La crisis política abierta en que ya se ha transformado la crisis económica ha popularizado la comparación de la actual situación nacional con la de los meses que precedieron al 23-F. Y en ese paralelismo, algunos se atreven a comparar la figura de Zapatero con la de Adolfo Suárez. Hablan de dos presidentes «átonitos, bloqueados, enrocados sobre sí mismos y dando palos de ciego». Nada más lejos de la realidad. Si ha existido un político en las antípodas de Zapatero, ése ha sido Suárez. Y no por su filiación política nominal, sino por la posición mantenida ante los grandes centros de poder. Suárez dijo no a Washington cuando la superpotencia exigió nuestra entrada inmediata en la OTAN. Y acaba señalado por la gran banca como persona non grata. Zapatero, por el contrario, está dispuesto a aceptar la degradación de España dictada por las grandes potencias, con el único interés de cargar la factura sobre la población para que Botín mantenga sus abultados beneficios.
Súarez dijo no a la OTAN La defenestración de Suárez se fraguó desde el mismo momento en que Alexander Haig, secretario de Estado de Reagan, afirmó que “Esaña tiene que fijar fecha y hora para su entrada en la OTAN”.Algo que todavía es necesario ocultar. En las dos horas y media de duración del biopic televisivo estrenado recientemente sobre la vida de Suárez, no se pronuncia en ningún momento la palabra OTAN.Suárez se negó a plegarse a las órdenes de la administración Reagan, que exigían, en plena guerra fría, una incorporación inmediata de España a la OTAN.Suárez tenía otros planes. Cometió la osadía de ser independiente. Aprovechando las excepcionales condiciones del momento, con unos EEUU debilitados tras el fracaso de Vietnam y las oportunidades que ofrecía el cambio de régimen en España, intentó desplegar una política autónoma, que dotara a España de un margen de maniobra frente a Washington.Suárez recibió a Arafat o a Fidel Castro, colocados por Washington en el “eje del mal” de la época. Impulsó la creación de una comunidad iberoamericana de naciones, como la base que permitiera a España jugar un papel más relevante en la política internacional. Practicó en la ONU una “tercer vía diplomática” que llevaba a España a votar muchas veces junto al Tercer Mundo y contra las dos superpotencias. E incluso llegó a enviar una delegación española a una cumbre de los No Alineados.La autonomía demostrada frente a Washington, se extiende también hacia las principales potencias europeas. Todavía se recuerda una tormentosa cena oficial donde Suárez reprochó a Giscard d, Estaigne -el presidente francés apodado “Messieu Espagne” por su obsesión en inmiscuirse en los asuntos internos españoles- como París protegía protegía a los etarras en el “santuario galo”, utilizando el terrorismo como arma de presión sobre nuestro país.Suárez se convirtió, desde la presidencia del gobierno, en un intruso que había desafiado la regla de oro de la democracia española: la sumisión a los dictados del imperio.Y una campaña de acoso y derribo contra él –en la que participaron desde la gran banca a Felipe González, desde ETA a los barones de la UCD, desde la CEOE a la Iglesia…- acabó con su forzada dimisión.Pero lejos de amedrentarse, Suárez siguió fiel a sus banderas, radicalizándose en sus posiciones. Muchos miembros del Centro Democrático y Social –partido fundado por Suárez tras abandonar la UCD- participaron activamente pidiendo el No en el referéndum de la OTAN.Y no son lecciones historicistas, sino conclusiones vitales para el presente. En una situación donde el ocaso imperial y la emergencia de paises del Tercer Mundo está rediseñando el tablero mundial, existen peligros pero también oportunidades. La dependencia estructural de España está propiciando que las grandes potencias carguen el peso de la crisis sobre nosotros. ¿Pero qué pasaría si España opta por un camino autónomo, al lado de los países del mundo hispano que, gracias a haber alcanzado cotas de independencia respecto a Washington, cada vez cuentan más en el mundo? El presidente que se enfrentó a Botín Cuando en plena transición, Emilio Botín padre osó, alegando su gota, posar su pierna en la mesa de Adolfo Suárez, éste le obligó a retirarla inmediatamente, porque “ningún banquero pone los pies encima de la mesa del presidente del gobierno”.Ahora la situación ha cambiado, los elogios de Botín al inquilino de la Moncloa son desmesurados. Hasta el punto de confesarle al rey en una recepción pública: “No sabemos la suerte que hemos tenido con este hombre [Zapatero] en la presidencia, Señor, es un hombre providencial para todos….”.El CDS de Suárez lanzó una pegatina con el significativo lema “Yo también tengo problemas con la banca”. Y no era una frase demagógica. La gran banca creó un “cordón sanitario” en torno a Suárez, negando al CDS los créditos, para cubrir de millones a la “Operación Roca”, fracasado intento de impulsar un partido centrista que marginara políticamente al CDS.Basta recordar como, en la presentación de la campaña de 1986, Suárez denunciaba que “los socialistas han seguido una política orientada por el Fondo Monetario Internacional, con lo que han aumentado sustancialmente los beneficios de la banca”.En ese mismo mitin, Suárez remachó que “la banca nos ha dado la espalda, lo que quizás obedece al hecho de que el CDS no se pone de rodillas ante ella. Me enfrenté a los que querían hacer una España para ellos sólo, y no una España para todos”.Habría que recordar esta palabras de Suárez cuando la voluntad de Zapatero por “rescatar” a la banca a costa de hundir al país es el principal obstáculo para salir de la crisis.Suárez se negaba a ponerse de rodillas ante la banca. Y ahora tenemos un presidente convertido en el auténtico chico de los recados de Botín. Y el último “recado” de Botín a Zapatero es que tenemos que trabajar dos años más y cobrar un 25% menos para que el Santander siga codeándose en la City londinse.