Hace seis años se publicaba el artículo del ya fallecido Samuel Huntington titulado «La amenaza hispana» en el que afirmaba que los hispanos significarían la destrucción de los EEUU como tales. Según el último informe del Instituto Cervantes en el 2050 EEUU será el país con más hispanohablantes del planeta
Siguiendo el homenaje que desde estas áginas queremos rendir a José Saramago, no sólo a su trayectoria, sino a su concepción de la unidad ibérica e iberoamericana, es inevitable dirigir la mirada sobre el último informe presentado por el Instituto Cervantes, en el que cobra un protagonismo especial la presencia hispana en EEUU. El español es una lengua que hoy hablan más de 450 millones de personas en todo el mundo lo que la convierte en la segunda, después del chino, y el segundo idioma de comunicación internacional, según los datos del Instituto Cervantes. Así concluye "El español: una lengua viva", título del trabajo publicado con motivo del "Día del Español", que se ha celebrado, por segundo año consecutivo en las más de 70 sucursales del Cervantes de 42 países. Según el informe los hispanohablantes crecen aceleradamente respecto al resto de países en los Estados Unidos, y el factor determinante no solo es la inmigración sino la juventud de la población hispana frente a la norteamericana. Teniendo en cuenta esto el uso dentro de los hogares hispanos del español es del 80 por ciento de las familias hispanas. Se integran manteniendo su identidad, adaptándola a la sociedad norteamericana. En el norte de Texas, por ejemplo, el 40 por ciento de los residentes nacieron en otro país o son hijos de extranjeros, y según un estudio publicado en el 2000 la sociedad angloamericana convive con gente de 74 países, siendo los hispanos mayoría. Se puede decir que 6 de cada 10 residentes de origen extranjero son hispanohablantes. Los cambios operan imparables. Donald Frischmann, profesor de español durante 23 años de Texas Christian University (TCU) afirmaba en una entrevista sobre el avance del español: “Aquí, como en todo el país, se habla español en todos los niveles, desde el más formal hasta un ‘español de rancho’, porque si se nace y crece en un rancho, sin mayores exigencias, ése es el español que sirve”. Y Peter Fekety, texano con preparación universitaria en español y estudios latinoamericanos, gerente de la biblioteca Northside de Fort Worth afirmaba en el mismo reportaje que “el 50 por ciento de los usuarios prefiere hablar español y si el personal no les habla en su idioma, no se sienten bienvenidos”. Por otra parte el chino e inglés descienden proporcionalmente por razones demográficas, y si esto sigue así en tres o cuatro generaciones el 10 por ciento de la población mundial se entenderá en español, y en 2050 Estados Unidos será el primer país hispanohablante del mundo, seguido por México y España. A este paso los hispanos triplicarán la población en el país norteamericano, significando ¡el 30% de la población!. Pese a otras cifras oficiales el Instituto Cervantes asegura en su informe que la cantidad de alumnos que estudian español como lengua extranjera ha aumentado un 25% Si prestamos atención al ámbito ibérico e iberoamericano, hoy en día cinco millones de estudiantes aprenden español en Brasil, lo que supone un avance espectacular gracias a la Ley del Español del 2005 que generalizó la enseñanza del idioma en el sistema educativo brasileño; 372 universidades ofrecen licenciaturas en Español y 7.500 estudiantes anuales lo estudian en los centros de educación superior. En Portugal el número de profesores y escuelas que ofrecen la enseñanza en español ha pasado de 3 a 150 en diez años, los estudiantes de 30 a 6.800 en la Secundaria y 12.300 en total, y las matrículas universitarias de 800 a 2.000. Una raza peligrosa Las bases materiales están dadas para la advertencia que Huntington lanzaba en el 2004. "La entrada persistente de inmigrantes hispanos amenaza con dividir en dos los Estados Unidos: dos pueblos, dos culturas y dos idiomas. A diferencia de otros grupos de inmigrantes del pasado, los mexicanos y otros latinos no se han asimilado en la cultura predominante de Estados Unidos, formando, sin embargo, sus propios enclaves políticos y lingüísticos, desde Los Angeles a Miami, y rechazando los valores angloprotestantes que construyeron el sueño americano. Los