«En la primera semana de mayo se evaporaron de la renta variable española 61.240 millones de euros. El 12 de mayo, el gobierno español anunciaba un duro plan de recorte del gasto público cuyos aspectos más relevantes son: Un recorte medio del 5 por ciento en el salario de los funcionarios, congelación de las pensiones superiores a las mínimas, una reducción de la inversión del Estado cercana a los 6.500 millones de euros y la eliminación de una ayuda de 2.500 euros para la natalidad»
La consolidación fiscal sólo es una arte del problema; cualquier ajuste resultará insuficiente para reconstruir la confianza de los mercados si España (y los otros países de la zona euro) no demuestra al mismo tiempo que su economía puede volver a un crecimiento significativo y estable. El reto actual y urgente en la economía española es encontrar un justo ritmo en la implementación conjunta de la consolidación fiscal, las reformas estructurales y las medidas de fomento a la producción competitiva. El proceso parece estar en marcha y la sociedad española en conjunto tiene que demostrar que es capaz de llevarlo a cabo. (DIARIO DEL PUEBLO) THE NEW YORK TIMES.- La fiebre de azotar el déficit ahora es una corriente caliente en ambos lados del Atlántico. En Europa, los políticos están comprensiblemente asustados por los inversores que se deshacen de bonos del Estado a raíz de la crisis griega. Pero el feroz entusiasmo repentino por la austeridad fiscal, especialmente entre las economías más fuertes, es probable que fracase, condenando Europa a años de estancamiento o algo peor. Estados Unidos está corriendo igualmente un riesgo muy elevado THE WALL STREET JOURNAL.- Los temores sobre la deflación están volviendo a aparecer en las economías desarrolladas después de varias semanas de turbulencias en los mercados financieros a raíz de la crisis fiscal en Europa. Estas preocupaciones son más pronunciadas en Europa, donde los gobiernos se han visto obligados a reducir sus déficits fiscales antes de que se consolide una recuperación de la economía. Una combinación de recortes de gastos y aumentos de impuestos podría socavar el crecimiento y contribuir a la deflación. China. Diario del Pueblo Áspero camino hacia la recuperación económica de España Antoni Espasa y Emiliano Carluccio El gobierno español ha tomado medidas drásticas para reducir los gastos públicos con el fin de reducir el alto déficit fiscal y la deuda pública, lo que ha afectado la recuperación experimentada durante los cuatro meses anteriores. La economía española ha vivido en mayo un mes crítico que ha obligado al gobierno a tomar decisiones drásticas. La crisis de la deuda soberana en los países más débiles de la zona euro alcanzó su máxima tensión en los mercados el día 7 de mayo. En la primera semana de mayo se evaporaron de la renta variable española 61.240 millones de euros, más de la mitad del paquete de rescate a Grecia. El 10 de mayo, presionado por las Instituciones Políticas, el Banco Central Europeo (BCE) comenzaba la compra esterilizada de deuda soberana de dichos países. El 12 de mayo, el gobierno español anunciaba un duro plan de recorte del gasto público cuyos aspectos más relevantes son: Un recorte medio del 5 por ciento en el salario de los funcionarios a partir de junio, congelación de estos hasta 2011, congelación de las pensiones superiores a las mínimas a partir de 2011, una reducción de la inversión del Estado cercana a los 6.500 millones de euros (0,65 por ciento del PIB) en 2010 y 2011 y la eliminación de una ayuda de 2.500 euros para la natalidad. Otros países, entre ellos Portugal, Italia, pero también Alemania y Francia, anunciaron sus propias medidas de ajuste pocos días después. Sin embargo, una vez finalizada la intervención directa del BCE, los diferenciales entre los rendimientos de la deuda alemana y la de los otros países del área euro han vuelto a dispararse e incluso la deuda francesa podría ver reducida su calificación de triple A. Es decir, la consolidación fiscal sólo es una parte del problema; cualquier ajuste resultará insuficiente para reconstruir la confianza de los mercados si España (y los otros países de la zona euro) no demuestra al mismo tiempo que su economía puede volver a un crecimiento significativo y estable. En este contexto se ha producido un cambio claro y negativo en las expectativas de los agentes. Una medición de tales expectativas se recoge, por ejemplo, en el Indicador de Sentimiento Económico que en España ha bajado notoriamente en mayo, anulando la recuperación experimentada durante los cuatro meses anteriores. Las nuevas previsiones de crecimiento del PIB español publicadas en el Boletín de Inflación y Análisis Macroeconómico de la Universidad Carlos III de