euros (en las partidas del llamado capítulo 7 de los presupuestos, que cubre las subvenciones) frente a unos 1.800 millones de 2009. Con el Capítulo 7 se financian los proyectos de investigación del Plan Nacional, las becas y los contratos de jóvenes científicos no funcionarios. Los grandes afectados son los siete Organismos Públicos de Investigación (OPI) de Ciencia e Innovación, incluido el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) o el Instituto de Salud Carlos III, que ven reducidos sus fondos en casi un 15 %, de media. El recorte del Ciemat es del 26%, en el caso del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Neurodegenerativas, es de un 30%. No hay que olvidar que los primeros borradores presupuestarios contemplaban la posibilidad de recortar el 37%.En tanto se mantiene el gasto de personal de los el recorte principal se da en los capítulos de funcionamiento de los centros, mantenimiento de los laboratorios, viajes científicos, materiales, etc. Sin embargo, la mayor partida presupuestaria de Ciencia e Innovación es la de los créditos, que para 2010 asciende a 3.219 millones de euros, frente a 2.996 millones este año 2009. Los créditos, (el llamado capítulo 8) sólo son utilizados marginalmente en ciencia o por instituciones científicas, como recurso para tapar huecos. En el caso español, más de la mitad del presupuesto que gestiona el ministerio se dedica ya a proyectos industriales. Aún así, ha sufrido un aumento muy llamativo que responde, según la ministra, a la “demanda empresarial a satisfacer".. En definitiva, los cambios principales en el presupuesto aluden al viraje de la financiación de la investigación hacia proyectos industriales financiados con créditos frente a la subvención de la ciencia en las instituciones públicas, lo cual augura una mayor adaptación de la ciencia a las necesidades e intereses de las empresas en liza, no la apuesta por que el estado pilote la creación de nuevas fuentes de riqueza y empleo mejorando con una I+D+i nacional (pública) la oferta existente. Los investigadores no producen en sus laboratorios dinero porque no se les orienta a ello. ¡Eso que lo hagan otros! Será que se ha usado hasta ahora la cultura de la subvención para desligar el cuerpo científico de las necesidades que como país teníamos y así se pretende que continuemos. Es insostenible, claro que lo es, que en España se produzca una patente de cada 300 trabajos científicos. Pero mientras la financiación pública y privada de la investigación sean las dos caras de una misma moneda, la dependencia tecnológica y científica de nuestro país (ligada a la dependencia política), la ciencia española estará constreñida por los vaivenes que marcan las necesidades e intereses de los llamados “sectores tradicionales”. Unas pocas voces aluden al patriotismo científico, como se reclamaba nuestro Ramón y Cajal, como motor del cambio que nos tiene que sacar de la crisis y ponernos a la cabeza del mundo en sectores cualitativos. Como dijo Ramón y Cajal: "Hay un patriotismo infecundo y vano: el orientado hacia el pasado; otro fuerte y activo: el orientado hacia el porvenir" Lla Federación de Jóvenes Investigadores / Precarios dice que "no está dispuesta a permitir este hundimiento de la ciencia en España, planteando, si fuera necesario, la movilización general de los científicos".