La coautoría de la superpotencia en el genocidio de Gaza

EEUU en Gaza: alto el fuego en una mano, armas para Israel en la otra

Aunque de cara a la galería la administración Biden lance propuestas de paz y llame a no escalar la tensión, en los hechos suministra miles de toneladas de armas a Israel. Entre Washington y Tel Aviv hay más que complicidad. La superpotencia es la coautora histórica de todos los crímenes contra Palestina.

«Haz lo que yo digo y no lo que yo hago». Esta máxima de Séneca, considerada la síntesis perfecta de la conducta hipócrita, es la que parece seguir la administración Biden ante el cruento genocidio que el Estado de Israel -siempre con el apoyo de EEUU- lleva diez meses perpetrando en Gaza.

Sus palabras hablan de alto el fuego, pero cada uno de sus actos confirman que la superpotencia norteamericana es la hipócrita coautora del holocausto en la Franja.

La brutal matanza genocida que Israel lleva cometiendo en Gaza ya camina hacia su décimo mes, y los muertos ascienden a 38.100, de los que el 70% son mujeres y niños, junto a casi 88.000 heridos en situación crítica y más de dos millones de personas padeciendo hambruna, sin acceso a agua potable ni ayuda humanitaria.

Mientras los bombardeos sobre la Franja no aminoran, las negociaciones de paz en Qatar fracasan una tras otra. Ahora Hamás ha aceptado la propuesta de EEUU de iniciar negociaciones para liberar a los rehenes sin que ni siquiera Israel acepte la condición de un alto el fuego.

Carlos Latuff

Pocos dudan lo que acabará pasando. El ejecutivo de Netanyahu ha saboteado todas las tentativas de parar la guerra, empeñado en llevar la limpieza étnica hasta el final -expulsando mediante las bombas o el hambre a dos millones de gazatíes al desierto del Sinaí- y en propagar el incendio bélico hacia Líbano y Siria, siempre apuntando a Irán.

El objetivo de los halcones sionistas -siempre con el apoyo de los halcones de Washington- es claro: desencadenar una gran guerra regional que obligue a la superpotencia a intervenir a gran escala, recuperando presencia en un Oriente medio donde ha perdido poder e influencia.

Este proceder -que está en sintonía con la linea Trump, y que trata de ganar tiempo hasta noviembre, cuando podría producirse un eventual retorno del republicano a la Casa Blanca- provoca no pocas fricciones y contradicciones con la linea Biden. Pero a la hora de la verdad, sea cual sea el ocupante del Despacho Oval, la superpotencia no puede dejar de guardar las espaldas a su gendarme.

Por eso, aunque de cara a la galería la administración Biden ha mostrado reticencias para facilitar a Israel más bombas de alto tonelaje, que masacran indiscriminadamente en zonas de alta densidad de población como Gaza, en los hechos estas municiones han continuado llegando -por miles de toneladas y en un flujo más o menos ininterrumpido- desde que Netanyahu comenzó su genocida ofensiva.

Carlos Latuff

En mayo, en «protesta» por el inicio de los bombardeos sobre Rafah, EEUU anunció la «suspensión temporal» del envío de armas a Israel. La pantomima duró unas semanas. A primeros de junio, el Pentágono efectuaba un nuevo envío de armas al Ejército israelí de más de 1.000 millones de dólares, incluyendo proyectiles para tanques, morteros, vehículos… y bombas de gran tonelaje.

Desde hace casi 300 días, la inmensa mayoría de los proyectiles y bombas que caen sobre la Franja, segando las vidas de miles de civiles, llevan un sello de fábrica: «made in USA».

Todas las semanas, en las ruedas de prensa del portavoz de la Casa Blanca o del Departamento de Estado, algún avezado periodista osa preguntar a la administración Biden cómo es que consideran compatible tratar de impulsar un alto el fuego en Gaza o una desescalada en la región… con seguir armando a un Israel de Netanyahu que lleva adelante de manera desmelenada una brutal y diaria carnicería. Además de las más fariseas evasivas, las respuestas siempre conducen al mismo punto: «el compromiso de EEUU con la defensa de Israel es incuestionable».

Ante 76 años de guerra, genocidio y apartheid contra el pueblo palestino, entre Washington y Tel Aviv hay más que complicidad. La superpotencia es la coautora histórica de todos los crímenes contra Palestina.

Chapatte

Entre las clases dominantes y entre las élites políticas hay una relación carnal, orgánica. Por cruento e intolerable que sea lo que haga el Estado sionista, para Washington mantener incólume la plena cobertura económica, política, diplomática y sobre todo militar a Israel es una cuestión de Estado. Algo -como ha quedado demostrado- independiente del color del inquilino de la Casa Blanca.

«No te fijes en lo que dicen, sino en lo que hacen», podría espetar hoy Séneca ante esta ignominia, ante una superpotencia que lleva una propuesta de paz en una mano, y varias toneladas de misiles para engrosar el arsenal del agresor… en la otra.