Nacho Faerna (guionista)

El asesinato de Carrero Blanco

Nacho Faerna

La emisión de la miniserie «El asesinato de Carrero Blanco» generó inmediatamente la respuesta por parte de algunos medios que se apresuraron a descalificarla. Como dirí­a Lorca en «La casa de Bernarda Alba», «hay cosas que no pueden ni se deben pensar», y mucho menos decirlas ante millones de espectadores.

¿Eres consciente del revuelo que se ha montado con la miniserie?

¿A qué te refieres?

Al día siguiente de la emisión, El País prácticamente la acusaba de profranquista, ABC y Libertad Digital de conspiranoica…

Sorprendido con el revuelo no, porque es un tema muy polémico y aún hay muchas cosas que clarificar con respecto a lo que ocurrió. En cuanto a lo que se ha dicho en la prensa yo sí que contesté, porque me pareció injusta, la crítica de El País. Envié una carta al director titulada “Garras humanas”, porque El País decía que habíamos retratado a “un ogro sin garras”, explicando que quisimos alejarnos de la caricatura de el ogro y mostrar a un Carrero lo más fiel posible a la realidad.

Por nuestra parte, felicidades por un trabajo valiente y honesto.

En general hemos tenido comentarios favorables, pero se está lejos de haber descubierto todo lo que hay detrás del atentado. He explicado en mi blog (eldiariodezapudrer.blogspot.com) cómo fue el proceso de hacer la miniserie, las fuentes que manejamos Mercedes Cruz y yo para escribir el guión. En mi opinión, es grave que siga habiendo tantas incógnitas alrededor de un episodio tan importante de nuestra historia.

Nosotros lo que hacemos es aproximarnos a un hecho histórico desde la ficción. Partimos de fuentes documentales y desde ahí elaboramos un relato de ficción, que además se reconoce como tal. Al final de la miniserie, el personaje que interpreta Pedro Casablanc reconstruye y completa lo sucedido y dice explícitamente que se trata de una hipótesis, de “un juego”. Desde la miniserie no podemos pretender hacer otra cosa.

De hecho muchos de los elementos de la miniserie no habían sido presentados públicamente hasta hora, pero hay mucha documentación sobre ellos…

Nosotros nos hemos limitado a establecer conexiones entre hechos comprobados y contrastados. Es un trabajo de dramatización. Sabemos, por ejemplo, por los periódicos de la época que al día siguiente del atentado Europa Press, una agencia con mucha credibilidad, publica una nota de prensa que, citando fuentes policiales, asegura que la explosión fue causada por tres minas anticarro. De eso no se vuelve a hablar nunca más, que yo sepa, pero está en las hemerotecas; y no se habla de “unas minas”, sino de “tres minas” en concreto y se añade que fueron accionadas con control remoto. Días más tarde los etarras dan su rueda de prensa desde el sur de Francia y dicen que volaron el coche con la dinamita que robaron de un polvorín de Hernani unos meses antes. A partir de ese momento todo el mundo habla ya de dinamita. «Hemos utilizado elementos que ya estaban en documentos que puede consultar cualquiera en las hemerotecas»

Con esas incongruencias elaboras un relato coherente, y esperas que interesante. Pero hemos tenido la precaución de no dejar volar la imaginación, sino de utilizar elementos que ya estaban en documentos que puede consultar cualquiera en las hemerotecas.

¿Crees que faltan piezas como ésta que aborden episodios claves de nuestra historia, como el 23-F o el gobierno de Suárez?

En general, la ficción en España se ha mostrado hasta ahora muy pudorosa a la hora de trabajar con hechos históricos recientes. Tendemos a dejar pasar muchos años hasta que consideramos que es oportuno ficcionarlos. Del atentado de Carrero han pasado cuarenta años y sin embargo sigue generando polémica. También nos cuesta trabajo aceptar la convención de que un actor interprete a un personaje histórico muy reconocible. Los anglosajones lo tienen asumido y cuando vemos a Anthony Hopkins haciendo de Nixon o a Helen Mirren de Isable II, nadie se extraña. Eso está cambiando en España. En nuestro caso, el trabajo actoral de José Ángel Egido y el de los departamentos de maquillaje y vestuario creo que consiguen que a los pocos minutos de película te olvides del Carrero real. De hecho, cuando estábamos rodando en la iglesia de los jesuitas, José Ángel Egido estaba paseando por la calle caracterizado y una señora mayor se paró y dijo “¡Carrero Blanco!”, parecía que había visto un fantasma…

¿Qué fuentes utilizaste para el guión?, porque ya son muchos los libros en los que se señala a la CIA

Se han publicado muchas cosas. Hay un libro que me gustaría destacar, que no habla específicamente del atentado de Carrero, pero sí de la famosa “estrategia de la tensión” y de la “Operación Gladio”, una red clandestina organizada por EEUU con el fin de desacreditar a las organizaciones de izquierda en Europa durante la Guerra Fría. Es “Los ejércitos secretos de la OTAN”, del suizo Daniele Ganser.

