El error de la austeridad en el gasto público

«España tiene uno de los gastos públicos sociales más bajos de la UE-15. Según los últimos datos de la UE-15 (el grupo de paí­ses de nivel de riqueza más similar al nuestro), España tiene un gasto público social por habitante de 5.526,4 euros estandarizados (moneda utilizada para comparar la capacidad adquisitiva del euro en paí­ses con distinto nivel de vida), la cifra más baja de la UE-15 (cuyo promedio es 7.464,3). En realidad, España se gasta en su Estado del bienestar mucho menos de lo que le corresponde por su nivel de riqueza»

En realidad, Esaña tiene recursos (para mantener e incluso ampliar su subdesarrollado Estado del bienestar), pero lo que pasa es que, en contra de lo que sostiene el dogma neoliberal, vive por debajo de sus posibilidades. El problema no está en que España no tenga recursos. El problema está en que el Estado (central, autonómico o local) no los recoge. Las sucesivas reformas fiscales llevadas a cabo por los gobiernos conservadores y socialistas determinaron una gran regresividad fiscal y una disminución de la capacidad de generar recursos por parte del Estado. (PÚBLICO) EL PAÍS.- Los mercados han reaccionado con miedo al análisis de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, que reconoce el parón en la recuperación económica y sugiere la posibilidad de una recaída en la recesión. Hay información suficiente ya para admitir que se precipitaron quienes dieron por concluida la recesión y avanzaron que la recuperación era un hecho. Este error es aplicable a Estados Unidos, a la Unión Europea y, por supuesto, a España, donde la reactivación es todavía una sombra sin cuerpo. Si se acepta esa afirmación la reflexión siguiente es si algunas políticas excesivamente restrictivas en Europa, pilotadas por Alemania, no estarán actuando como un freno añadido a la renqueante recuperación EL MUNDO.- El hecho de que la primera economía del mundo deba seguir siendo asistida artificialmente revela la debilidad de la recuperación y supone un toque de atención para el resto. Las noticias en Europa tampoco son alentadoras. En España se desvanece también el optimismo generado por los últimos datos económicos. El lunes ya advertía el BBVA que es probable una «recaída transitoria» del crecimiento. En ese ambiente, lo peor que podría hacer el Gobierno es volver a dar bandazos y trasladar mensajes contradictorios. Y eso es lo que precisamente ha vuelto a hacer, poniendo de nuevo el dedo en la llaga de la credibilidad del presidente. Opinión. Público El error de la austeridad Vicenç Navarro Existe una interpretación de la crisis económica y financiera española, muy generalizada en los establishments financieros, políticos y mediáticos de la Unión Europea (y también de España), que atribuye tal crisis al excesivo gasto público (incluyendo el gasto público social de su Estado del bienestar), financiado a través de un elevado endeudamiento público que ha alcanzado niveles insostenibles. De esta interpretación deriva la percepción de que en España estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades, exigiéndose como medida de resolución de la crisis la implementación de políticas de austeridad y reducción de gasto público. Los datos, sin embargo, no apoyan tales tesis. España tiene uno de los gastos públicos sociales más bajos de la UE-15. Según los últimos datos de la UE-15 (el grupo de países de nivel de riqueza más similar al nuestro), España tiene un gasto público social por habitante de 5.526,4 euros estandarizados (moneda utilizada para comparar la capacidad adquisitiva del euro en países con distinto nivel de vida), la cifra más baja de la UE-15 (cuyo promedio es 7.464,3). En realidad, España se gasta en su Estado del bienestar mucho menos de lo que le corresponde por su nivel de riqueza. Su PIB per cápita es ya el 93% del promedio de la UE-15. Pero su gasto público social per cápita es sólo el 74% del promedio de la UE-15. Lo cual quiere decir que nos gastamos nada menos que 68.000 millones de euros menos de lo que debiéramos gastarnos por el nivel de riqueza que tenemos. En realidad, España tiene recursos (para mantener e incluso ampliar su subdesarrollado Estado del bienestar), pero lo que pasa es que, en contra de lo que sostiene el dogma neoliberal, vive por debajo de sus posibilidades. El problema no está en que España no tenga recursos. El problema está en que el Estado (central, autonómico o local) no los recoge. Las sucesivas reformas fiscales llevadas a cabo por los gobiernos conservadores y socialistas determinaron una gran regresividad fiscal y una disminución de la capacidad de generar recursos por parte del Estado. Un tanto semejante ocurre en cuanto al supuestamente hiperbólico endeudamiento público. La deuda pública en España bajó durante el periodo 2000-2007, pasando de ser el equivalente al 59,3% del PIB al 36,2%. El déficit del Estado bajó también, alcanzándose un superávit en los años 2005, 2006 y 2007. Tanto la deuda como el déficit eran de los más bajos de la UE-15. De ahí que el argumento de que la crisis (que comenzó en 2007) la generó