«El patrimonio empresarial de Amancio Ortega creció un 37%; el de Emilio Botín, un 71%; el de Esther Koplowitz, un 24%… El déficit se multiplicó por cinco, el PIB perdió un 3,6% y el paro alcanzó el 18%. La crisis es así, asimétrica. Relativa. Los pobres son más pobres, los ricos son más ricos»
Fueron doce meses tan largos, tan duros, tan difíciles, que un Gobierno socialista anunció una subida de imuestos para las clases medias y los mileuristas, mientras los más ricos siguieron pagando el 1% desde sus Sicav. Fue una medida progresista porque Hacienda somos todos, y por eso en España los empresarios declaran de media menos renta que los trabajadores o los pensionistas (PÚBLICO) EL PAÍS.- Si algo ha marcado la singularidad de 2009 ha sido la descarnada irrupción del principio de realidad en la política española, que Zapatero había venido ignorando desde antes de las últimas elecciones y al que quiso hacer frente con iniciativas de imagen. Eso fue lo que le llevó a hablar de desaceleración para referirse a la crisis más grave desde el crash de 1929 o a anunciar reiterados paquetes de medidas económicas marcadas por la improvisación, puesto que no obedecían tanto a una estrategia rigurosa como a la necesidad de alimentar la propaganda ESTRELLA DIGITAL.- Quizás uno de los problemas que arrastra la economía española es la de una clase empresarial incapaz de la innovación y de correr riesgos adentrándose en sectores realmente abiertos. Por eso nuestra balanza de pagos ha supuesto siempre un estrangulamiento para el crecimiento económico. La mayoría de los empresarios han preferido situarse en las aguas tranquilas de los mercados cautivos, apropiándose de suministros y servicios en los que el respaldo del sector público tuviese que estar presente. De ahí el éxito de las privatizaciones. Es en esa simbiosis público-privado donde algunos ganan siempre, sobre todo si mantienen buenas conexiones con el mundo político. Opinión. Público El año de la crisis Ignacio Escolar Fueron doce meses tan terribles, tan dramáticos, que las grandes fortunas españolas se volvieron un 27% más ricas. El patrimonio empresarial de Amancio Ortega creció un 37%; el de Emilio Botín, un 71%; el de Esther Koplowitz, un 24%… El déficit se multiplicó por cinco, el PIB perdió un 3,6% y el paro alcanzó el 18%. Pero que la miseria no avinagre el champán, que el 2009 tampoco ha sido para tanto, que la bolsa ha subido un 30% y ayer alcanzó su máximo anual. Desde lo alto de los 12.000 puntos piramidales del Ibex 35, doce meses de mierda nos contemplan. La crisis es así, asimétrica. Relativa. Los pobres son más pobres, los ricos son más ricos y el capitalismo nunca cambia, que la vida sigue igual. Fueron doce meses tan largos, tan duros, tan difíciles, que un Gobierno socialista anunció una subida de impuestos para las clases medias y los mileuristas, mientras los más ricos siguieron pagando el 1% desde sus Sicav. Fue una medida progresista porque Hacienda somos todos, y por eso en España los empresarios declaran de media menos renta que los trabajadores o los pensionistas. Fueron doce meses tan hipócritas, tan siniestros que el presidente de la patronal, don Gerardo Díaz Ferrán, se pasó el año pidiendo que recortasen las cotizaciones a la Seguridad Social mientras en una de sus empresas directamente las dejó de pagar. Air Comet se estrelló y los pobres entre los pobres, los inmigrantes que llevaban un año ahorrando para enseñar el bebé a los abuelos, se quedaron en tierra, enterrados. Feliz Navidad. Mientras tanto Don Gerardo, en el otro extremo de la galaxia, pudo disfrutar de su flamante Ferrari, un modelo tan exclusivo que sólo 60 personas más en el mundo tienen uno igual. Las curvas de la crisis no son tan amargas cuando se toman a toda velocidad. PÚBLICO. 30-12-2009 Editorial. El País Botella medio llena El presidente Zapatero realizó ayer un balance del que, sin duda, ha sido el año más difícil desde su llegada a La Moncloa. En esta ocasión no transmitió consideraciones novedosas sobre los 12 meses que han quedado atrás ni tampoco anuncios sorprendentes para el inmediato futuro, aunque el optimismo siguió siendo el tono dominante de sus palabras. Aseguró estar cumpliendo el programa con el que se presentó a las elecciones y vaticinó una pronta mejora de la economía, admitiendo que había cometido un error al negarse a reconocer el alcance y la profundidad de la crisis cuando ya era evidente en los datos macroeconómicos y en las valoraciones de los organismos multilaterales y los expertos. El presidente prestó especial atención a la situación económica, la política exterior y la lucha antiterrorista, marcada por el inhabitual aviso sobre un posible secuestro que realizó el ministro del Interior dos días antes. Tal vez el planteamiento de la comparecencia en estos términos resultase beneficioso para el Gobierno, puesto que permitía poner el acento en el número de medidas adoptadas más que en su eficacia. Pero también tenía desventajas. Entre ellas, no dar cuenta de si el presidente ha tomado conciencia del principal problema que ha enfrentado a lo largo de este año, y que tiene que ver con una filosofía y una práctica del ejercicio del poder. Si algo ha marcado la singularidad de 2009 ha sido la descarnada irrupción del principio de realidad en la política española, que Zapatero había venido ignorando desde antes