Si hay un cultivo estrella en España y particularmente en Andalucía este es sin lugar a dudas nuestro olivar, que con 1,5 millones de Ha. representa el 47,7 % de la superficie cultivada de nuestra comunidad, pero ¿Qué le ocurre al olivar? ¿Cuáles son sus males?
Según la sesgada información de los principales medios de comunicación, el olivar se muere porque los costes de producción superan los beneficios obtenidos. Pero veamos que parte de verdad y que parte de interés hay en esta simplista afirmación.
Entre el superintensivo y la PAC
Muchos y diversos son los problemas a los que se enfrenta el sector olivarero español y por extensión el andaluz. El primero es el acoso al cultivo tradicional, mayoritario en el sector. El olivar tradicional tiene un coste medio de producción entre 2,3 y 2,7 €/Kg (según sea mecanizable o no), mientras que el del intensivo y superintensivo es de 1,6 a 1,65 €/Kg. La lógica del máximo benefico coloca al olivar tradicional contra las cuerdas, pues mientras éste puede producir en el mejor de los casos unos 3.000 Kg./Ha los superintensivos superan los 12.000 Kg./Ha. Sin embargo, el problema fundamental reside en qué manos monopolistas manejan las explotaciones superintensivas.
» defender un olivar, tradicional o intensivo, pero independiente de los intereses de los grandes grupos monopolistas»
Lo que nadie nos dice a las claras es que estos cultivos están ligados a las inversiones que realizan grandes capitales multinacionales lo cual, sumado a que toda la producción esta en manos de sólo 5 distribuidores (destacando Koipe, de capital italiano, Unilever, multinacional anglo-holandesa, el grupo francés Frint-Frahuil y la suiza Nestlé) puede darnos algunas pistas de porque aumentando la demanda del producto bajan los precios sin cesar al productor. Las propias condiciones para estos cultivos (terreno sin pendientes, riego, fertilización y una total mecanización) conllevan unas inversiones imposibles de realizar a la mayoría de explotaciones andaluzas. El 81% son explotaciones familiares de menos de 5 hectáreas.
En segundo lugar está la tenaza de las PAC, que parece que subvenciona aquellos productos que acaba desmantelando. Empezó subvencionando al olivar según producción; luego, a partir de 2006, estableció el Pago Único, cantidad fija por explotación y determinada por la producción de unos años de referencia. Esto se tradujo en que sólo el 1,5 % de propietarios de las grandes extensiones reciben el 29 % de las ayudas. Y, ahora, para el período 2013-2020 cambia el sistema de subvención sin que se sepa ni el montante que nos corresponderá ni su distribución, pero que apunta a un importante recorte que, vista la sumisión de PSOE y PP en Europa, no va a ser contestado. En otros sectores como el pesquero tenemos la prueba.
Única alternativa
Ante el panorama desolador que nos presentan tenemos que acometer sin la menor dilación una serie de acciones encaminadas a dar un cambio de orientación a nuestras explotaciones para ello podemos aprovechar el sistema cooperativista que predomina en el campo andaluz y que tiene que partir de profesionalizar su gestión, integrando en su organigrama personal especializado (economistas, ingenieros agrónomos), realizando estudios de mercado que permitan un aumento del consumo y nos lleven a mercados más alejados de la UE.
Por otra parte es imprescindible romper el control de las distribuidoras para ello tenemos que pensar en crear una distribución propia, aprovechando los recursos agropecuarios del campo andaluz y unir a los distintos sectores en la venta de los productos (Leche, carne, aceite, frutas, hortalizas, cereales, etc.), sería establecer una cadena entre la producción, industrialización, comercialización y distribución para competir en el mercado nacional e internacional y defender un olivar, tradicional o intensivo, pero independiente de los intereses de los grandes grupos monopolistas y naturalmente rentable por la mejora de las explotaciones, mayor mecanización, sistemas de riego sostenible y una permanente investigación e innovación.