el excesivo gasto público (incluyendo el social) o la exuberante deuda pública no tenga ninguna validez. Las causas de la crisis en España han sido la explosión de dos burbujas. Una fue la inmobiliaria (tal sector inmobiliaria-construcción creció del 7,5% del PIB en 2000 al 10,8% en 2006), que, al explotar en 2007, generó un descenso de su actividad económica de un 87%. La otra burbuja fue la bursátil, que había alcanzado un máximo del 125% del PIB en 2007 y cayó hasta un 54% del PIB. Estos estallidos de las burbujas crearon un enorme vacío de la demanda (que se había ido acentuando ya antes, consecuencia del descenso de las rentas del trabajo a costa de un exuberante crecimiento de las rentas del capital), que sólo la intervención del Estado puede resolver. De ahí que recortar el gasto público ahora que hay una muy escasa demanda es profundamente erróneo, pues agudizará la recesión. El Center for Economic and Policy Researh de Washington D.C. (en cuyo consejo director hay dos premios Nobel de Economía, Robert Solow y Joseph Stiglitz) acaba de publicar un informe sobre la situación de la deuda pública española donde sus autores, Mark Wesisbrott y Juan Montecino, además de criticar las políticas de austeridad exigidas a España por la UE y por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y realizadas por el Gobierno español, presentan varias alternativas para salir de la crisis. Prologan sus propuestas con la observación de que la deuda pública española no es excesiva. Pero más importante que la cifra de la deuda pública total o bruta es la deuda neta, es decir, la deuda que el Estado debe a los inversores privados y que es la que configura el valor de los intereses que el Estado debe pagar a los compradores de los bonos del Estado. En España, la deuda neta es baja (más baja, de nuevo, que el promedio de la UE-15). A pesar de ello, los intereses de la deuda son altos, debido a que los mercados financieros no se fían de que el Estado pueda pagarla como consecuencia de lo que llaman la “fragilidad de la economía española”, la manera diplomática de decir que no estamos creciendo. De ahí la enorme importancia de estimular la economía. Pero para hacerlo se necesita un cambio en el comportamiento de las instituciones europeas incluyendo el Banco Central Europeo (BCE), el cual, por paradójico que parezca, no actúa como un banco central de la UE. Si lo fuera haría lo que un Banco Central hace, es decir, ayudaría al Estado, tal como hace el Banco Central de EEUU –el Federal Reserve Board (FRB)–, mediante, por ejemplo, la impresión de moneda con la que comprar deuda pública del Estado. El Estado federal estadounidense ha impreso moneda equivalente al 8% del PIB, comprando con ella deuda pública, además de ayudar a las empresas productivas y también a la banca (pasándose de generosa en esta ayuda). En la UE, el Banco Central sólo ha ayudado a la banca (también en términos muy generosos) y sólo últimamente, y a regañadientes, a los estados. Weisbrott y Montecino calculan que, si el BCE comprara en dos años una cantidad de deuda pública española equivalente a un 4% del PIB (transfiriendo los intereses de la deuda al Estado español, tal como hace el FRB) permitiría la inversión de un 3,9% del PIB en creación de empleo, estimulando el crecimiento económico y, con ello, la reducción del déficit. Alternativamente, el Estado español podría aumentar la deuda neta, incrementando la inversión pública para crear empleo. No hacerlo es un suicidio económico. PÚBLICO. 12-8-2010 Editorial. El País Miedo a la recaída Los mercados han reaccionado con miedo al análisis de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, que reconoce el parón en la recuperación económica y sugiere la posibilidad de una recaída en la recesión. Según la Fed, la reactivación de la economía es más lenta de lo previsto, el crecimiento del consumo es muy débil por el elevado nivel de paro: en julio se destruyeron más de 130.000 puestos de trabajo. Por todo ello, Ben Bernanke, presidente de la Fed, decidió mantener los tipos de interés entre el 0% y el 0,25% y anunció que reinvertirá los pagos del principal que reciba de las inversiones en títulos hipotecarios en deuda del Tesoro a largo plazo. En una situación de incertidumbre sobre la recuperación es crucial mantener a pleno rendimiento la máquina de financiación de la economía. Bernanke, igual que el Banco Central Europeo (BCE) días antes, no dijo nada que los inversores no supieran ya. El riesgo de una recaída (double-dip recession) existe porque en Estados Unidos y en Europa no acaba de romperse el anillo fatal que encadena desempleo con bajo consumo y con inversión deprimida. Si las Bolsas europeas cayeron ayer de forma significativa (y la que más, el Ibex 35, que bajó nada menos que el 3,21%) fue porque empieza a palparse la ralentización del crecimiento, porque Reino Unido también ha revisado a la baja sus previsiones para 2011, porque hasta China muestra alguna debilidad en la actividad industrial y porque las disposiciones de Bernanke confirmaron que la situación puede ser más grave que una pausa circunstancial en