de las últimas elecciones y al que quiso hacer frente con iniciativas de imagen. Eso fue lo que le llevó a hablar de desaceleración para referirse a la crisis más grave desde el crash de 1929 o a anunciar reiterados paquetes de medidas económicas marcadas por la improvisación, puesto que no obedecían tanto a una estrategia rigurosa como a la necesidad de alimentar la propaganda. Hoy los márgenes para este género de actuación son más estrechos, tanto porque las cuentas del Estado no permiten financiar medidas de gran impacto en la opinión pública como porque la credibilidad del presidente ha comenzado a resentirse. Zapatero consideró que el secuestro del Alakrana o la huelga de hambre de la activista saharaui Aminetu Haidar han reforzado el papel internacional de España, lo que, de algún modo, vendría a convalidar la política exterior del Gobierno. Es una interpretación discutible, puesto que parece extraer una conclusión aleatoria a partir de dos premisas que, además, nada tienen que ver entre sí. La manera en la que se resolvió el caso del atunero puso en evidencia una grave descoordinación, que parece haberse corregido en el secuestro de los tres cooperantes españoles en Mauritania. La llegada de Haidar a Lanzarote, por su parte, constituye un ejemplo de cómo no deben conducirse las relaciones con Marruecos, prestándose a convalidar sus atropellos contra los derechos humanos por preservar el buen entendimiento. Zapatero, en cualquier caso, carece de alternativa en este ámbito: el impulso que necesita la política exterior no puede emprenderse apenas horas antes de que comience la presidencia semestral de la UE. La política antiterrorista, por último, es uno de los terrenos donde el Gobierno ha obtenido mayores avances. No sólo en la detención de activistas y en la prevención de atentados, sino también en el fortalecimiento del consenso entre las fuerzas democráticas. Por eso, declaraciones como las del ministro del Interior alertando sobre un posible secuestro de ETA, que Zapatero respaldó, resultan sorprendentes. Cabe pensar que las razones para hacer algo así eran más poderosas que la polémica suscitada. EL PAÍS. 31-12-2009 Opinión. Estrella Digital El timo de Air Comet J. F. Martín Seco Las Navidades han venido acompañadas por la espantada de Air Comet. Se repite el fiasco de Air Madrid de hace unos años. La historia es bastante conocida. Suele manifestarse allí donde el pensamiento imperante logra nuevas liberalizaciones. Los beneficios son para los empresarios privados, y el sector público, los trabajadores y los consumidores tienen que asumir los costes. Existen sectores económicos esenciales para la sociedad en los que resulta utópico hablar de liberalización. La protección y el respaldo del Estado resultan imprescindibles. Quizás uno de los problemas que arrastra la economía española es la de una clase empresarial incapaz de la innovación y de correr riesgos adentrándose en sectores realmente abiertos. Por eso nuestra balanza de pagos ha supuesto siempre un estrangulamiento para el crecimiento económico. La mayoría de los empresarios han preferido situarse en las aguas tranquilas de los mercados cautivos, apropiándose de suministros y servicios en los que el respaldo del sector público tuviese que estar presente. De ahí el éxito de las privatizaciones. Es en esa simbiosis público-privado donde algunos ganan siempre, sobre todo si mantienen buenas conexiones con el mundo político. El señor Díaz Ferrán ha sido -al menos en los últimos años- un buen exponente de este colectivo. En los gobiernos de Aznar consiguió hacerse con su compañía aérea y que la SEPI le adjudicase Aerolíneas Argentinas, propiedad de Iberia, recibiendo 955 millones de euros que, según el Tribunal de Cuentas, no destinó a su finalidad: compra de aviones, amortización de deuda, ampliación de capital. En su contencioso con el Gobierno argentino reclamó la ayuda de papá Estado, y desde 1996 el sector público le financia, mediante la deuda que mantiene con la Seguridad Social, por un importe de 16 millones de euros. Su compañía de autobuses también ha precisado del apoyo del gobierno regional, bien es verdad que él ha sabido corresponder con sustanciosas aportaciones a las fundaciones del Partido Popular. Ahora la aventura ha terminado. Los trabajadores se quedan en el paro y ni siquiera saben si van a poder cobrar lo que se les adeuda. Caja Madrid, de quien Díaz Ferrán era consejero, ¡oh, paradoja!, se verá en dificultades para poder recobrar su crédito y siete mil viajeros, la mayoría emigrantes, pierden sus billetes y ven trastocados todos sus planes en unas fechas especiales. Una vez más, el sector público, es decir, todos los contribuyentes, ha tenido que aportar recursos para paliar las situaciones más duras. El ministro de Fomento ha hecho declaraciones defendiendo la actuación del Gobierno, pero sus propias palabras indican lo contrario, que no se tomaron a tiempo las medidas adecuadas y que se permitió a Díaz Ferrán, quizás por su condición de presidente de la patronal, ir demasiado lejos. Según el ministro, el 6 de noviembre se planteó revocar la licencia a la compañía pero se acordó "no hacerlo público para no perjudicar a nadie". Se ha perjudicado a los consumidores que, de haberlo sabido, no hubieran adquirido los billetes y, colateralmente, a los contribuyentes. ESTRELLA DIGITAL. 30-12-2009