Mauricio Macri, de la alianza Cambiemos, ha ganado la segunda vuelta de las elecciones argentinas, con una ventaja de sólo 3 puntos sobre el candidato apoyado por Cristina Fernández de Kirchner, Daniel Scioli. Macri ha logrado el 51,4% de los votos, unos 700.000 votos más que los que su contrincante, que perdió con el 48,6% de los sufragios. En la primera vuelta ganó el oficialista Frente para la Victoria (FpV), pero sin el margen suficiente para gobernar, y por primera vez en la historia del país hubo que ir a un balotaje` o segunda vuelta.
Doce años de Gobiernos kirchneristas, cuatro con el fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) y ocho con la actual mandataria Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), dejan paso a otra etapa radicalmente distinta. Los gobiernos de los Kirchner representaron la línea de un sector patriótico de la burguesía argentina, hastiada del humillante saqueo imperialista y la degradación al que fue sometido el país. Un sector que vió en las revueltas populares contra el corralito -y en el viento de cambio antihegemonista en el continente- una oportunidad para recuperar la soberanía nacional, para emprender un camino de reindustrialización y crecimento autónomo para la Argentina. Y que comprendió que sólo elevando el poder adquisitivo y la capacidad de consumo interno de las clases más empobrecidas del país era posible la recuperación económica.
En el trasfondo de la victoria de Macri, los problemas económicos -con una inflación galopante, del 25%, que aumenta más rápido que las subidas salariales- o la batería de casos de corrupción que los medios de comunicación se han encargado de amplificar convenientemente, han erosionado el amplio apoyo social que disfrutó Cristina Kirchner hace 4 años, obteniendo el 54% de los votos. Y más allá de las contradicciones internas del país o del propio kirchnerismo, los esfuerzos de la superpotencia norteamericana por romper el frente antihegemonista latinoamericano, recuperando el control de una potencia económica regional como Argentina.
«Las prioridades de la política externa de Macri es relanzar el vínculo bilateral con Washington y torpedear el frente antihegemonista latinoamericano»
Macri, y tras él el sector de la oligarquía argentina más alineada con Washington, obtienen así un importante éxito. Tienen el gobierno de la Nación, el de la capital y el de la provincia de Buenos Aires, el distrito más grande, poblado e influyente del país. Pero su triunfo no es completo: no tienen la mayoría en la Cámara de Diputados, donde la primera fuerza minoritaria sigue siendo el FpV. En el Senado el kirchnerismo tiene aún mayoría absoluta. En el resto del país la situación es similar: el FpV retiene el poder regional en 12 de los 24 distritos de la Argentina, por lo que Macri necesitará negociar para llevar adelante sus propuestas. Y dado el antagonismo de las líneas políticas de ambos partidos, se augura un periodo de aguda lucha, en la que el kirchenrismo intentará frenar todo lo posible las políticas de Macri.
Quien es Mauricio Macri y para quién gobierna
Conocido en los círculos políticos como ‘El Ingeniero’, Mauricio Macri proviene de la propia clase oligárquica: su padre, el magnate italiano Franco Macri, creó uno de los imperios económicos más poderosos del país. Un grupo monopolista que creció gracias a la cercanía con la dictadura argentina. En 1970, el imperio Macri constaba de 7 empresas, pero tras concluir la dictadura militar ya tenían 46.
Tras un episodio de secuestro, el joven Macri se lanzó a lo grande al mundo de los negocios, llegando a ser en el 95 el presidente del equipo de fútbol Boca Juniors en la época de mayor éxito del club. En 2003, Macri creó su propio partido, el germen de lo que luego sería Propuesta Republicana (PRO), con el que ganó las elecciones para gobernar la ciudad de Buenos Aires en 2007.
Es precisamente en aquellos años -los de la salida del corralito y el ascenso de Nestor Kirchner- cuando Macri comenzó una fluida relación con la embajada norteamericana. Según el periodista argentino Santiago O´Donnell, que desclasifica en su libro “ArgenLeaks” los documentos revelados por Julian Assange acerca de Argentina, Macri intervino al menos cinco veces ante la Embajada de EEUU en Buenos Aires para pedir sanciones de este país contra el gobierno kirchnerista. Aunque en aquel momento su “colaboración” fue desestimada, demuestra que la relación y el diálogo con la embajada yanqui era muy frecuente.
Tambien son bien conocidos los vínculos de Mauricio Macri con los dirigentes de la derecha opositora proyanqui de distintos países del continente: Aécio Neves en Brasil, Guillermo Lasso en Ecuador o Henrique Capriles y Leopoldo López en Venezuela. La propia esposa de este último golpista venezolano, Lilian Tintori, estaba presente en el balcón en el que Macri celebraba la noche electoral. Su aliado más antiguo es el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, quien en diciembre de 2010 consideró a Macri “una esperanza para todos los latinoamericanos”. Todos ellos vinculados a Washington.
No es ningún secreto que una de las prioridades de la política externa de Macri es relanzar el vínculo bilateral con Washington -acabando con la retórica antiestadounidense de los gobiernos Kirchner- así como potenciar los esfuerzos conjuntos en la lucha antidrogas, uno de los mecanismos habituales de intervención y cooptación del hegemonismo en la policía y el ejército de los países latinoamericanos.
«Doce años de gobiernos soberanistas han creado un poso de conciencia y organización antiimperialista en el pueblo argentino. La batalla por Argentina no ha acabado.»
Su gobierno retornará a la cooperación con el FMI y apostará decididamente por intergrar a Argentina en los Tratados de Libre Comercio auspiciados por EEUU, como la Alianza del Pacífico, que integra a los países en la órbita de Washington: Chile, Colombia, México y Perú. Y también por firmar el acuerdo TiSA: orientar la política comercial hacia EEUU y la UE y la penetración de sus multinacionales. Una política totalmente contraria a Unasur y Celac, los organismos de integración regional creados por el frente antihegemonista latinoamericano que apoyaron los Kirchner.
Macri ha declarado su abierta intención de aislar a Venezuela en Mercosur por “la persecución a los opositores y a la libertad de expresión”. Dado que la correlación de fuerzas en el Mercosur no le favorece, parece que semejante maniobra sólo puede buscar crear un enfrentamiento diplomático que justifique el abandono de Argentina de la institución
En el mismo sentido, Macri -que ha mostrado repetidamente su admiración por Netanyahu- ha mostrado su intención de romper las importante s relaciones económicas de Argentina con Irán -potenciadas por los Kirchner- y por convertir a la Argentina en un aliado estratégico de Israel en América Latina, “un pueblo de lucha y de trabajo” en sus propias palabras.
En el plano militar, Macri ha mostrado su voluntad de pactar con Reino Unido un acuerdo “amistoso” sobre las Islas Malvinas, unas islas donde la OTAN tiene una de sus principales bases fuera de Europa.
Una orientación declaradamente prohegemonista para anclar de nuevo a la Argentina en la órbita de Washington. Sin embargo, doce años de gobiernos soberanistas han creado un poso aún mayor de conciencia y organización antiimperialista en el pueblo argentino. Las espadas están en alto. La batalla por Argentina no ha acabado.