Nadie tiene las manos tan libres para hacer el mal como quien piensa que lo hace en nombre del bien.
No desear lo mismo que el enemigo. Es posible. No lo es. La guerra se apodera de la totalidad del deseo. La guerra manda.
Simulacro es un pensamiento en el cual la conclusión ordena la experiencia. Si ya sabemos lo que las noticias nos recuerdan todos los días. Sabemos el final, aunque no soportemos ver tanta muerte. La guerra sigue y seguirá, no hay forma de cambiar balas por palabras.
Como si de un desastre natural se tratará. Un volcán. Un vendaval. Un terremoto. La guerra asumida como acontecer inevitable. Un fatalismo más.
No hay otra opción. Hay que aprender a sufrir. Saber esperar.
El mercado televisivo vende guerra y la política en general asume sus discursos porque son parte del mandato del mercado. Los Votantes se expresan cuando los niños inocentes y ajenos a las decisiones de los mayores son asesinados y las noticias reflejan la tragedia. ¿Cuántos de los que expresan su sentir han estado en Gaza o en Tel Aviv? A quiénes de la oposición al gobierno de Netanyahu conocen. Esos son los que vienen combatiendo hace mucho al primer ministro. A cuántos palestinos que se oponen al terrorismo de Hamas conocemos. Muchos de ellos convivían y seguirán conviviendo con judíos.
Observen lo que pasa con la ultraderecha de Vox. Se ven obligados a dar apoyo a la respuesta desproporcionada del actual gobierno israelí.
Respetan más al mercado y lo que eso les impone con relaciones a sus alianzas políticas que a las órdenes que les daría Franco que jamás apoyaría ni apoyó, nada ni judío ni de Israel.
El pensamiento crítico del Foro de la Cultura de Recortes Cero desea aportar un nuevo esfuerzo para instalar la palabra como la única batalla posible. Parar la guerra es hablar de la paz. Hablemos de ello.
Una superioridad ética. La que la historia confiere a las víctimas.
Quién tiene el primer puesto en el ránking universal de víctimas. ¿Los judíos con el Holocausto o los palestinos con los gobiernos árabes más feudales erigidos en protectores de los Palestinos más el actual genocidio? ¿El cuento del paraíso y las 70 vírgenes o los campos de concentración alemanes?
No hay forma de cambiar balas por palabras.
Son números de muertos o las consecuencias que en cada individuo vivo deja la muerte de sus antepasados.
Si así fuera nadie les gana a los africanos. Siglos de dominio occidental y muerte instaurada como superioridad blanca sobre los de piel negra. Comercio de esclavos durante 400 años sin que lo reflejara ningún telediario.
Un a priori histórico, dice Michel Foucault. Si no entra en la ecuación nada se puede entender. Es imposible que a la velocidad que va la información en los medios o el vértigo que capta interés en las redes sociales sea posible integrar en un pensamiento crítico el profundo significado de lo acontecido hasta ahora. Si yo dijera desde los Cruzados hasta nuestros días se ha instaurado un combate contra los judíos. Alguien podría suscribir este razonamiento. Eso es antisemitismo, dirían los rabinos ortodoxos.
Una postura que confunde a los israelíes y a la diáspora. En nuestro tiempo no hay una batalla de religiones. Hay un conflicto Occidente contra Oriente, porque el Estado de Israel representa intereses de Occidente. La cultura de lo oriental, que incluso dio origen a la religión judía, está sometida a su integración a la cultura occidental. No hay desierto al cual se vaya un líder profético para escuchar la voz de Dios. Ahora la voz llega confundida con los índices bursátiles y los drones que invaden desde el cielo y la venganza tan divina por el ataque terrorista que desencadenó la actual guerra. No es en nombre de los Dioses ni de las vírgenes que aguardan a los suicidas ni lo que se espera de una tierra prometida luego de tanto tiempo dando vueltas por el desierto, liderados por Moisés. Todo fue devorado primero por la guerra fría, cuando la postura de los países o de los movimientos revolucionarios era determinada por los dictámenes de los Estados Unidos o la Unión Soviética.
Lo que separa a las islas es lo que las une.
La ideología imponía una lectura de la realidad. Hoy en día si no hay beneficio rápido y conquista fácil, nos queda una vivencia mística nutrida de muerte y más muerte. No se puede parar porque la guerra solo subsiste matando. En Gaza no hay diamantes ni oro ni siquiera trigo. No hay nada que no sea expoliar vidas ajenas.
La guerra como archipiélago. Lo que separa a las islas es lo que las une. El agua.
Lo que separa a los palestinos de los judíos es lo que los une. Matar al otro.
Hay algo sagrado y por eso mismo irrelevante en todas estas muertes. No servirán más que para generar más terrorismo y más venganza. Un Estado Palestino no derrota el pensamiento de Hamás. Como un Estado Judío no derrota el pensamiento ultraortodoxo que alimenta las decisiones del peor primer ministro de la historia de Israel. Así estamos.
Un ser humano no debería usar un arma para proteger su dignidad. Se puede defender de otra manera. Sigue siendo nuestra la palabra. Por eso escribo. Quizás nos permita creer un poco más en ella.
No hay carencia de soluciones. Hay carencia de palabras que nos permitan volver a descubrir su valor.