La holgada victoria de Syriza en las pasadas elecciones griegas, con cerca de un 35% de los votos, ha permitido aTsipras volver a formar un gobierno de amplia mayoría junto a la derecha antitroika de los Griegos Independientes. Una nueva victoria del pueblo griego en el largo pulso por la defensa de su soberanía.
Ni el corralito financiero decretado por la troika ni la imposición del draconiano plan de rescate han conseguido el objetivo principal que Berlín persigue con saña desde que en enero de 2015 Syriza acabó con el régimen bipartidista: doblegar la firme resistencia del pueblo griego por defender su soberanía nacional y derribar a un gobierno que se ha convertido en símbolo y portavoz de esa resistencia.
Desde la primera victoria de Syriza, Grecia ha sufrido el más brutal ataque que se recuerda en la historia de Europa desde la invasión de Checoslovaquia por las tropas soviéticas en 1968. Si entonces los jerarcas socialimperialistas del Kremlin lanzaron sus tanques contra la Primavera de Praga, en esta ocasión han sido los mandatarios de la troika, con Berlín al frente, los que han lanzado todas sus divisiones de panzers financieros para tratar de ahogar en sus raíces “la primavera ateniense”. Han conseguido parte de sus objetivos, pero no el principal. Ni el pueblo griego ha vuelto mansamente al redil del viejo bipartidismo ni han conseguido desalojar del gobierno a las fuerzas antihegemonistas. «Una batalla que se va a concentrar en una virulenta pelea con la troika por la aplicación de las medidas contempladas en el memorándum»
Ahora Syriza y el pueblo griego tienen cuatro años por delante para seguir dando la batalla. La correlación de fuerzas les ha obligado a aceptar un plan de rescate en condiciones leoninas, sí. Pero han conservado el poder de un gobierno y una mayoría parlamentaria que, como se encargó de recordar Tsipras la misma noche electoral, tiene un mandato claro: “continuar la dura batalla que comenzamos hace meses”.
Una batalla que ahora se va a concentrar en una soterrada, pero no por ello menos virulenta, pelea con la troika por la aplicación de las medidas contempladas en el memorándum que acompaña al tercer rescate. En cada una de ellas (reforma de las pensiones, del mercado de trabajo, plan de privatizaciones, gestión del fondo del rescate,…) vamos a asistir a una sorda disputa entre el gobierno de Syriza y los “hombres de negro”, tirando cada uno de ellos hacia un lado. Es decir, si se aplican de la manera más onerosa para el pueblo griego tal y como desea el tándem Merkel-Schaüble o si, por el contrario, en cada una de ellas el gobierno consigue encontrar la fórmula para neutralizar sus peores consecuencias.
Y de fondo y en el horizonte, la batalla aún inconclusa sobre la reestructuración y el pago de la deuda. Un capítulo que en las durísimas negociaciones con la troika el gobierno de Syriza consiguió dejar abierto para una futura negociación, que se prevé al menos tan árida y espinosa como las realizadas hasta ahora. Y sobre la que Tsipras ya ha advertido en la presentación de su nuevo gobierno, que no renuncia de ninguna manera a sus objetivos iniciales de una quita sustancial tras la auditoría llevada a cabo por el parlamento griego.
Extraños maridajes
Es por ello que las reacciones contra el nuevo triunfo de Syriza, como cabía esperar, han sido tan inmediatas como furiosas. Y en la furia coinciden, en un extraño maridaje, desde los grandes medios de comunicación monopolistas, la socialdemocracia alemana (y por extensión Pedro Sánchez) hasta buena parte de la autodenominada izquierda radical europea.
Los grandes medios monopolistas se han dedicado desde el mes de julio a lanzar toneladas de intoxicación durante el referéndum y la campaña electoral griega. En el primer caso, creando el clima de opinión de que el no estaba en franco retroceso, augurando toda clase de catástrofes en caso contrario. Durante la campaña, fabricando y difundiendo encuestas que vaticinaban poco menos que el descalabro de Syriza y una más que probable victoria de Nueva Democracia. «La socialdemocracia alemana se ha revuelto enfurecida contra Tsipras por formar gobierno con la derecha patriótica y antitroika»
En ambos casos, la realidad y el pueblo griego se han encargado de echar abajo sus deseos. Pero les da igual, parafraseando a Groucho Marx, son expertos en aquello de “si no le gustan mis análisis, no importa, tengo otros”. Así, nada más finalizar el recuento la misma noche electoral con el incontestable triunfo de Syriza por goleada, ya tenían preparado el argumento definitivo. Tsipras ha vuelto a ganar porque, a pesar de haber traicionado sus promesas y haberse revelado como un político más del viejo sistema, al menos no es un corrupto como los antiguos políticos. Por eso, según ellos ha sido reelegido.
De un plumazo quieren hacer desparecer el feroz cerco y acoso al que ha sido sometido a lo largo de 6 meses el gobierno de Syriza, su aislamiento por parte de todos los gobiernos –conservadores o socialdemócratas– de la zona euro, los ataques inmisericordes desatados por Merkel y Schauble, el infame corralito decretado por el Banco Central Europeo y la digna y orgullosa resistencia presentada por el pueblo y el gobierno griegos ante cada uno de esos ataques. Mensaje nítido e inequívoco para los pueblos de Europa, especialmente los del sur. Olvídense ustedes de hacer uso de su soberanía para hacer frente al saqueo dictado por el FMI y Berlín y aplicar otras políticas económicas. A lo más que pueden aspirar es a tener políticos decentes.
A la socialdemocracia alemana, por su parte, le ha faltado tiempo para revolverse enfurecida contra Tsipras por volver a formar gobierno, la misma noche de las elecciones, con Griegos Independientes, la derecha patriótica y antitroika surgida de una escisión de Nueva Democracia. Y acusan a Syriza de elegir como aliados a una derecha “extrema y xenófoba”. Precisamente ellos, los socialdemócratas alemanes que llevan casi dos años de gobierno coaligados con Merkel y Schaüble, representantes directos de una degenerada burguesía monopolista que lo mismo es capaz de condenar a todo un pueblo a la miseria para que sus bancos no pierdan ni un euro de sus préstamos usurarios que a envenenar al planeta falseando las emisiones de millones de sus vehículos. Y, como no podía ser de otra manera, a Pedro Sánchez le ha faltado tiempo para pegarse al discurso del “hermano mayor” alemán.
A unos y otros el pueblo griego les ha dado cumplida respuesta. Nueva Democracia tendrá que encomendarse a un tercer liderazgo tras la sucesión de derrotas consecutivas en enero, julio y septiembre. Y el Pasok sigue convertido en un partido marginal (17diputados) a pesar de haberse coaligado con el centro-izquierda.