Madrid, están afectadas de forma especial por dos factores: comienzo de una fase de contracción del gasto público y empeoramiento generalizado de las expectativas de los agentes. En dichas predicciones, obtenidas a partir de modelos econométricos, se revisa a la baja en tres décimas de punto porcentual el crecimiento anual del Producto Interior Bruto (PIB) para 2010 hasta una tasa negativa del 0,7 por ciento (±0.5). Para 2011 se predice una tasa positiva del 0,6 por ciento (±0.8), que es inferior en cinco décimas a la predicción realizada en abril. Las revisiones a la baja afectan prácticamente a todos los sectores con la excepción de la industria y la energía por el lado de la oferta, y del consumo privado en la vertiente de la demanda. Según la información actualmente disponible se estima que la economía española puede volver a estar en recesión durante el segundo y el tercer trimestres de 2010, para situarse a continuación en tasas de crecimiento tendencial trimestral positivas entre el 0.2 y 0.3 por ciento. Existe un punto sobre el cual la mayoría de los analistas coinciden y que incluso parecen compartir el gobierno y la oposición: para salir de la crisis actual, España necesita reformar radicalmente su modelo productivo. La idea de que esta trasformación pudiera ser apoyada por un ambicioso plan de gasto público ha sido tumbada por la desconfianza de los mercados. El camino obligado para España en este momento es, además de progresar en la consolidación fiscal, poner en marcha con prontitud y firmeza las reformas necesarias para que se despliegue el potencial de crecimiento del sector privado. La palabra firmeza no es casual ni retórica: el brusco empeoramiento de las expectativas de crecimiento también depende de una estrategia de comunicación de la política económica que en ocasiones ha resultado poco clara y contradictoria. Aunque con retraso, el gobierno ha pasado ya a tomar medidas firmes. La reforma laboral, después de dos años de negociaciones poco fructíferas entre sindicatos y patronal, será aprobada por decreto en la primera quincena de junio. Esta reforma es necesaria y representa una señal importante para los mercados, pero no será una panacea y la tasa de paro española tardará años en volver a estar por debajo del 10 por ciento. Es más, si no se afrontan de forma global y coherente los temas claves del mercado laboral (negociación colectiva, dualidad del mercado, fomento de la movilidad intra-empresarial, sectorial y geográfica, políticas activas de empleo y vinculación de salarios con productividad) no se obtendrán grandes beneficios con ella e incluso podría añadirse más incertidumbre sobre el mercado de trabajo, lo que tendría efectos negativos en las decisiones de consumidores y empresas. Junto con la reforma del mercado laboral, se requieren además cambios estructurales y medidas de política económica que apoyen y fomenten planes productivos que resulten competitivos y generen crecimiento estable, por su incorporación de mayor innovación en la acepción más amplia de la palabra. No se trata de aumentar subvenciones o generar nuevo gasto público: entre los países desarrollados el estado español ya es el que más invierte, en relación al PIB, en investigación, desarrollo e innovación. Se trata de reorganizar esta inversión e implementar las reformas necesarias para que el sector privado se beneficie de ella y se sume al esfuerzo. Si estas medidas no se ponen en marcha rápidamente y con un diseño realmente apropiado, los mercados internacionales seguirán desconfiando en la deuda española, pública y privada, obligando al gobierno a un nuevo ajuste fiscal, con reducciones adicionales importantes en salarios públicos, pensiones, subvenciones y ayudas al estado del bienestar, así como nuevas subidas de impuestos, que a su vez retrasarían aun más la recuperación económica. El reto actual y urgente en la economía española es encontrar un justo ritmo en la implementación conjunta de la consolidación fiscal, las reformas estructurales y las medidas de fomento a la producción competitiva. El proceso parece estar en marcha y la sociedad española en conjunto tiene que demostrar que es capaz de llevarlo a cabo. DIARIO DEL PUEBLO. 