En mi opinión, pensar que en los 70 la CIA no tenía interés por en un país geoestratégicamente tan importante como España resulta bastante absurdo, sobre todo cuando estaba tan activa en países vecinos como Italia o Francia. Es verdad que yo no he encontrado ninguna prueba directa de la implicación de EEUU en el atentado a Carrero, pero creo que es impensable que algo así ocurriera a tan poca distancia de la embajada americana sin levantar sospechas. La embajada está enfrente de la iglesia que los etarras tuvieron vigilada durante meses, cuando aún pensaban en un secuestro. Ellos reconocen en “Operación Ogro” que se apostaban en la parada de autobuses que está en la misma puerta de la embajada para observar los movimientos del almirante. Los autobuses pasaban y ellos no se montaban en ninguno. Sinceramente, pensar que algo así no alertó a la seguridad de la embajada es más preocupante que la hipótesis contraria.

El mejor libro escrito sobre el atentado es el extraordinario “Golpe Mortal” editado por El País-Aguilar a los diez años del atentado, un trabajo coordinado por Ismael Fuente, Joaquín Prieto y Javier García. Pero entonces no se conocían al menos dos testimonios que salieron a la luz con el 25 aniversario del asesinato y que arrojaron nuevas dudas sobre todo lo que ocurrió.

A los 25 años, Informe Semanal dedicó un reportaje al asesinato en el que por primera vez presta su testimonio Álvarez de Sotomayor, que en 1973 era ministro consejero de la embajada española en París. En la miniserie vemos cómo la misma noche del atentado recibe a un comisario francés que les pone en bandeja la detención de los cabecillas de ETA, a los que tienen localizados en el Sur de Francia. El embajador pasa totalmente de aquello. Por limitaciones de producción situamos la escena en la propia embajada, pero fue muchísimo más dramático: Álvarez de Sotomayor se fue al aeropuerto con un comunicado para el ministerio de Gobernación y, antes de que despegara el avión, le dijo al embajador “o lo firmas tú o lo hago yo en cuanto despegues como embajador en funciones”. Y el embajador le contesta esa frase literal “ahí te las compongas, José María” y le firma el documento, aunque ya es demasiado tarde porque cuando la información llega a Madrid los etarras ya han escapado. Pedro Cortina, ese embajador, fue nombrado ministro de Exteriores en el nuevo gobierno de Arias Navarro. El régimen no hizo nada por detener a esta gente.«El régimen no hizo nada por detener a esta gente»

Y por otro lado, en un reportaje emitido también en 1998 en Antena 3 del que son responsables Carlos Estévez y Francisco Mármol (que también publicaron el libro “Carrero, las razones ocultas de un asesinato”), entrevistaron al guardia civil que estuvo a punto de registrar el piso de la calle Mirlo, donde estaba toda la documentación semanas antes del atentado. Cuando estaban a punto de entrar en el piso reciben la orden “de arriba”, no ya de que no entren sino de que le retiren la vigilancia al comando. Los etarras eran de todo menos discretos, eran novatos y cometieron muchísimos errores y la guardia civil los detectó. Pero les dejaron hacer.

En una tertulia en el Ateneo Madrid XXI, Mikel Azurmendi relataba cómo todo Lavapiés sabía quiénes eran los etarras, porque incluso presumían de ello…

En esos dos años pasaron más de 30 etarras por Madrid. Hay un montón de anécdotas que ellos mismos cuentan en Operación Ogro, que tuvimos que quitar porque eran demasiado chuscas. Hay que pensar que esta ETA no tiene que ver con la de 10 años después, que está organizada, que ha pasado por campos de entrenamiento… Estos chicos, que intentamos reflejar fielmente, no tenían ni 30 años, y la mayoría no habían estado fuera del País Vasco. En el barrio les llamaban “los de la ETA”. A mí me resulta muy difícil creer que la ETA del 73 pudiera llevar a cabo un atentado de tanta envergadura, con una logística tan complicada.

Por otra parte, cuando El País critica el Carrero que presentamos… pues es que era así. Lo explico en la carta al director; no lo mostramos pintando para suavizar su figura, es que lo hacía todo el tiempo, dibujaba en los consejos de ministros, en las reuniones, y los dibujos que aparecen en la película son facsímiles de los de Carrero. Lo que creo que pasa es que a veces uno preferiría pensar que los que mantuvieron al país bajo el yugo de una dictadura durante tantos años fueron ogros en lugar de mediocres meapilas, como creo que fue el caso. También eran implacables, claro, y torturaban sin miramientos, pero en el día a día Carrero era como lo presentamos. Tampoco los etarras eran asesinos sedientos de sangre; se pasaban el día cocinando y jugando al mus en el bar de abajo, y no por eso creo que ofrezcamos una imagen idealizada de los terroristas. Hemos intentado ser objetivos y no recurrir al trazo grueso en la descripción de los personajes.