Estados Unidos no hacen caso a este desafío a su propio riesgo" El catedrático Angel López da la cara en su ensayo “El sueño hispano” a esta encrucijada. Dos concepciones del mundo, dos naturalezas se enfrentan; por una parte el progreso – según el desarrollo capitalista, añadimos – que consiste en que yo me alce sobre los demás, incluida la naturaleza; de otra, la coexistencia mestiza que se resuelve en la fusión con ellos – los demás – y con ella – la naturaleza – rompiendo el distanciamiento. No se puede entender lo que Huntington considera una amenaza como una agresión al uso, un choque de naciones, y en todo caso de inmigrantes pertenecientes a esa nación, porque el español tiene esa característica histórica. Aunque se asocie a rasgos exportados por la metrópoli colonial, más tarde, el proceso ha sido a la inversa y de vuelta hacia la antigua metrópoli. Es más un choque de valores, principios y formas de entender el mundo. Políticamente puede verse como los hispanos en EEUU han construido un sistema organizativo que les ha convertido en el sector inmigrante más influyente del país, a través de múltiples organizaciones, pero especialmente a través del Congreso Nacional de la Raza, en el que se agrupan multitud de diferentes entidades y movimientos. Des de el punto de vista histórico-lingüístico debemos remitirnos a la obra del mismo autor premiada con el Anagrama de Ensayo en 1985, “El rumor de los desarraigados”. Según López el castellano se originó como una koiné de intercambio entre el vasco y el latín, de tal manera que su aparición tuvo que ver con la creación de una herramienta básica de relaciones. Su rápida extensión tiene pues que ver con ese carácter koinético e instrumental, al que posteriormente contribuyó – no es el caso desarrollarlo aquí – su relación con el árabe. Es así una lengua de todos y de nadie, un rumor de los desarraigados. Nada que ver con el papel del inglés como vehículo imperial que se mantiene como tal una vez desaparecido el yugo colonial, no es asimilado, integrado, ni considerado como “propio”, cosa que sí ocurre con el español. La amenaza entonces existe, pero no para la desaparición de la superpotencia norteamericana como país, sino para todo un sistema de valores, una forma de ver el mundo antagónica a la hispana. Que, por otro lado, gana fuerza política y organizativa al margen de ningún Estado generador. Los hispanos norteamericanos también se consideran norteamericanos, al menos las nuevas generaciones, pero sobre todo son hispanos. La balsa de piedra Qué duda cabe de que el iberismo de Saramago, con cuya mención empezábamos este artículo, se apoya en toda esta serie de ejes estructurales identitarios que forman un todo mestizo, en este caso, ibérico. Sería más complejo ahondar en esta parte de la historia, pero la tradición iberista de la península a devenido en una especie de rechazo europeísta que considera lo europeo como un pegote amorfo que intenta mimetizarse con el entorno pero que es incapaz de disimular su “extranjería”. Es por lo tanto iberoamérica su ámbito natural. Lo mismo se dice de diferentes maneras. Y de momento, según, el Instituto Cervantes, todos tienen razón. “Mi iberismo”. José Saramago Ahora bien, coincidiendo más o menos con estas desventuras espirituales, y probablemente también por efecto reflejo de la decepción sufrida al querer llegar a un entendimiento más sensible del pequeño y desde ahora frustrado universo ibérico, volví los melancólicos ojos hacia América Latina donde, a pesar de la cúpula magnífica de la lengua del imperio económico, se sigue hablando y escribiendo en portugués y en castellano. No se trata, claro está, de un descubrimiento repentino, de un hallazgo, de un encuentro de civilizaciones; los escritores de allá, tanto prosistas como poetas, no me eran desconocidos y sabía lo bastante de la historia de aquella inmensa parte del mundo como para no desmerecer en una conversación entre amigos o en un debate público a modesto nivel en cuanto a geografía, debido a mi insaciable curiosidad cartográfica, soy capaz de poner un dedo exacto, sin dudar, en cualquier país que, como test de conocimientos básicos, se me proponga. La diferencia de esta nueva mirada era que una especie de conmoción, un presentimiento, un alborozo incontenible del espíritu me estaban insinuando que la propia