Se veía venir, pero ello no le ha restado ni un ápice de morbo. El larvado conflicto de intereses que desde hace años enfrenta al Grupo Prisa con el presidente Zapatero ha saltado ya al dominio público y se ha convertido en una reyerta que, si no se frena pronto, si nadie la apacigua, puede acabar con los dos contendientes muy malheridos. Y no se trata de dos contendientes cualquiera. Uno (Prisa) es no sólo el mayor grupo de medios en español, sino un verdadero «pilar» del actual régimen político. Y el otro es el Gobierno… el «gobierno de Botín».
Los desencuentros vienen de lejos y tienen su origen en la decisión de Zaatero de acabar con la tutela omnímoda que Prisa ejercía sobre el PSOE (tutela que iba más allá del mero apoyo al partido a cambio de favores, para inmiscuirse abiertamente en la fijación de la línea a seguir y la elección de los cuadros idóneos para llevarla a cabo) y en la estrategia de aquél de potenciar y promover unos nuevos medios de comunicación "afines" (La Sexta, Público…), destinados inevitablemente a poner fin al monopolio de Prisa en el campo "progresista", abriendo así un nuevo escenario de disputa por el control de esa franja social… así como por los contenidos con que fidelizar a esas audiencias y hacer caja. Así es cómo, en muy pocos años, se ha llegado a la "guerra del fútbol" que, en primera instancia, aparece como detonante principal de la actual ruptura y razón desencadenante de las críticas acerbas de estos últimos días de El País contra Zapatero, que han llegado incluso a llamar la atención del New York Times. Pero la virulencia y la reiteración de estos ataques (Juan Luis Cebrián, consejero-delegado de Prisa, llegó a llamar a Zapatero "corrupto" y "traidor") no obedecen sólo a la actitud díscola o poco sumisa de Zapatero, o a su descarado apoyo y preferencia por otro grupo de medios, sino también -y de forma muy destacada- a la gravísima situación financiera que atraviesa Prisa, que amenaza seriamente su propia supervivencia. Con una deuda a corto plazo de más de 5.000 millones de euros (fruto de una política expansiva y de compras muy ambiciosa y del error cometido con la toma de control del 100% de Sogecable), Prisa se ha colocado entre la espada y la pared, se ha convertido, de intocable y todopoderoso, en un grupo vulnerable. A lo que hay que añadir la desaparición del "capo", la muerte de Polanco, un auténtico "padrino", que confería al grupo un poder singular, del que ahora, sin él, carece. La situación crítica ha llegado al punto que en los últimos meses el Grupo ha tenido dificultades de tesorería para pagar a sus empleados de El País o La Cuatro. Y se ha visto obligado a vender "a bajo precio" algunas de sus principales "joyas" (el 25% de Santillana, el 35% de Media Capital, su filial en Portugal) con tal de obtener los 300 millones de euros que le demandaba el "pool" de bancos con los que tiene contraída una deuda de 2.500 millones, Con ese pago, sin embargo, Prisa sólo logra aplazar otro año el pago de la deuda: un balón de oxígeno, sí, pero a costa de "redimensionarse" (es decir, de empequeñecerse) y de empeñar las joyas de la familia. Presionado por esta angustiosa situación, el Grupo Prisa aceptó antes de agosto fusionar parte de su grupo (La Cuatro) con su rival (La Sexta) y compartir los derechos del fútbol. Fue el primer intento de llegar a un acuerdo y apaciguar el conflicto. Pero, por razones que no están del todo claras, al final del verano el acuerdo se rompió.Y Prisa anunció el lanzamiento de Canal Plus Liga como plataforma propia para explotar el fútbol de pago (una medida clave para revitalizar y poner en valor su plataforma por satélite Canal Satélite Digital, cuya venta se vislumbra como única vía capaz de sacar a Prisa de su atolladero económico). Pero sólo 5 días después de anunciar la ruptura de la fusión y la puesta en marcha de Canal Plus Liga, el gobierno de Zapatero anunciaba por sorpresa (¡el 13 de agosto, en plenas vacaciones!) la aprobación inminente, por vía de urgencia, de un decreto que abría las puertas a la creación de la TDT de pago: una decisión que servía a La Sexta para poner en marcha de forma inmediata una nueva cadena, Gol TV, capaz de competir con Canal Plus Liga, lo que anulaba, por tanto, de forma automática, el "valor añadido" que la creación de ésta otorgaba a Canal satélite Digital. Toda la estrategia de Prisa para revitalizar CSD por la vía del control exclusivo del fútbol de pago quedaba segada. Y la perspectiva de vender CSD por una cifra que permitiera engujar su deuda, se iba de nuevo al garete… ¡por un decreto urgente del gobierno de Zapatero! La ruptura estaba declarada y el pulso servido. El País se lanzaba en tromba contra Zapatero, primero, denunciando con notable agresividad la decisión sobre la TDT, para pasar, a continuación, a una descalificación mucho más global, que alcanzaría su cénit con dos editoriales demoledores a mediados de septiembre poniendo en solfa la política económica del Gobierno, sus recetas contra la crisis y la idoneidad del propio Zapatero. Las escaramuzas anteriores habían derivado ya en conflicto abierto. Los esporádicos entrentamientos, en guerra total. Primeras espadas de la vieja guardia del PSOE (Peces Barba, Almunia, Leguina…) lanzaban andanadas directas contra "los errores" de Zapatero, mientras que los "damnificados" por el viraje de la política económica de Zapatero (Solbes, Sevilla…) abandonaban el barco, en una maniobra que nadie puede dejar de pensar que estaba perfectamente coordinada con la ofensiva de Prisa, y contaba con el respaldo en última instancia de Felipe González. Este "nuevo" giro del conflicto ha acabado provocando una crisis en toda regla. Zapatero ha esgrimido en público su "independencia" de Prisa. Muchos lectores de El País y oyentes de la Ser han discrepado de los ataques a Zapatero. Algunos ya han advertido de que esa "guerra" puede acabar haciendo mucho daño a los dos, y han abogado por rebajar la temperatura del pulso. La situación, sin embargo, está lejos de resolverse y, además, la hondura y amplitud que ha adquirido está comenzando a poblar el ambiente de nuevos interrogantes. ¿Qué hay verdaderamente detrás del pulso de Zapatero a Prisa, de su voluntad y de su estrategia de acabar con su monopolio y con su tutelaje sobre el PSOE? ¿Hay una estrategia "intencionada" de redimensionar el tamaño y la influencia de Prisa, imprimiendo su dimensión de "pilar" básico del régimen? ¿Y si es así, por cuenta de quiénes, quién o quiénes han diseñado y "financian" esta operación? Y por el otro lado, ¿qué hay detrás del pulso de Prisa contra Zapatero? ¿Simplemente una presión para que el Gobierno respalde activamente su plan de supervivencia, en vez de ponerle obstáculos? ¿O como grupo monopolista que es, y que encarna los intereses de importantes sectores de la burguesía monopolista española, ha entrado realmente en colisión con la orientación, con la línea e incluso con el liderazgo y la figura de Zapatero? ¿Incluye esa colisión "divergencias sustanciales" con la cada vez más visible deriva de Zapatero hacia EEUU, amparándose en su "vínculo" con Obama? Sin duda, el desarrollo del pulso en estos próximos meses nos ayudará a responder a muchas de estas interrogantes.