A menos de un mes de ‘midterms elections’, las decisivas elecciones legislativas del 8 de noviembre, en las que se decidirá la correlación de fuerzas parlamentaria con la que Biden podrá gestionar EEUU en la segunda mitad de su mandato, la pugna entre las distintas fracciones de la burguesía monopolista norteamericana y sus representantes políticos está abierta en canal.
Ahora, la comisión de la Cámara de Representantes que investiga el asalto al Capitolio, ha aprobado por unanimidad citar a declarar a Donald Trump
El veredicto de la comisión -donde hay congresistas demócratas y republicanos- es unánime. Donald Trump no actuó de forma cómplice por omisión, cuando el 6 de enero de 2021, una turba enfurecida de seguidores asaltó el Capitolio. Donald Trump fue el impulsor de esta asonada golpista.
Tras cientos de horas de comparecencias y miles de folios de transcripciones, los nueve integrantes han concluido que Trump tenía “un plan premeditado” para proclamarse ganador con independencia de cuál fuera el resultado. Una afirmación que está sólidamente respaldada por hechos, pruebas y declaraciones, algunas de ellas de colaboradores muy cercanos a Trump, entre ellos su propia hija.
Uno de los últimos testimonios que apoyan esta acusación ha sido la de Cassidy Hutchison, asistente del jefe de gabinete de Trump, Mark Meadows. Esta funcionaria oyó a Trump decirle a Meadows: “No quiero que la gente sepa que hemos perdido, Mark. Esto es vergonzoso. Arréglalo”. También se ha podido escuchar la voz del propio Trump, llamando al secretario de Estado de Florida y exigiéndole “encontrar 11.780 votos” para ganar en ese estado, clave en la noche electoral.
«Fue intencional, fue premeditado, no se basó en los resultados de las elecciones ni en ninguna prueba de fraude real que afectara a los resultados, o en problemas reales con las máquinas de votación. Fue un plan urdido de antemano, para convencer a sus partidarios de que había ganado”, ha resumido la representante demócrata Zoe Logfren.
Y por ello, la comisión ha votado por unanimidad llamar al propio Trump a declarar. Pero todos descartan que vaya a hacerlo. El expresidente -que ha tildado de «farsa» la investigación parlamentaria, puede recurrir la citación y, en última instancia, negarse a contestar las preguntas. Sin embargo, puede pasarle factura.
El trumpismo sigue controlando las arterias del Partido Republicano
«Estamos obligados a buscar respuestas del hombre que puso esto en marcha», ha dicho Liz Cheney, hija del halcón Dick Cheney, hombre fuerte del gobierno de G.W. Bush, y una de las máximas enemigas de Trump en las filas republicanas.
Todos, o casi todos los republicanos opuestos al trumpismo han sido defenestrados de las listas electorales y puestos de dirección del Grand Old Party, y a día de hoy, los fieles o aliados a Trump controlan las arterias del republicanismo en EEUU. La mayoría de los candidatos conservadores respalda -o no se atreve a desmentir- proclamando el bulo conspiracionista del robo electoral, por más que las pruebas demuestren que era Trump el que estaba dispuesto a ignorar la voluntad popular.
Así pues, las elecciones de mitad de mandato adquieren una máxima importancia en la cada vez más aguda lucha de poder en el seno de la clase dominante norteamericana. Los republicanos quieren convertir estas legislativas en un plebiscito, en una moción de censura sobre la gestión de Biden, centrando el debate en la inflación, la inmigración y la delincuencia. Por contra, los demócratas buscan promover la idea que estas «midterms» son una batalla por la «democracia» y los «derechos civiles», dado que algunos de ellos -como el derecho al aborto para las mujeres o el matrimonio igualitario para el colectivo LGTBI- están en el punto de mira de la cruzada ultraderechista de Trump.
El 8 de noviembre se vota a toda la Cámara de Representantes (435 escaños) por dos años, y se renueva también algo más de un tercio del Senado (35 de los 100 puestos), donde los elegidos tienen un mandato de seis años. Además, se eligen 36 gobernadores de Estados, la mayoría de los parlamentos estatales e incontables fiscales, alcaldes y otros cargos. Junto a ello, habrá referéndums estatales y locales que van del aborto al sueldo mínimo de los camareros, pasando por la sindicalización obligatoria de los trabajadores.
Mientras que en la Cámara de Representantes las encuestas apuntan a una victoria holgada de los republicanos, en el Senado la igualdad es máxima y la batalla se decidirá en un puñado de Estados. Dada la escasa popularidad de Biden y que la inflación está golpeando el bolsillo de amplias capas de la población, todos esperan que los republicanos saquen réditos del desgaste demócrata. Otra cosa es si servirá para cambiar la correlación de fuerzas, lo suficiente como para que Biden esté seriamente limitado hasta las próximas presidenciales de 2024, haciendo de su segunda mitad de mandato un infierno de bloqueos legislativos.
Todo puede pasar cuando la opinión pública está profundamente polarizada.