la salida de la crisis. En síntesis, ayer se registraron nuevas carreras de los inversores para refugiarse bajo el bono alemán. Hay información suficiente ya para admitir que se precipitaron quienes dieron por concluida la recesión y avanzaron que la recuperación era un hecho. Este error es aplicable a Estados Unidos, a la Unión Europea y, por supuesto, a España, donde la reactivación es todavía una sombra sin cuerpo. Si se acepta esa afirmación, indudablemente cierta para las Bolsas, la reflexión siguiente es si algunas políticas excesivamente restrictivas en Europa, pilotadas por Alemania, no estarán actuando como un freno añadido a la renqueante recuperación. La zona del euro debería plantearse al menos la conveniencia de que no todas sus economías apliquen al mismo tiempo ajustes presupuestarios. Pero la situación peor es instalarse en políticas de vaivén. El Gobierno español decidió aplicar un plan drástico de austeridad que implicaba un recorte significativo del gasto. El martes, el presidente del Gobierno amagaba con otro bandazo al sugerir que se corregirá el recorte de inversión en infraestructuras. El anuncio tiene sentido si el Ejecutivo explica qué partidas recortará a cambio de la nueva inyección inversora; o si aclara cómo se financiará la nueva inversión, de forma que el compromiso de ajuste presupuestario se respete. Nada de todo esto se ha detallado. EL PAÍS. 12-8-2010 Editorial. El Mundo El gobierno da bandazos en el peor momento A PUNTO de cumplirse dos años del colapso financiero en EEUU, la Reserva Federal norteamericana acaba de anunciar que prolongará las medidas de estímulo a la economía al constatar que el crecimiento es más lento de lo que había vaticinado. Por ello, mantendrá los tipos de interés en niveles históricamente bajos (entre el 0% y el 0,25%) y continuará comprando deuda pública para seguir inyectando dinero en el sistema financiero. El hecho de que la primera economía del mundo deba seguir siendo asistida artificialmente revela la debilidad de la recuperación y supone un toque de atención para el resto. La reacción de las Bolsas mundiales no se hizo esperar, y ayer sufrieron una de sus peores jornadas del año. En el caso del Ibex la caída fue del 3,2%. Las noticias en Europa tampoco son alentadoras. El gobernador del Banco de Inglaterra rebajó ayer su previsión de crecimiento para la economía británica en este año y fue contundente en uno de sus pronósticos: «Pasarán muchos años antes de que las cuentas de resultados de las empresas vuelvan a la normalidad». Alertó, además, de que el crédito sigue sin fluir. En España se desvanece también el optimismo generado por los últimos datos económicos. Pese a la recuperación del empleo en julio por cuarto mes consecutivo y pese al ligero repunte del PIB en el segundo trimestre del año (0,2%), el lunes ya advertía el BBVA de que es probable una «recaída transitoria» del crecimiento. Un día después, Zapatero, poco amigo de dar malas noticias, asumía que el tercer trimestre no será «tan bueno» como el pasado. En ese ambiente, lo peor que podría hacer el Gobierno es volver a dar bandazos y trasladar mensajes contradictorios. Y eso es lo que precisamente ha vuelto a hacer. La vicepresidenta Elena Salgado se vio obligada ayer a tranquilizar a los mercados financieros. Éstos han recogido el inesperado anuncio de Zapatero de reconsiderar el recorte previsto en infraestructuras disparando la prima de riesgo de la deuda española, poniendo de nuevo el dedo en la llaga de la credibilidad del presidente. Salgado dijo ayer que el objetivo de ajuste del déficit sigue siendo «la prioridad número uno» del Gobierno y matizó que Fomento podría aprovechar un «pequeño margen» del Presupuesto para recuperar sólo «alguna de las obras» que había previsto aplazar. Sorprendentemente, sólo unas horas después, el ministro de Fomento hablaba de retomar «infraestructuras importantes y singulares». Está claro que hay un problema de comunicación dentro del Gobierno… a menos que lo que esté aflorando sea un pulso entre la vicepresidenta y el ministro. Blanco dijo que seguirán adelante las autovías del Cantábrico, la de Despeñaperros y la A-2 en Cataluña. Cabe recordar que aún no han transcurrido ni tres meses desde la teatral comparecencia de Blanco en el Congreso en la que comunicó que el Gobierno acometería recortes drásticos en infraestructuras. «Nada volverá a ser como antes», llegó a decir entonces. En la decisión de replantearse esa política de austeridad puede haber pesado tanto el tratar de evitar una nueva caída del empleo como las presiones de las grandes constructoras, como ayer denunció el PP. En cualquier caso, y al margen de lo que ocurra con las obras de Fomento, lo que avanzan los principales indicadores es que la senda tortuosa de la recuperación será más prolongada de lo previsto. Ello obligará a más reformas, más ajustes y mayor reducción del gasto, como ha avisado esta semana el Banco de España. El problema en todo el mundo es que, pese a los tímidos avances, sigue faltando crédito, sigue sin crearse empleo y la demanda continúa sin reactivarse. EL MUNDO. 12-8-2010