Desde luego, aparece el hombre de Estado que molestaba, que es lo que importa…

Lo que yo creo que mata a Carrero es que no tenía familia política, y que dentro del régimen era una molestia, para los falangistas, para Arias Navarro… Carrero es franquista, punto. En ese sentido es de una simpleza absoluta. Es un nacional-católico, pero ni siquiera es del Opus, a pesar de que favorece la presencia de los tecnócratas en los ministerios. Cuando López Rodó y López Bravo le dicen que hay que mirar a los países de nuestro entorno, hacer gestos que agraden a EEUU, él contesta que de qué están hablando, “no vamos a hacer caso a un judío, masón y liberal como Kissinger. El modelo tiene que ser genuinamente español”. Eso refleja el pensamiento de Carrero.

Yo creo que pensar que la muerte de Carrero favoreció la llegada de la democracia es un error. Arias Navarro era infinitamente más duro y cerril que Carrero Blanco, pero muerto Franco fue barrido del escenario político. Aunque Carrero Blanco hubiera vivido, se hubiera retirado porque su misión era dejar al Rey al frente del Estado. No le hubiera gustado nada lo que pasó después pero creo que se habría mantenido al margen. En mi opinión fue un atentado inútil que tan solo sirvió para darle a ETA un balón de oxigeno y que se la conociera en el mundo. El proceso de Burgos ya les puso en el mapa, pero este atentado tan espectacular les dio una publicidad tremenda. Probablemente tuvimos una ETA más fuerte en los primeros años de democracia, en cierto modo “legitimada”, gracias a un atentado que, repito, yo no creo que sirviera para nada.

Le sirvió a los intereses norteamericanos, ¿no? Carrero mantenía una posición, e incluso acuerdos con de Gaulle, contraria al proyecto de EEUU.

Que Carrero era partidario de una España con una política nuclear propia es algo que está documentado. EEUU estaba pendiente de qué pasaba y Juan Carlos contaba con las simpatías de EEUU, pero había una gran incertidumbre sobre qué pasaría cuando muriera Franco. Se dice que Carrero era un aliado de los americanos, pero las bases de Torrejón, Morón y Rota es algo que el gobierno español se ve obligado a aceptar, de alguna manera, porque no se puede permitir el aislamiento. Y EEUU tolera el régimen como un mal menor. Sin embargo, en la guerra de Yom Kipur en el 73, Carrero no deja que las bases sean utilizadas para que los aviones americanos reposten. Al final lo hacen de todas maneras, pero sin la aprobación oficial española. Carrero resulta incómodo y tiene ideas propias, como la política nuclear. Es posible que a los estadounidenses les interesara quitarlo de en medio, porque si a una serpiente le cortas la cola le vuelve a crecer, pero no si le cortas la cabeza. Aunque Franco era la cabeza, Carrero era el ideólogo, su mano derecha. «Quitándolo de en medio no habría duda ya de que la serpiente quedaba decapitada»

Franco unía a familias que no tenían nada que ver entre ellos (falangistas, tecnócratas…) más allá de su derechismo y conservadurismo, y cuando Franco muere el régimen se desmorona. No hay más que ver la representación parlamentaria de Blas Piñar, por ejemplo. Muerto el Caudillo, muerto el régimen, pero la duda estaba con Carrero, y quitándolo de en medio no habría duda ya de que la serpiente quedaba decapitada. Aunque, como ya he dicho, yo creo que Carrero se hubiera retirado y que no hubiese significado un problema para el desarrollo de la democracia.

¿Trabajáis en la ficción otros momentos históricos como éste?

A la vez que presentamos el proyecto de Carrero, presentamos otro sobre el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha, que con los años ha pasado lo mismo, se han descubierto y probado cosas que no se sabían. Ahora está demostrado que participaron elementos de la extrema derecha italiana, que prácticamente vinieron aquí a ejecutarlos… Pero Carrero ha sido una pica en Flandes. A mí son temas que me apasionan, porque desde la ficción puedes avivar el debate para que a los que les corresponda saquen a la luz lo que realmente pasó. He presentado muchos proyectos de este tipo para contar la historia desde otro punto de vista, pero dependemos de que las cadenas nos lo encarguen o lo quieran. TVE ha tenido históricamente más sensibilidad que otras cadenas para estos temas, y espero que el éxito de audiencia de Carrero les anime a seguir por esta vía.