En 1941, las divisiones acorazadas de la Wermacht ocuparon Grecia, provocando en cuatro años una auténtica carnicería, cuyas reparaciones todavía no han sido satisfechas por Berlín. Setenta años después, las divisiones financieras del Bundesbank han vuelto a ocupar Grecia con otros medios. Pero sus consecuencias también empiezan a ser dramáticas para el pueblo griego.
Era el propio ministro de Salud griego, Andrea Loverdo, quien lo confirmaba: el número de suicidios en el país ha aumentado de forma “dramática”, en un 40 por ciento, en coincidencia con el inicio de la crisis y las consecuencias de los planes de rescate que sufre Grecia. Hace sólo 3 años, en 2009, la Organización Mundial de la Salud situaba a Grecia, en sintonía con el resto de países mediterráneos, como uno de los países en los que se registraban los niveles más bajos de suicidios en todo el mundo, con menos de 2,8 casos por 100.000 habitantes. El ministerio de salud griego se veía obligado a enviar un documento al parlamento, a raíz de una interpelación del diputado independiente Lefteris Avgenakis sobre este asunto, donde se dice expresamente que “los últimos datos y estudios llevados a cabo revelan un aumento de suicidios del 40 por ciento”.En la sesión parlamentaria, Avgenakis denunció que el paro y el endeudamiento de los ciudadanos, y en especial las crecientes redes dedicadas a la usura, están detrás del aumento del número de ciudadanos que optan por quitarse la vida.» Los cálculos del FMI y Berlín se miden para el pueblo griego en hambre y en vidas»Organizaciones humanitarias de ayuda social, como Klimaka, aseguran que han pasado en el último año de recibir entre 4 y 10 llamadas al día de gente desesperada y que amenaza con suicidarse a 100. El perfil de la mayoría de quienes llaman también ha cambiado radicalmente. Si hasta 2010 predominaban los adolescentes y las personas mayores de edad con enfermedades graves, el nuevo patrón es el de hombres de entre 35 y 60 años arruinados económicamente.Genocidio socialPero no son sólo los suicidios. El pasado mes de diciembre, la sociedad griega se quedó perpleja y alarmada cuando se conoció públicamente los casos de varios alumnos de primaria que se habían desmayado en los colegios a causa del hambre. La reacción inmediata del Gobierno fue acusar a profesores y medios de comunicación de “alarmistas”. Nadie creía posible que en un Estado de la UE los alumnos se desmayasen por no haber comido nada y el primer maestro en denunciarlo fue acusado de querer calumniar al Gobierno. Pero la realidad de la falta de recursos económicos que está dejando a los niños sin comida y sin familia, y la imagen de los repartos de comida en colegios y barrios pobres empieza a recordar al duro invierno de 1941-42, cuando bajo la ocupación nazi más de 300.000 personas murieron de hambre. Los abandonos de niños empiezan a convertirse en un hecho habitual. “Hoy no vendré a buscar a Ana porque no puedo mantenerla. Por favor, hazte cargo de ella. Lo siento. Su madre”, decía la nota que una maestra encontró junto a una de sus alumnas de cuatro años. En una sociedad mediterránea y vitalista como la griega, donde la familia en su sentido más amplio es una célula vital de la estructura social, la impotencia y la desesperación por la crisis y la falta absoluta de recursos está llevando a las familias a desprenderse de lo más preciado: sus hijos.Los drásticos recortes en los escasos servicios sociales destinados a la infancia, sumado a un desempleo récord del 18 %, las rebajas de las pensiones, del subsidio de desempleo y de los salarios están en el origen del creciente número de casos de hambre, negligencias y abandonos que hasta ahora se creían característicos sólo del Tercer Mundo.Hasta la propia iglesia ortodoxa se ha visto obligada a tomar partido y denunciar una situación en la que constatan cómo desde el inicio del primer plan de rescate, a comienzos de 2010, se acumulan por cientos los casos de padres que quieren dejar a sus hijos en los orfanatos y centros de acogida eclesiásticos.Mientras Washington y Berlín reclaman recortes y rebajas sin cesar para asegurar que el pueblo griego pague a sus bancos los intereses de la deuda, lo que no puede considerarse más que como el inicio de un auténtico genocidio social empieza a extenderse entre los sectores más desprotegidos del pueblo griego. Como vampiros sedientos de sangre, los expertos del FMI, Bruselas y Francfort miden en sus cálculos hasta el último euro que pueden saquear de Grecia. Cálculos que para el pueblo griego empiezan a medirse ya en hambre y en vidas.