Las candidaturas impulsadas por el chavismo han ganado en 20 de los 23 Estados y en el 61% de los municipios del país en las elecciones regionales y locales de Venezuela. Este triunfo, que tiene lugar ante una oposición dividida y desmovilizada, consolida a un gobierno de Maduro que, tras unos años de intensas maniobras desestabilizadoras instigadas desde Washington, ha logrado recuperar el poder Legislativo, conformar un nuevo poder electoral en acuerdo con la oposición, y ahora ganar la mayoría de gobernadores y alcaldes.
Con el 45,66% de los votos, el oficialismo ha ganado ampliamente en las elecciones regionales y locales de Venezuela, unos comicios en los que votó el 42,26 % del padrón electoral y supervisados por una Misión de Observación Electoral de la Unión Europea. Las listas de la coalición impulsada por el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) han ganado en 20 de los 23 Estados del país, y en 205 alcaldías de un total de 335, incluyendo la capital, Caracas, y otras 19 capitales estatales.
La unidad del chavismo en el partido, el gobierno y el discurso, en contraposición con la división de la oposición, tanto entre los partidos como en los mensajes, ha sido un elemento central en esta victoria. Especialmente celebrada por el PSUV ha sido la victoria en el estado de Táchira, una región fronteriza con Colombia que ha sido escenario de importantes tramas desestabilizadoras en los últimos años, desde el contrabando, al narcotráfico y el paramilitarismo.
Por contra, la oposición ha pagado cara su falta de entendimiento, y que una parte de la misma -encabezada por el todavía «autoproclamado presidente interino» Juan Guaidó- siga llamando a la abstención en unas elecciones que califica de «ilegítimas» y «fraudulentas» a pesar de contar con supervisión internacional.
Se presentaban tres opciones opositoras. La Plataforma Unitaria (donde participa la Mesa de Unidad Democrática, MUD) ha cosechado un 21,3% de los votos; Alianza Democrática un 15,7% y Fuerza Vecinal un 5,26%. Han ganado en tres estados: Zulia, el estado más poblado del país, donde el veterano líder opositor Manuel Rosales (MUD) será el próximo gobernador; en Cojedes, un tradicional bastión chavista donde venció Jose Alberto Galíndez, también de la MUD; y en Nueva Esparta, donde ganó Morel Rodríguez Ávila, del emergente partido Fuerza Vecinal.
Los números indican que, si la oposición hubiera concurrido en una sola lista, entre tres y diez gobernaciones en las que ha ganado el PSUV podrían haber pasado a manos opositoras. Pero aun así, en la mayor parte de los Estados y de las alcaldías habrían seguido ganando las listas apoyadas por Maduro
El gobierno de Maduro no debería administrar este resultado con triunfalismo y autocomplacencia, sino con cintura y diálogo. Venezuela está fuertemente polarizada.
La victoria del oficialismo es limpia -como atestiguan los observadores internacionales- y plenamente legítima. No pocos medios occidentales han tildado de inválidos los resultados basándose en la baja participación (42%), pero lo cierto es que el mismo día hubo presidenciales en Chile (47,3%) y hace poco se celebraron elecciones regionales en Francia (34% de participación) y a nadie se le ha ocurrido impugnar el resultado.
El chavismo mejora así sus resultados electorales de 2017, cuando venció en 18 estados. Pero no debería caer en el triunfalismo y la autocomplacencia. El PSUV ha obtenido 3,7 millones de votos, pero son 600.000 menos que en las legislativas de 2020, y el conjunto de la oposición suma 4,4 millones.
El país está fuertemente polarizado y hastiado de una interminable crisis económica, política y social, provocada por las maniobras desestabilizadoras y golpistas de los centros de poder hegemonistas y los sectores más reaccionarios de la oposición, pero donde también pesan los errores -graves- en las contradicciones en el seno del pueblo cometidos por el gobierno bolivariano.
Desde 2014, los bloqueos, los embargos y la guerra económica desatada por los gobiernos de Obama y Trump han hecho caer el PIB venezolano en un 75%, han causado gravísimas dificultades a millones de venezolanos -hasta 5,6 han emigrado huyendo de la miseria- y una tremenda inflación ha producido la «dolarización» solapada de la economía.
El gobierno de Maduro sale fortalecido y tiene mejores condiciones políticas para aplacar la grave crisis económica, política y social que vive el país. Pero debe aprovechar esta oportunidad con tino, cintura y diálogo.