El verano de 2025 deja un panorama tan devastador como desolador en cuanto a incendios forestales en la Península Ibérica. Los fuegos han destruido más de 400.000 hectáreas en España y unas 240.000 en Portugal, con una destrucción que supone cifras récord en lo que llevamos de siglo.
Estos incendios, muchos de ellos de sexta generación y por tanto imposibles de apagar, han estado alimentados por el cambio climático, tal y como acaba de concluir un grupo de 13 especialistas del World Weather Attribution (WWA).
El informe concluye que el calentamiento global crea unas condiciones extremas en la Península Ibérica, de tal manera que hace hasta 40 veces más probables y un 30% más intensas las condiciones de calor, sequedad y viento que alimentaron unos incendios forestales de este año.
Preguntamos por ello a uno de los máximos expertos en fuego y cambio climático de nuestro país, a José Manuel Moreno Rodríguez, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, catedrático emérito de la Universidad de Castilla-La Mancha, y con seis décadas dedicadas al estudio al estudio de la ecología de los incendios forestales, así como del cambio climático y sus impactos.
Jose Manuel Moreno reclama un lugar para el fuego… “porque si no se lo damos, él se lo va a tomar”.
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El estudio de la WWA ha vuelto a constatar algo que muchos expertos ya han dicho muchas veces, relacionando la virulencia y extensión con el cambio climático. ¿Qué opinión le merece este trabajp? Frente a las posiciones negacionistas ¿cabe alguna duda de esta relación?
El estudio merece mi total y absoluta confianza. World Weather Attribution es un grupo de científicos que vienen aplicando esa metodología a multitud de estudios. Como sólo tenemos un planeta, entonces se construye un modelo, con un clima no perturbado, y se compara con el clima actual. Y eso permite llegar a una serie de conclusiones como las que llega este estudio, que los eventos climáticos como las que se han producido esta última ola de incendios eran altamente improbables en el clima de toda la vida, con un periodo de retorno de incluso miles de años.
Los incendios de este año han ocurrido bajo unas condiciones -de calor, viento, sequedad- que no hubiéramos encontrado habitualmente en el clima pre-industrial, y por tanto están relacionados con el cambio climático. Esto no quiere decir que sólo los ha producido el cambio climático, sino un conjunto de factores entre los que está el calentamiento global. Si no hubiera una alta acumulación de combustible vegetal no habrían ocurrido estos incendios, y si no hubiera igniciones tampoco los habría. Pero en este contexto, con los montes y el campo en estado de abandono, y con la actividad humana, cuando hay incendios estas condiciones climáticas tan adversas favorecen que sean de esta magnitud.
Así que sí, podemos decir que estos incendios en gran medida se los debemos al cambio climático.
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El estudio de la WWA afirma cuestiones concretas como que el cambio climático hace que los incendios en la Península Ibérica puedan ser un 30% más intensos y hasta 40 veces mas frecuentes…
Si, pero cuidado. En esto hay que cuidarse de no ser determinista. Las condiciones climáticas pueden ser muy malas, pero si no hay ni una sola ignición no va a haber incendios. En las condiciones en las que tenemos el monte, y con un montón de gente alrededor, pues pasa esto. Si no hubiera nadie cerca de los montes y la única fuente de fuego fuera un rayo ocasional, los incendios serían mucho menos frecuentes.
Lo que el estudio dice es que bajo estas condiciones -de abandono del monte y de actividad humana alrededor- y con condiciones climáticas cada vez más severas, inevitablemente los incendios van a ser terribles.
No hay que olvidar que la temperatura del planeta sigue aumentando, por tanto las condiciones climáticas van a ser cada vez más adversas. Y por tanto lo peor está por llegar.
Estos incendios se los debemos al cambio climático.
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Desde luego, el estudio también pone énfasis en otros factores también determinantes, como el abandono del medio rural o las deficientes medios materiales de prevención y extinción de incendios, ¿no?
