Fueron labios contra labios, no labios junto a labios. Y la carga negativa del electrón macho activó las defensas de toda la red eléctrica. La revolución feminista ha creado un sistema inmunitario que propaga sus anticuerpos en segundos y los pone en circulación por una red capilar inmensa, que ya no tiene dueño, si no es su propia fuerza de contestación y avance. Alexia Putellas le ha puesto nombre y hastag: #SeAcabó.
Viendo la foto del instante, la fonética oclusiva de pi-qui-to se impone a la condescendencia del diminutivo, y el gesto resulta ser, no una pequeña cantidad de algo, un minibesito, sino un pico (de pico y pala) que golpea por tres veces (p-q-t) la conciencia, y produce la detonación de toda la opresión machista acumulada y vivida durante tantos años por “las chicas”, desde aquellas pioneras de los 80 a las que algunos hombres llamaban “pedorras”. Fue el antibeso de una boca dominante, bien parapetada, que provocó un cortocircuito que ahora incendia las praderas de los campos de fútbol.
El macherío siempre se obstina en relativizar pericialmente los detalles del consentimiento. ¿Se acuerdan de aquel magistrado en el juicio de la manada que decía sin pestañear que la víctima parecía disfrutar, a juzgar por su silencio? Como si un “vale”, aún en el caso de que hubiera existido, fuera el comodín salvador y justificador de la tropelía y no se diera en un contexto ya enteramente sentenciado.
Rubiales y su federación, como el magistrado aludido, se emperran en jugársela a un “vale”, en este caso para salvar su orgullo viril, además de sus sueldazos y privilegios. Pero más allá de esto, la mecha que se ha prendido es la de la enmienda completa a la totalidad: a una mentalidad, una práctica social, psicológica y sexual generalizada en el ecosistema del fútbol.
No hay que lamentar ningún desperfecto, ningún ensombrecimiento del triunfo deportivo. En realidad vamos camino de ganarle otro partido a la cultura patriarcal, posibilitando que vengan más, y sobre todo, mejores triunfos deportivos y vitales para las mujeres. El fútbol femenino es más que nunca una expresión sociopolítica, donde se manifiesta de manera abierta el conflicto de la desigualdad. La final del mundial mostró cómo toda la belleza deportiva y social que ofrece el fútbol hecho por mujeres, no cabe de ninguna manera en el alambique oxidado de las actuales estructuras de poder de este deporte.
Como se ha dicho estos días, el inaceptable papelón de Rubiales en la final y sus posteriores bajadas in crescendo al infierno, muestran de manera concentrada el edificio insalvable que él representa. No fue una lástima que se mostrara en ese momento. Fue tan público y notorio que va a sentar cátedra, y eso es una conquista contra el silencio y la manipulación. En el momento culminante del éxito el lobo sacó la patita. Es lo que sucede cuando hay lobos.
Las jugadoras españolas van a ser doblemente campeonas, también de libertades. Su respuesta ante lo sucedido, junto a su ejemplo de lucha y superación, van a brillar con luz propia en España y en el mundo. Jenni ha colado de lleno su penalti.