La decisión de Puigdemont y Mas debilita al independentismo y agudiza sus contradicciones internas. El factor principal ha sido el rechazo de la sociedad catalana, especialmente del pueblo trabajador, a los planes de ruptura y el carácter antidemocrático de éstos.
Una hora antes de comenzar la sesión en el parlament, la cabeza del independentismo, personificada en Puigdemont y Mas impuso un drástico cambio de planes: no se presentaría la DUI en el parlament, y ésta sería suspendida en sus efectos por un tiempo indefinido.
La realidad es que en la “hora de la verdad” el independentismo no solo reconoce sus límites sino que presenta públicamente un retroceso que solo puede leerse como una importante derrota política.
Las razones son múltiples. Por un lado el inequívoco pronunciamiento de Donald Tusk, presidente del Consejo de Estado, tres horas antes de la comparecencia de Puigdemont, exigiendo al president “no dar pasos irreversibles” en forma de una DUI. Por otro el temor a una respuesta del Estado que liquidaría la autonomía -base del poder del independentismo-, las presiones de la gran burguesía catalana -a través de la oleada de cambios de sede social de bancos y monopolios fuera de Cataluña- o las contradicciones en el mismo campo independentista.
Pero el factor principal ha sido el rechazo de la sociedad catalana, especialmente del pueblo trabajador, a los planes de ruptura y el carácter antidemocrático de éstos.
El rechazo del 60% de los catalanes a participar el 1-O, reduciendo el apoyo a la independencia al 38% del censo; los pronunciamientos de la mayoría no independentista -a través de los cuatro manifiestos o en la manifestación del domingo en defensa de la unidad-; han levantado un dique que ha hecho retroceder los proyectos de fragmentación, y ha creado mejores condiciones para defender la unidad.
La decisión de Puigdemont y Mas debilita al independentismo y agudiza sus contradicciones internas. Las CUP se han pronunciado claramente, tachando de “traición” la suspensión de la DUI, y amenazando con abandonar el parlament, lo que dejaría a Junts pel Sí en minoría y precipitaría la convocatoria de elecciones autonómicas.
El rechazo se extiende a importantes sectores de ERC, como Marta Pascual, coportavoz de Junts pel Sí, que amenazó con su dimisión. O a los sectores independentistas procedentes de Unió, como los dos diputados de Demócrates, que abandonaron el pleno tras escuchar a Puigdemont.
Y agudiza también las contradicciones entre las élites del procés y unas bases, convocadas para celebrar la proclamación de la república, y que se fueron a casa denunciando haber sido engañadas y con gritos de “esto es una estafa”. Un elemento que puede debilitar uno de los motores imprescindibles del procés, la movilización en la calle.
TV3 hizo un esfuerzo descomunal para justificar la decisión de Puigdemont, conscientes de la decepción y el enfado entre amplias bases independentistas, calificándola de “repliegue táctico”, de “inteligente jugada política para ganarse a la comunidad internacional”, de “emplazamiento a Rajoy, que volverá a actuar brutalmente fabricando nuevos independentistas”, poniendo en valor “todo lo que hemos ganado” frente “a los que se sienten hoy decepcionados sin razón”…
Evidenciando que lo sucedido les ha hecho daño.