No, vamos a ver, esto lo quiero aclarar. Bajo determinadas condiciones, por muchos medios de extinción que tengamos, los fuegos no se van a poder atacar, porque son de una magnitud que no se puede sofocar. Claro que necesitamos medios, claro que hay que proteger a los pueblos, a las aldeas, pero ya tenemos un ejército de gente dedicada a la extinción. No se debe derivar la idea de que todo se resuelve con más medios, ni de que se van a poder apagar todos los incendios. Si lo enfocamos todo ahí vamos mal.
Lo que necesitamos son planes de prevención, más y mejor planificación y análisis de como usar esos medios. Debemos pensar qué hacer después de los incendios.
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Se refiere a los «superincendios» de sexta generación, tan potentes que no pueden ser atacados y que generan en su interior su propia meteorología adversa. ¿También serán más frecuentes con el avance del cambio climático?
En realidad, todos los incendios crean dentro sus propias condiciones, su propio entorno alrededor. Pero claro, cuanto mayor es el fuego, cuanto más combustible tienes, más seco está, pueden generarse condiciones explosivas. Para que haya incendios que generen dentro suyo un torbellino, una nube que esparcen las pavesas muy lejos, se necesita mucha energía y mucho combustible.
En los incendios de este verano, sin embargo, no había mucho combustible. La mayor parte de lo que se ha quemado eran matorrales. Pero claro, depende de cómo se queme. Si un incendio está en una garganta, con viento, el calor lo impulsas hacia una pared y eso es como una chimenea, son condiciones explosivas.
Lo peor está por llegar.
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Aunque no por los de esta frecuencia e intensidad, en su historia evolutiva los ecosistemas mediterráneos han sido esculpidos por los incendios. Tenemos recursos naturales en ellos para combatir el fuego, con especies adaptadas. ¿Qué intervención humana deberíamos de hacer en nuestros ecosistemas? ¿Qué podemos hacer desde el punto de vista de la reforestación o la regeneración, para ayudar a que nuestros montes sean más resistentes o resilientes al fuego?
Bueno, como he dicho antes, hay que desechar la idea de que se pueden apagar todos los incendios. Ni aquí, ni en EEUU, ni en Canadá, ni en Australia. Esa es una idea abocada al fracaso, como se puede ver.
Lo que hay que preveer es que voy a hacer después de los incendios. Tenemos que ver qué ecosistemas tenemos, y si se pueden quemar o no se pueden quemar, cuánto de resientes son al fuego, cuánto tardan en recuperarse de esa perturbación.
Por ejemplo, aquí en Toledo, tomando como ejemplo el sistema central que es lo que nosotros más hemos estudiado. El suelo, que es lo que más suele tardar, necesita unos 30 o 40 años para recuperarse. Eso significa que ese ecosistema puede soportar incendios en un mismo entorno si la frecuencia es de 40 años o más. Mientras que si el mismo sitio se te quema al cabo de 5 años, pues ese ecosistema pierde la capacidad de regenerarse.
Uno tiene que saber qué ecosistema tiene, en qué situación se encuentra, qué capacidad tiene -por las especies que lo habitan, por el tipo de suelo- para saber si se “puede” o “no puede” quemar. Y si se puede quemar, si yo sé que ese ecosistema va a poder regenerarse, no hay que llevarse las manos a la cabeza si se quema. Hay que intentar evitarlo, pero entra dentro de lo que el sistema puede aguantar.
Por ejemplo, en año 1988 el famoso Parque Nacional de Yellowstone en EEUU ardió, se quemaron 750.000 hectáreas. Todo el mundo se echó las manos a la cabeza, pero si ahora visitas Yellowstone -han pasado casi 40 años- está casi igual que antes del incendio. ¿Por qué? Porque es un ecosistema que está adaptado al fuego. Claro, si se hubiera vuelto a quemar a los 15 años hubiera sido catastrófico.