Península Ibérica no podrá ser hoy plenamente entendida fuera de su relación histórica y cultural con los pueblos de ultramar y que, de seguir la actual tendencia a la relajación de las capas profundas que nos siguen vinculando a ellos (no confundir con aproximaciones políticas y económicas subordinadas, casi siempre, a intereses de terceros), nosotros, los peninsulares, acabaremos en la incómoda situación de quien, habiéndose sentado en dos sillas no sabe cuál de ellas le ofrece más seguridad, siendo cierto, por otro lado, e insistiendo en la metáfora, que el problema de la identidad de quien así se sentó, no saca provecho de la inestabilidad subsiguiente, al precario estatuto, adoptado del que no supo escapar, cuando todavía estaba a tiempo. Quiero decir, en fin, que esta Península, que tanta dificultad tendrá en ser europea, corre el riesgo de perder, en América Latina, no el mero espejo donde podrían reflejarse algunos de sus rasgos, sino el rostro plural y propio para cuya formación los pueblos ibéricos llevaron cuanto entonces poseían espiritualmente bueno y malo y que es, ese rostro, así lo creo, la mayor justificación de su lugar en el mundo. Admitiría que América Latina quisiera olvidarse de nosotros, sin embargo, si se me permite profetizar, preveo que no iremos muy lejos en la vida si escogemos caminos y soluciones que nos lleven a olvidarnos de ella. Fragmentos del ensayo del catedrático Angel López, “El sueño hispano ante la encrucijada del racismo contemporáneo” (VIII Premio Constitución de Ensayo): “La noción de hispanidad es aceptada comúnmente por todos los hispanos, y cuajado en algo más que en una superestructura de servicios para disfrute y provecho de las clases dominantes de cada uno de estos países. Frente a ella la francofonía, por ejemplo, Pero por más que el francés se revele útil para las relaciones internacionales de estos pueblos -de Camerún, Togo, Senegal, Vanuatu, etc-, es muy dudoso que sus ciudadanos puedan sentirse alguna vez franceses por la lengua o por la cultura. […] Para ser hispano ni siquiera hay que hablar español como lengua materna, basta con estar vivencialmente próximo a la comunidad que lo habla. Tanto es así que, pese a originarse en una situación colonial, la comunidad hispánica no es alentada y sostenida por la antigua metrópoli, sino más bien todo lo contrario: si algún grupo de hispanos está en peligro de perder su condición de tales, es precisamente, por una irónica pirueta de la historia, el de los españoles. […] El contraste entre la evaluación del exterminio de los indios de América del norte por los descendientes de los peregrinos del Myflower, y el genocidio de los del centro-sur a manos de los sucesores de los soldados que acompañaron a las primeras expediciones de Huelva y Cádiz, sigue siendo una referencia, por trillada, no menos instructiva: aunque la eficiencia de los primeros parece haber sido superior, hasta el punto de no dejar prácticamente rastro de los nativos en todo el territorio de los Estados Unidos, para la mitología propagada por el cine y adoptada con facilidad por los hombres de nuestra época, el general Custer sigue siendo un héroe, y Francisco Pizarro un villano. […] los hispanoamericanos no han conferido al español ninguna de las características míticas que los profetas del nacionalismo suelen atribuir a la lengua de que parten en cada caso. El día que desaparezcan el kurdo, el maorí o el francés de Québec, habrá que oficiar los funerales de la nación kurda, de la nación maorí, y del sentimiento diferencial del Canadá de habla francesa. En Hispanoamérica, por el contrario, el español es el símbolo de un tipo de sociedad y de una forma de entender la vida, pero no su origen: la sociedad mestiza fue antes que el español y seguiría siéndolo aun sin el español. Por eso Puerto Rico ha resistido con éxito los intentos asimiladores de Estados Unidos […] el inglés, que es la lengua del individualismo y de la tecnología, y el español, que es el idioma del mestizaje. No es bueno que estas dos realidades sigan enfrentadas, pero no se ve muy bien cómo lograr que los hombres las acepten simultáneamente: de una parte, el progreso consiste en que yo me alce sobre los demás, incluida la naturaleza; de otra, la coexistencia mestiza se resuelve en mi fusión con ellos y con ella rompiendo el distanciamiento.”