11-6-2010 EEUU. The New York Times El mensaje equivocado sobre el déficit La fiebre de azotar el déficit ahora es una corriente caliente en ambos lados del Atlántico. En Europa, los políticos están comprensiblemente asustados por los inversores que se deshacen de bonos del Estado a raíz de la crisis griega. Pero el feroz entusiasmo repentino por la austeridad fiscal, especialmente entre las economías más fuertes, es probable que fracase, condenando Europa a años de estancamiento o algo peor. Estados Unidos está corriendo igualmente un riesgo muy elevado. Los demócratas están deteriorando la creación de empleo y el estímulo económico a favor de la retórica antideficit, que los republicanos hace mucho tiempo que ven como un camino fácil de llegar a los votantes descontentos en un año electoral confuso. En una audiencia el miércoles, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, dijo que la creación de empleo y los programas de estabilización financiera son esenciales para impedir que la recesión se convierta en depresión, pero también pidió "un fuerte compromiso con la responsabilidad fiscal en el largo plazo." El énfasis en la declaración debe ponerse en ese "largo plazo," pero tememos que muchos políticos no estén atentos a los matices. La crisis económica no ha terminado. Casi 1 de cada 10 trabajadores sigue sin empleo en Estados Unidos y en la Unión Europea. Alemania, la economía más sólida de Europa, sufre un 7% de desempleo. En España, es casi del 20%. Sin embargo, el gobierno alemán planea recortar su déficit presupuestario del 5 al 3% del Producto Interior Bruto para el año 2013. El gobierno español se comprometió a reducirlo al 6% desde el 11,2 . El gobierno británico se ha comprometido a nuevos recortes severos en los gastos cuando presente su presupuesto el 22 de junio. El entusiasmo por recortar el presupuesto se ha extendido más allá de Estados Unidos y Europa. En una reunión de ministros de Finanzas del Grupo de los 20 la semana pasada en Corea del Sur, las grandes economías aplaudieron hablar de la reducción del déficit. La administración Obama ha advertido que e nuevo impulso de austeridad podría socavar la recuperación económica y ha urgido a los países más fuertes, como Alemania, que no pisen el freno. En una carta a sus colegas del G-20, el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, advirtió que el recorte de presupuestos no funcionará "si no somos capaces de consolidar la confianza en la recuperación global". Los gobiernos europeos débiles no pueden ignorar a los inversionistas que se deshacen de sus bonos, y con el tiempo tendrán que frenar su enorme déficit presupuestario. Pero que todo el mundo reduzca radicalmente el gasto público cuando el crecimiento es vacilante y el desempleo sigue siendo obstinadamente elevado, es un alto riesgo que socava el objetivo de la probidad fiscal por la desaceleración del crecimiento económico y la reducción de los ingresos tributarios. La recuperación mundial está ya vacilando. La economía de China está perdiendo impulso. Los Estados Unidos se están desacelerando. Si el recorte presupuestario deprimiera el crecimiento económico, la reacción de los inversores no sería menos brutal que el ataque actual a los bonos europeos. El problema exige una respuesta variada. Algunos países, como España o Portugal, podrían tener que recortar drásticamente sus presupuestos si no quieren perder su acceso a los mercados de capitales. Pero países como Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos tienen espacio para maniobrar. Las tasas de interés sobre los bonos alemanes y de EEUU siguen siendo bajas. Los precios de la deuda británica también son muy bajos, reflejando mejores perspectivas de crecimiento que las de los países que utilizan el euro. Para ellos, la mejor política debe ser aprovechar el dinero barato para gastar más, no menos. Los déficit tendrán que reducirse una vez que la recuperación gane fuerza y retroceda el desempleo. Ahora mismo, para las economías más robustas –Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Japón– una reducción radical de los presupuestos es lo peor que se puede hacer. THE NEW YORK TIMES. 9-6-2010 EEUU. The Wall Street Journal Aumentan los temores de deflación en las economías desarrolladas Jon Hilsenrath Los temores sobre la deflación están volviendo a aparecer en las economías desarrolladas después de varias semanas de turbulencias en los mercados financieros a raíz de la crisis fiscal en Europa. Estas preocupaciones son más pronunciadas en Europa, donde los gobiernos se han visto obligados a reducir sus déficits fiscales antes de que se consolide una recuperación de la economía. Una combinación de recortes de gastos y aumentos de impuestos podría socavar el crecimiento y contribuir a la deflación, es decir una caída de los precios que pagan los consumidores. A las autoridades les preocupa la deflación porque es un fenómeno difícil de combatir. Las tasas de interés ya se redujeron a cero o casi cero en EE.UU. y otras economías desarrolladas, de modo que los gobiernos no pueden recurrir al recorte de tasas para estimular el crecimiento. La deflación también es considerada perniciosa porque dificulta que las personas, las empresas y los gobiernos salden sus deudas. Irlanda, que