Las elecciones europeas, que nadie esperaba y nadie deseaba, y que no se hubieran celebrado si Gran Bretaña hubiera salido de la UE en los plazos legales establecidos, han acabado por convertirse en un termómetro del enorme descontento nacional y en una trituradora del sistema político inglés.
El descrédito de un Parlamento que en tres años ha sido incapaz de encontrar una solución al problema del Brexit ha llegado al punto de que el 70% de los británicos han votado por fuerzas que no están en la actual Cámara de los Comunes. El partido más votado, el Partido del Brexit, no existía hace un mes. Bien es verdad que su líder, el populista y demagogo Nigel Farage, antiguo líder del UKIP, el partido que lideró la campaña por la salida de Reino Unido de la UE, era muy conocido y popular… pero que obtuviera en cinco semanas más del 30% de los votos no deja de ser… una excentricidad electoral británica. Lo cierto, en todo caso, es que la votación ha puesto en evidencia que casi un tercio de los británicos apoya un Brexit duro y sin acuerdo… pero eso tampoco es una novedad y ya se sabía.
No obstante, el voto al PdB ha provocado un colapso total del Partido Conservador, que con solo el 8,7% de los votos apenas ha conseguido un escaño, pasando de la mayoría absoluta en Westmister a partido casi extraparlamentario en Estrasburgo. La hecatombe ha sido tan grande, que Theresa May, que ya había anunciado varias veces su renuncia como líder tory, presentó su inmediata dimisión, abriendo paso a una descarnada lucha por el liderazgo del Partido Conservador que puede tener indudables consecuencias para el futuro del Brexit, sobre todo si el partido acaba apoyando a Boris Johnson, el dimitido ministro de Exteriores y leal aliado de Trump, que encabeza la fracción favorable a una ruptura sin acuerdo y total con la UE.
Otro que ha salido malparado de las elecciones ha sido el Partido Laborista de Corbyn, que no solo no ha aprovechado el batacazo de May para crecer, sino que también ha retrocedido, pagando en las urnas su perpetua ambigüedad. Con solo el 14% de los votos, los laboristas se han quedado con solo 10 escaños, uno menos que los ecologistas, que con su postura inequívocamente europeísta, han desbordado a los socialdemócratas. El otro gran beneficiario ha sido el Partido Liberal, también de corte europeísta y partidario de un nuevo referéndum, que con el 18,5% de los votos y 16 escaños, han sido el segundo partido más votado. De modo que entre liberales y verdes han alcanzado casi el mismo resultado y tienen el mismo apoyo que el Partido del Brexit.
La prensa británica y mundial repiten hasta la saciedad el triunfo incontestable del Partido del Brexit, pero los votos dicen otra cosa. La sociedad británica continúa dividida en dos mitades irreconciliables, solo que ahora las fuerzas que lideran las dos propuestas opuestas son distintas.
De momento Theresa May sigue al frente del gobierno, el interés se ha desplazado a la elección del nuevo líder conservador… y Trump prepara su visita a Londres, lo que alimenta la sensación de que el Brexit es ahora mismo un caballo desbocado que galopa sin riendas sobre un Reino Unido políticamente devastado.
anarkoÑ dice:
La polarización extra sistémica (respecto de la politeia tradicional y no necesariamente antisistema) está a la orden del día en el Reino Unido, y cada vez más lo estará en Europa, empezando por Suecia -laboratorio social y nacional del globalismo y su Agenda de trasversión social. Es «natural» que los británicos cada vez se desencantarán más respecto de los Tories (salvo de su vertiente ALTERNATIVE RIGHT). Igualmente va pasando con liberales tanto como con los laboristas. El razonamiento social es sencillo: hemos pagado y amortizado durante décadas el modelo, modelo incluso de la Europa continental, y desde los PLANES Beberidge (liberal) y Lloyd George… ¡Y ahora resulta que los partidos sitúan como prioritario la atención a no cotizantes foráneos, lugar de a los pagadores, que encima resultan ser los trabajadores masacrados y agraviados por la horrenda 2ª Guerra Mundial! El razonamiento, aunque no con consciencia económica del asunto, sigue así de manera semi-consciente: ¡Es plusvalía! ¡Nos la han arrancado, y ahora va hacia otros! ¡Hacia una nueva burguesía de nuevos colonos asentados y cobradores de subvenciones, de «derechos» sin que hayan aportado nada, etc.
Así pues, se produce «la deserción de las masas» (Lipovetsky) respecto de la politeia tradicional, polarizándose, a un lado, en partidos con mínimo programa nacional (usualmente de la derecha, aunque no tendría porqué); y, al otro lado, en nuevos partidos étnicos-sectarios que explícitamente profesan programas Supremacistas y se dirigen al votante colono/lumpenburgués (como por ejemplo aquí en España, el Partido de Renacimiento Andalusí, con sus medios Córdoba TV, Al Jazeera, Al Aarabia, etc,, dándoles apoyo). Partidos como ése niegan el dato obvio de catolicidad de la nación (España fue católica antes que política y aún antes de ser Reino -¡o Reinos!), mientras pretenden disolver a la nación (a cualquier nación) en «Tierra de Islam», de ellos, por ellos y para ellos.