Ciudadanos ha pasado de ostentar la presidencia a ver como sus 12 procuradores en las cortes de Castilla y León quedan reducidos a tan solo uno. La jibarización del partido “naranja” es una mala noticia para los intereses populares.
Independientemente de las diferencias con las políticas que defiende, Ciudadanos no es ni el PP ni mucho menos Vox. Ha quedado demostrado durante la tramitación en el Congreso de la reforma laboral gestionada por Yolanda Díaz. Ciudadanos voto a favor, mientras PP y Vox intentaban por todos los medios hundirla con el indisimulado objetivo de imponer un marco laboral más duro para los trabajadores.
Hay responsables de esta debacle. La dirección de Ciudadanos vetó en 2019 el entendimiento con el PSOE, que había sido la fuerza más votada, e impuso el pacto con el PP, que llevaba casi tres décadas gobernando. Y es evidente que los sectores más reaccionarios han apostado por el hundimiento de Ciudadanos para relanzar las opciones del PP en su camino a la Moncloa.
La destrucción de Ciudadanos elimina a una fuerza que podría formar parte de gobiernos de progreso, y alimenta a las alternativas más antipopulares, al PP y también a Vox.