Por tanto, desde el punto de vista ecológico, el fuego forma parte de las perturbaciones que ocurren en los ecosistemas, y desde luego en los ecosistemas mediterráneos. Por tanto debemos conocer nuestros ecosistemas y debemos gestionarlos teniendo en cuenta al fuego. Intentar quitarlo no es posible, es un brindis al sol.
No se pueden apagar todos los incendios.
Hacer una política que apuesta todo a que no haya fuego es suicida, porque no sé donde es “bueno” y donde es “malo”. En un matorral como el que tenemos aquí en la Sierra de Gredos, si se quema, al cabo de 8-10 años está regenerado sin problema, pero si es un bosque de Pinus pinaster va a necesitar como poco 20 años para que vuelva a haber piñas y piñones, y que el suelo se regenere para albergar esos árboles. ¿Cuándo podemos considerar regenerado un ecosistema? Cuando se recupera el último de la fila, los organismos que más tiempo necesitan. Si se vuelve a quemar antes de esto, tenemos un problema.
Hay que conocer a los ecosistemas desde el punto de vista de su respuesta al fuego, y actuar en consecuencia, tener pensado qué hay que hacer en caso de incendio. Pero nada de ponerse a reforestar como solución única, eso es lo que hacía Franco y es una imbecilidad, de gente ignorante. Lo hacían porque querían un aprovechamiento económico de los bosques, con criterios productivistas, no ecológicos. La mayor parte de la madera que se saca de los montes se obtiene de Eucalyptus globulus y de Pinus radiata [las dos especies importadas, no endógenas]. El resto de los bosques cumplen otras funciones, y además tenemos en 26,6% del territorio nacional, el 40% del suelo forestal, protegido. No para sacar madera ni para nada.
Entonces, insisto: hay que incorporar al fuego a la gestión de los ecosistemas. Saber cómo se van a comportar cuando se quemen. Y tomar las medidas una vez que se han quemado respecto a eso, en función de la gestión que queremos hacer con esos ecosistemas.
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Un experto una vez me dijo que lo conveniente es que haya un paisaje forestal dispuesto “en mosaico”, con discontinuidades, para evitar que en caso de incendio queden arrasadas grandes extensiones…
Claro, pero eso sólo se puede hacer si hay un aprovechamiento del monte. Efectivamente, los incendios se paran mejor donde los paisajes son más heterogéneos. Y eso es lo que buscan los equipos de extinción para combatirlos. Pero claro, volviendo al principio de la entrevista: el cambio climático está generando unas condiciones de calor, sequedad y vientos que provoca incendios explosivos, que no sólo son capaces no de saltar una autopista, sino de mandar pavesas ardiendo muchos cientos de metros hacia adelante, incluso más de kilómetro y medio.
Pero sí. Si yo no quiero que se me queme algo, tengo que gestionar adecuadamente el paisaje. No puedo tener grandes continuidades de combustible, o sólo lo puedo tener para determinadas cosas, por ejemplo para mantener un entorno forestal amplio para que se recupere una especie amenazada como el urogallo. En función de eso, tengo que anticiparme.
El fuego tiene que tener un lugar.
Los ecólogos sabemos más que suficiente sobre lo que hay que hacer, y desde luego la idea productivista que fue tan alabada en los años 40 y 50, hasta los 80… pasó a la historia. No debemos volver a esa concepción. La simpleza es lo menos recomendable.
Yo llevo cuarenta años estudiando la ecología del fuego. Y de lo que no sabíamos al principio a lo que ahora sabemos hay un mundo. Tenemos un montón de conocimiento acumulado para gestionar nuestros ecosistemas sabiendo que el fuego tiene un lugar en ellos.
El fuego tiene que tener un lugar. Si no se lo damos, él lo va a reclamar. Más vale que de entrada se lo otorguemos, que se lo reservemos. Que sepamos dónde puede tener sitio, en qué circunstancias… a que luego lamentemos los desastres.
