¿Es normal que los niños españoles orinen plástico?
Un porcentaje alarmante de infantes españoles lo hace mientras nuestras autoridades sanitarias afirman que es normal. Uno de los más habituales y frecuentes es el Bisfenol-A (BPA). Compuesto que se encuentra también, según varias investigaciones, en el 100 % de las mamas femeninas, entre el 23 % de las placentas de las mujeres embarazadas y en el 87 % de la orina de las mismas. De entre los más de 600 aditivos que se añaden a los diferentes tipos de plásticos el protagonista citado es uno de los más frecuentes. Y no sería noticia si no fuese porque es un potente disruptor endocrino. Tal característica la tienen sustancias con efectos hormonales capaces de generarnos la interrupción de algunos procesos fisiológicos controlados por hormonas o de generar una respuesta de mayor o menor intensidad de lo habitual. Más de 800 estudios académicos concluyen que el BPA puede producir disfunción tiroidea, retrasos en el crecimiento y en el comportamiento, disminución de la fertilidad, alteraciones de la reproducción, pubertad precoz, alteraciones en las mamas, anomalías en el comportamiento y en las funciones cognitivas, alteraciones metabólicas -obesidad- y aumento de incidencia tumoral. Y suma y sigue.
Las investigaciones se suceden aumentando la certeza de que es perjudicial para los seres humanos. Por poner un ejemplo una investigación de 2008 aparecida en Journal of the American Medical Association, señala que aquellas personas con un mayor nivel de BPA en el organismo tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y anormalidades en las enzimas hepáticas. Tanto es así que en 2010, un informe realizado por la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) intentó concienciar a los ciudadanos americanos y empresas productoras de los problemas asociados al BPA después de comprobar que más del 90% de los estadounidenses tenían trazas de esta sustancia en su organismo.
El BPA se encuentra en un gran número de productos cotidianos hechos con plástico policarbonado con la característica de que bajo determinadas situaciones, aumento de la temperatura, tiempo de contacto y otras variables, puede ocasionar la migración del citado compuesto hacia los alimentos. Esta sustancia se utiliza para fabricar envases de determinados productos alimenticios, los CD y DVDs, el papel térmico de los tickets de compra, la resina epoxi, botellas de agua, juguetes, cajas de pizza, equipamiento deportivo, dispositivos médicos y dentales (composites y sellantes), lentes orgánicas y electrodomésticos varios. Las resinas epoxi que contienen BPA se usan como recubrimiento interior en casi todas las latas de comidas y bebidas aparte de ser usado en la industria textil y maderera como pirorretardante y fungicida. Además el BPA es un componente importante del papel térmico (tiquets de compra).
El pasado 12 de enero la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) añadió el BPA a la lista de sustancias altamente preocupantes a petición de algunos países como Francia, con una política independiente al respecto y que ya prohibió el BPA en los tiquets de compra y en todos los envases, recipientes y utensilios de cocina. En el resto de la UE todavía se permite para su uso en materiales que están en contacto con los alimentos. Siempre, por supuesto y hasta ahora, aduciendo que se encuentra por debajo de unos límites establecidos como seguros y tampoco aclarando por qué en 2018 se rebajará el límite de migración de esta sustancia hacia los alimentos desde los envases en cuya fabricación se utiliza.
¿O sí? De hecho la ECHA, en junio pasado, y en un giro de 180 grados, admite el peligro de tal sustancia. El Comité de Estados miembros de la citada agencia recuerda que el BPA se encontraba hasta ahora en la lista de candidatos de productos altamente preocupantes debido a sus propiedades tóxicas para la reproducción. En su última reunión este comité de expertos incluyó la consideración del BPA como disruptor endocrino, y recordó que ahora el nivel de preocupación sobre este producto químico es “equivalente al que se refiere a las sustancias cuyos efectos son cancerígenos, mutagénicos y tóxicos para la reproducción”. Cosa que ya se intuía desde aquel informe de la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA) donde alertaba que los niños de entre 3 y 10 años eran los más expuestos a este compuesto. En el mismo informe se analizan los daños que supone esta exposición sobre la salud del feto y la infancia. Circunstancia ha llevado al Parlamento Europeo a solicitar la prohibición del BPA en todos los envases alimentarios, así como la revisión de la normativa europea de Materiales en Contacto con Alimentos por parte de la EFSA.
Tal es el cumulo de evidencias negativas sobre la salud de esta sustancia que la decisión de incluir el BPA en esta lista fue adoptada por unanimidad en el Comité de los Estados miembros de la ECHA, reunido en Helsinki, según una nota difundida por este organismo el 16 de junio pasado.