ya ha registrado una deflación en medio de estrictas políticas de austeridad fiscal, informó el jueves que los precios al consumidor descendieron 1,1% en mayo frente al mismo mes del año pasado, aunque las caídas se han moderado en los últimos meses. En Estados Unidos, la amenaza parece más remota que en Europa, pero los economistas han empezado a advertir que si la recuperación se debilita, aumentará el riesgo de un brote deflacionario. En una señal del mayor estado de alerta, los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años, que caen cuando los temores inflacionarios disminuyen y suben cuando se intensifican, han declinado desde casi 4% a principios de abril a cerca de 3,2%. Aunque se recuperaron un poco el jueves, grandes inversionistas en renta fija como Pimco, han estado comprando bonos del Tesoro. "Hay claras señales de advertencia de una deflación", afirmó Anthony Sanders, profesor de la Universidad de George Mason, el jueves en una conferencia de la Reserva Federal sobre el sector inmobiliario. "Mis amigos en la (Fed) tal vez no estén de acuerdo conmigo. Si los bancos no prestan, tendremos deflación". Las autoridades en EE.UU. y otros países han estado preocupados por la deflación durante gran parte de la última década. La política de tasas bajas de la Fed de principios de la década pasada estaba dirigida en parte a prevenir una deflación. Hasta ahora, el fenómeno no se ha materializado en ninguna economía grande fuera de Japón. Y en los países en desarrollo, la inflación a causa de un crecimiento demasiado acelerado sigue siendo la mayor preocupación. Brasil, por ejemplo, elevó su tasa de referencia en 0,75 puntos porcentuales el miércoles, a 10,25% para frenar la expansión. Los propios esfuerzos de la Fed en los últimos meses se han orientado a asegurar a un público escéptico de que la inflación, no la deflación, no será la próxima amenaza después de que bajara la tasa de interés a casi cero para combatir la recesión. Los precios al consumidor en EE.UU. subieron 2,2% en mayo frente al mismo mes del año pasado y podrían seguir bajando. Al excluir los volátiles precios de los alimentos y la energía, la inflación apenas subió 0,9% en mayo, el menor incremento desde 1966. Los consumidores nunca parecen ver caídas de precios en ciertos rubros, como la educación y la salud. Por ejemplo, la inflación de los medicamentos que requieren receta saltó durante la recesión de 3% en 2007 a 5%, según la Oficina de Estadísticas Laborales. Pero en algunos servicios básicos, las alzas de precios se están desacelerando de forma pronunciada. Mark Gertler, economista de la Universidad de Nueva York y coautor de un libro con el actual presidente de la Fed, Ben Bernanke, proyecta que la economía estadounidense se expanda a una tasa de entre 3% y 4% y prevé una inflación de entre 1% y 1,5%. "Pero inclinaría los riesgos de desastre más hacia la deflación que la inflación", indica. La Fed alberga la esperanza de haber moderado la inflación al reducir la tasa de interés a casi cero e inyectar más de US$1 billón (millón de millones) en el sistema financiero a través de préstamos y compras de bonos. Aunque, en teoría, toda esa cantidad de dinero podría causar inflación, la debilidad de los bancos y el alto nivel de capacidad ociosa en la economía están sirviendo de contrapeso. Sutiles signos de preocupación sobre la deflación han empezado a figurar en las declaraciones de algunos funcionarios. En un discurso pronunciado el miércoles, Brian Sack, quien dirige el influyente grupo de mercados del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, manifestó que las autoridades estadounidenses tenían que estar tan preocupadas por la deflación como por la inflación. "Creo que las preocupaciones sobre la inflación deberían ser en los dos frentes", es decir tanto un alza como una baja, aseveró. El Banco de Inglaterra ha expresado inquietudes similares, si bien la inflación ha repuntado. "Las economías del Reino Unido y EE.UU. tienen un bajo riesgo de japonizarse, en el sentido de sufrir recesiones recurrentes debido a errores de política macroeconómica, pero la deflación en sí no puede ser descartada", dijo en un discurso a finales de mayo Adam Posen, miembro del comité de política monetaria del banco central británico y experto en la deflación japonesa. Ben Bernanke, el presidente de la Fed, sostuvo el miércoles que pese a que los precios del oro se han disparado —una posible señal de los temores inflacionarios—, otros indicadores se mueven en la dirección opuesta, incluyendo los rendimientos de los bonos del Tesoro y los precios de las materias primas. El precio del cobre, por ejemplo, ha caído 22% desde comienzos de abril. THE WALL STREET JOURNAL. 11-6-2010