En 2004, el comisario José Villarejo controló para el BBVA miles de llamadas de periodistas y empresarios, como el entonces presidente de Sacyr, Luis del Rivero, el industrial Juan Abelló y el jefe de la Oficina Económica de Zapatero, Miguel Sebastián, durante el intento de asalto de Sacyr al banco. Días antes de este nuevo escándalo, el excomisario -que cumple prisión- envió una carta abierta al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la que amenazaba con “tirar de la manta”.
El BBVA ha confirmado que la entidad pagó cinco millones de euros a Villarejo entre 2012 y 2017, pero lo enmarcan como “trabajos de inteligencia para defenderse” del intento de asalto que sufrió la entidad en 2004, que habría dejado al segundo banco español en manos de una constructora, Sacyr, e, indirectamente, en manos de su principal rival y competidor, el Banco de Santander de Emilio Botín.
De hecho, en uno de esos audios hechos públicos por Villarejo, se entiende que la entonces vicepresidenta de Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega, se dedica a tranquilizar desde Moncloa a un emisario del entonces presidente del Banco de Santander y principal banquero del país, Emilio Botín, sobre las consecuencias judiciales de vender productos fiscalmente opacos. En las escuchas, le pedía ayuda para derrocar al segundo banquero, Francisco González, al que veía próximo al PP.
Según las escuchas, Fernández de la Vega le dijo al ejecutivo del Santander, Ignacio Rupérez, que “no habría problemas” con el juicio oral que esperaba al Santander en el caso de las llamadas cesiones de crédito. La vicepresidenta seguramente tenía poderes premonitorios, porque poco después nacería la llamada “Doctrina Botín”, en un juicio en el que la Abogacía del Estado y la Fiscalía defendieron que no se había producido daño al erario por los 2.400 millones de estos productos opacos, pidiendo que se archivara la causa.
La primera legislatura de Zapatero se caracterizó por las más que estrechas relaciones entre el ejecutivo del PSOE y el banquero cántabro. Todos los recursos del Estado se pusieron al servicio de los proyectos oligárquicos y, en particular, del sector nucleado en torno al Banco de Santander. Una cercanía tal que, en numerosas ocasiones, lesionó los intereses de otros sectores de la clase dominante, en especial los de su mayor competidor, el sector nucleado en torno al BBVA.
Las grabaciones de Villarejo son cargas de profundidad, y cada revelación va afectando a entrañas cada vez más sensibles del Estado, llegando a manchar incluso ahora a poderosísimos sectores de la clase dominante. Si, por una parte, tienen la virtud de evidenciar la relación real -de subordinación- entre los altos cargos del Estado y los banqueros y oligarcas del Ibex35, también es cierto que las revelaciones de este ponzoñoso personaje ligado a la podredumbre de las alcantarillas del aparato estatal son un factor de degradación de la vida política española.
Estas nuevas revelaciones también arrojan luz acerca de que el Estado -incluidas sus malolientes cloacas y sus tenebrosos personajes- tiene propietarios: la oligarquía financiera. También los pulcros banqueros utilizan las alcantarillas.