Algunos con más influencia mediática que los “quema-basuras”, hacen llamamientos constantes contra toda la “clase” política. Y proponen grupos de “sabios” y “técnicos” para que conduzcan la lucha contra la pandemia o las medidas económicas.
Llegan con 90 años de retraso. Esto mismo defendia José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange.
Intentan inocular la idea de que lo mejor, lo más “eficaz”, es que dirija al país las “élites”.
Los comunistas lo que queremos seguir es el enfoque ético de Lenin cuando proponia que “las cuentas del Estado las pueda llevar una cocinera”. O el de Marx, cuando señalaba que los “sabios” de las grandes academias necesitaban “recibir una severa educación por parte del pueblo”.
Hay un abismo de clase en estos dos enfoques.
Si la población está asustada por el incremento de contagios, en Europa y en España, si cada uno desde su casa está preocupado por la seguridad de su empleo y por el mantenimiento de su nivel de vida, si cuatro de cada diez jóvenes están desempleados en España, si la verdad es que estamos confundidos y no conseguimos entender los números de la pandemia, ahora se suman una “banda” que dice la revolución está en la basura, en los contenedores de basura.
Y, además, tenemos que aguantar a “curas trabucaries” que vomitan por los medios su reaccionario carlismo justificando, a estas alturas, a ETA.
Hay que decir con rotundidad que si el humo de los contenedores apesta, el hedor de quienes los incendian enarbolando una extraña “libertad joseantoniana” es todavía más tóxico.
Que no nos engañen. Mejor dicho, que no nos coman la cabeza.