En septiembre próximo el comité de Análisis Socio-Económico Europeo tendrá que manifestar su opinión sobre la prohibición y a continuación la Comisión Europea decidirá.
La Unión Europea, que hasta hace poco afirmaba que no existía ninguna relación entre el compuesto y el cáncer, ha dado un giro copernicano y radical a su postura con una investigación, ya citada, que demuestra que aquellos fetos que han sido expuestos en el útero a las mismas tasas de BPA que suele tener la población general tienen más posibilidades de sufrir cáncer de mama cuando crezcan.
Los resultados de dicha investigación acaban de ver la luz pública, y conjuntamente con las citadas instituciones, obliguen a rediseñar la legislación que sobre el compuesto existe en la UE. Recordemos que Francia, en una medida aprobada en 2011, ya prohibió la fabricación de biberones infantiles en cuya composición se incorporaba este compuesto. Por otro lado uno de los casos más preocupantes, señalan varias investigaciones, es el de las cajeras que trabajan continuamente con esos tickets de compra cuya composición deja desprender al tacto un polvillo blanco rico en BPA y de difícil eliminación. Hasta el momento solo se ha prohibido el uso de BPA en papel térmico en toda la UE –Francia ya lo prohibió en enero – con una moratoria que establece la fecha límite para fabricantes, importadores y usuarios el año 2020, fecha en la que debería haber sido eliminado completamente. A día de hoy, y de acuerdo con la legislación comunitaria actual, el BPA sigue estando permitido en los materiales en contacto con los alimentos, demostrando el poco interés que tal institución tiene sobre la salud de los ciudadanos.
A pesar de todo lo anterior las autoridades sanitarias españolas aún no se han pronunciado sobre esta sustancia que se encuentra en el punto de mira de muchas investigaciones perdiendo la ocasión, una vez más, de interponer el principio de precaución correspondiente a pesar de las numerosas denuncias efectuadas por asociaciones, investigadores, universidades, centros de investigación, médicos y demás sanitarios, ecologistas y ciudadanos y de numerosos estudios, algunos españolas, y de los numerosos estudios que demuestran la ingente cantidad de tóxicos a los que estamos expuestos (véase, por ejemplo, MENU TOXICO, DEMOCOPHES o DENAMIC, investigando los plaguicidas y otros contaminantes ambientales y formando parte de la dieta centrados en la infancia, y otros futuros como el Human Biomonitoring for Europe (HBM4EU).
En nuestro país la industria química, debido a las pusilánimes políticas de los organismos locales, autonómicos y estatales, conjuntamente con la escasa formación de nuestros políticos en esta y varias materias más, ha llegado a un punto en el que no puede prescindir de productos y sustancias toxicas. Circunstancia por la que evita que la información sobre sus efectos llegue al ciudadano, al consumidor. Incluso, a veces, contratando expertos bien remunerados dispuestos a contrarrestar la información científica y las evidencias de como intoxican, envenenan e hipotecan el futuro, sobre todo el de nuestros hijos. Los efectos adversos del BPA se conocen desde los años 30 del siglo pasado.
Como no puede ser de otra forma y por todo ello solicitamos a las autoridades españolas de cualquier ámbito geográfico que ante el nuevo panorama legislativo a desarrollar en toda Europa en los próximos años efectué ya un primer paso prohibiendo en toda las áreas y en todos los organismos públicos, servicios e instituciones dependientes de su gobernanza el uso de artículos y productos confeccionados o en cuya composición intervenga esta perniciosa sustancia.
Sería bueno que nuestras autoridades, y siguiendo su estela el resto, aplicase con urgencia y cautela el principio de precaución prohibiendo, como han hecho ya varias industrias relacionadas con la alimentación y los juguetes, el uso de tal producto simplemente por una salud y un medio ambiente más saludable para todos sus ciudadanos. España es uno de los países firmantes de la Agenda 2030, promovida por la ONU. Agenda que vela por el cumplimiento del Desarrollo Sostenible a favor a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, y que garantiza, entre otros aspectos una vida sana.
No es una cuestión de evidencias, ni de investigaciones, ni siquiera de dinero. Ni por supuesto de creencias ni cuestiones técnicas. En todo caso las evidencias existen, las técnicas para investigar también, el dinero parece ser que no representa problema y las investigaciones lo demuestran. Por lo tanto tampoco es una cuestión de creencias o posicionamiento de tipo ideológico. Es simplemente una cuestión puramente política y de seguir buscando datos reales y no proyecciones teóricas. Y esta pasa por la voluntad del político y el posicionamiento a corto plazo de la misma.
Finalizamos respondiendo a la pregunta inicial ¿Es normal que los niños españoles orinen plástico?: pues sí, el 95 %. Y todos los días. Y eso solo es la punta del iceberg.