El bloqueo y la falta de un acuerdo en el Congreso entre demócratas y republicanos en EEUU han desecado -al menos de momento- el grifo de la ayuda militar norteamericana a Ucrania. Todo ellos unas semanas después de que Washington aprobara una ayuda extraordinaria de más de 100 millones de dólares a Israel.
«Hemos emitido el último paquete de entrega [de armas] con los fondos que teníamos. . La ayuda que proporcionamos se ha detenido por completo», ha asegurado el portavoz en asuntos de seguridad de la Casa Blanca, John Kirby. Biden lleva meses pidiendo al Congreso que apruebe 55.586 millones de euros adicionales en ayuda a Ucrania, pero la oposición republicana se niegan, poniendo como condición un trágala casi insalvable: solo aprobarán ese nuevo paquete de asistencia si los demócratas acceden a implementar una serie de medidas antimigratorias en la frontera entre EEUU y México.
EEUU es el mayor proveedor de ayuda militar a Ucrania. Ha enviado 44.200 millones de dólares en ayuda militar a Kiev desde el inicio de la invasión rusa. Pero Washington comienza a tener otras prioridades, y crecen las voces en su clase dominante y en sus élites políticas que -calculadora en mano- comienzan a cuestionar la «rentabilidad» de seguir apoyando a Kiev.
Todo ello mientras Rusia se rearma, llenando sus arsenales no sólo con los drones de fabricación iraní, sino con misiles balísticos norcoreanos. Burlando las sanciones comerciales occidentales, Moscú ya importa tanto material bélico como antes de la invasión de Ucrania.
Una sequía ¿coyuntural?
Muchas voces -abierta o disimuladamente partidarias del Kremlin en su invasión imperialista- ya han alzado las campanas al vuelo, celebrando el fin de la llegada del armamento norteamericano a Ucrania. Pero su alegría puede ser prematura.
Es innegable que EEUU, acuciado por una deuda cada vez más gigantesca, tiene crecientes problemas para atender a todos sus intereses militares globales. El estallido de la guerra en Gaza y el aumento de la tensión en Oriente Medio obligan a Washington a detraer recursos de otros conflictos para redirigirlos a esa región. Y al mismo tiempo, debe concentrar su fuerza en su prioridad estratégica: la contención de China. Todo ello juega en contra de la ayuda militar a Ucrania, una «ayuda» que siempre se ha dado por sus propios intereses.
Pero la superpotencia norteamericana no va a dejar via expédita a la Rusia de Putin en Ucrania. Tarde o temprano, reanudará, con mayor o menor cuantía, el envío de armamento a Kiev. Hay demasiado en juego para Washington.
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Editorial Internacional
No, no olvidamos a Ucrania
A poco más de un mes de que se cumplan dos años del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, esta guerra pierde peso en los informativos, en los tabloides y en las tertulias, opacada por las atrocidades del genocidio israelí en la Franja de Gaza.
Una pérdida de interés periodístico que corre pareja a las crecientes voces, en la clase dominante norteamericana y su establishment, así como en importantes círculos de la OTAN y los países europeos, que sugieren que quizá ha llegado el momento de soslayar el esfuerzo de la resistencia ucraniana. Con la gélida balanza de pérdidas y beneficios, las burguesías monopolistas occidentales, y especialmente la norteamericana -que siempre apoyaron a Ucrania contra Rusia únicamente en pos de sus propios intereses geopolíticos- comienzan a considerar demasiado costosa la ayuda militar a Kiev, y resoplan ante la perspectiva de una guerra larga e incierta. EEUU ha cortado en seco, al menos de momento, el envío de armas a Ucrania, mientras incrementa la ayuda militar a un Israel inmerso en su ofensiva genocida.
Por eso, es el momento de volver a gritar con fuerza: ¡fuera tropas rusas de Ucrania! ¡solidaridad y apoyo al pueblo ucraniano!
Ucrania y los ucranianos son ahora víctimas de los fríos y egoístas cálculos de las potencias occidentales, pero no debemos olvidar que en esta guerra hay un agredido y un agresor, un oprimido y un opresor. Ante una agresión imperialista no se puede ser neutral, ni equidistante ni tibio.
Es el momento de volver a gritar con fuerza: ¡fuera tropas rusas de Ucrania! ¡solidaridad y apoyo al pueblo ucraniano!
La criminal agresión de Rusia contra Ucrania tiene un máximo responsable: Putin y los oligarcas que le sostienen. Ninguna razón puede justificar la invasión de un país soberano y atentar contra el pueblo ucraniano para derrocar por la fuerza su gobierno, amputar una parte de su territorio y someterlo a sus dictados. Debemos ayudar solidariamente a la población castigada por la guerra, y apoyar sin reservas al pueblo ucraniano en su lucha por su independencia y libertad.
Se puede denunciar la intervención de EEUU en anteriores episodios de la historia reciente ucraniana, o los crímenes de guerra en el Donbás. Pero hoy son los tanques de Moscú los que invaden Ucrania, son las bombas, los misiles y los drones del Kremlin los que caen sobre las ciudades ucranianas.
A lo largo de estos dos años, el ejército de Putin ha cometido una larguísima lista de crímenes de guerra, aplicando la genocida «Doctrina Grozni» -bombardear por saturación para rendir a la población- en Mariúpol, en Izium, Kramatorsk… Y han masacrado, torturado y violado a la población civil por puro sadismo, con imágenes como Bucha que quedarán en el museo de los horrores imperialistas.
Y sin embargo, y a pesar de todas las dificultades, Ucrania ha resistido, logrando desbaratar la ofensiva inicial de Rusia, y logrando luego reconquistar buena parte del terreno perdido.
Nadie más que los ucranianos tiene derecho a decidir sobre su país y su independencia. Muchos dan a Ucrania por perdida, como no la tuvieron en cuenta en los primeros días de la invasión.
Cuando dejen de hablar los imperios, las burguesías monopolistas y sus cálculos egoístas, hablarán los pueblos. Hablará el pueblo ucraniano.
Nosotros no olvidamos a Ucrania.